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Putin a la pequinesa

Isaac Bigio
Politólogo, ecojomista e historiador
Xi Jinping, el Presidente de la República China, visitó el 20-22 de marzo a Vladímir Putin, Presidente de la Federación Rusa. Este fue el primer viaje al exterior que hizo el jerarca del Partido Comunista de Mao desde que él asumió un histórico tercer mandato en el poder y desde que en febrero 2022 se inició la guerra en Ucrania.
Samuel Green, profesor sobre Rusia del Kings College de la Universidad de Londres, sostiene que el dominio de Beijing sobre Moscú «es total». Para él, Xi Logró una «victoria estratégica» y consiguió todo lo que quería en su visita a la antigua capital zarista, mientras que lo mismo no puede decirse de Putin. Si antes de la guerra, el oso ruso jugaba un rol más independiente en la escena internacional, ahora esta se ha «hipotecado» al emergente dragón asiático.
El oso y el dragón.
La relación entre el país que tiene más habitantes y el que tiene más territorio en el mundo ha cambiado mucho en los últimos tres cuartos de siglo. Al acabar la II Guerra Mundial en 1945, Stalin apuntaló a que Mao tome el poder y se consolide en este. Luego, cuando Nikita Krushev le remplaza en el Kremlin, se produce un cisma entre los 2 mayores partidos comunistas del mundo y China empieza a considerar a Rusia como un «social imperialismo», peor que los EEUU (al cual empieza a aproximarse). Nixon y Kissinger son recibidos en Beijing, lo que ayuda a hacer que esta remplace a Taiwán en el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas y a que luego los soviéticos sean derrotados en Afganistán. Cuando Deng Xiao Ping asume el poder en China en los ochentas, él le da un giro hacia el mercado, lo que acentúa los estrechos lazos con EEUU.
Sin embargo, esta hostilidad a Moscú y la proximidad a Washington ha ido cambiando a medida que China se ha convertido en el principal rival de EEUU para convertirse en la mayor potencia económica, militar, comercial y espacial del mundo, así como en torno a los choques relacionados con Hong Kong y Taiwán. A su vez, la Rusia post-soviética, que inicialmente estaba muy cercana al Occidente, va entrando en contradicción con una OTAN (que, en vez de dejarla entrar en su seno, busca expandirse hacia sus antiguas zonas de influencia).
Si al principio Putin se consolidó en el poder aplastando brutalmente a la guerra por la independencia chechena gracias a que Washington se hacía el de la vista gorda a condición de que Moscú les permitiese bombardear en Yugoslavia y el Medio Oriente, él no tardó en convertirse en una suerte de Frankenstein que creaba republiquetas prorrusas en Georgia y Moldavia, desafiaba la expansión de la Unión Europea y de la OTAN a estos 2 países y a Ucrania, y derrotaba sus planes para derrocar al nacionalismo sirio de los Al Assad.
Teniendo como adversario común a EEUU y a sus aliados, Putin y Xi han ido fortaleciendo una nueva alianza. Rusia, China, Irán y varias repúblicas centroasiáticas han creado un bloque. Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica han establecido el BRICS uniendo a las mayores economías emergentes (en cuya asociación, Argentina quiere entrar). Bejing, por su parte, ha logrado desplazar a Washington como la potencia que más domina relaciones comerciales con más países del «Tercer Mundo». La emergencia china ha hecho que EEUU, Canadá, Japón, Corea del Sur y la mayor parte de Europa impulsen un bloque contrapuesto.
Mientras EEUU promueve el separatismo de Xinjiang y Tíbet, China reclama que Taiwán retorne a su seno. Washington y sus aliados han venido rearmando a esa isla, a la cual Xi amenaza con volver a ocupar.
La creciente rivalidad entre el eje Beijing-Moscú y el timoneado por Washington genera constantes ejercicios navales de guerra. A mediados del 2022 se dio el del «Anillo del Pacífico», en el cual estuvieron 25 mil tropas de EEUU, Canadá, Japón, Australia, Nueva Zelandia y varios países europeos y latinoamericanos (incluyendo el Perú de Castillo), mientras que en octubre en el mar del Japón, navíos rusos y chinos hicieron maniobras conjuntas y después en febrero 2023, coincidiendo con el I aniversario de la guerra de Ucrania, ambas naciones y Sudáfrica realizaron ejercicios navales en el océano Indico.
Acuerdos
La guerra ucraniana es un punto clave en esa relación. Si la OTAN envía muchas armas, monedas y entrenadores a Kiev, Beijing se niega a hacer lo mismo con respecto a su socio ruso. Xi, más bien, ha presentado un «plan de paz» con el cual juega a buscar ser un mediador, así como lo ha sido en las pugnas que hay entre sauditas y persas. El presidente ucraniano Volodímir Zelenski, ha respondido a dicha propuesta proponiendo citas virtuales.
El problema es que dicha propuesta de paz es hoy inviable. Por un lado, plantea la defensa de la integridad territorial de Ucrania, pero no demanda el retiro de las tropas rusas y, más bien, postula que se acaben las sanciones contra Moscú y se respete sus consideraciones acerca de su seguridad contra la OTAN. Pese a que ni Washington está dispuesto a aceptar mantener el status quo (que implicaría que Rusia siga ocupando un quinto de la antigua Ucrania) ni Moscú quiere retirarse sin que Kiev reconozca sus anexiones, Beijing juega a ser la única potencia que presenta una propuesta de acuerdo.
China no ha exportado oficialmente armas a Rusia (aunque es posible que haya vías ocultas e indirectas no detectadas aún), pero si le colabora a su amigo con imágenes satelitales, así como con suministro de repuestos para aviones y otras tecnologías. Su principal ayuda es de corte económico. En 2022, en el año en que Occidente sancionó a Moscú tras la invasión a Ucrania, las exportaciones rusas a China subieron en un 40% en gas y en al menos 100% en petróleo.
Moscú se ha comprometido a finalizar el oleoducto Fuerza de Siberia 2 y otros más para el suministro ininterrumpido de carburantes a su principal vecino, con lo cual esta quiere hacer frente al bloqueo del gas y petróleo ruso hacia Europa. Putin, a su vez, apunta a reorientar las exportaciones rurales hacia China, permitiendo que esta potencia desarrolle el oriente y norte de su extenso país. Por su parte, las importaciones rusas de microchips chinos (claves para su industria civil y militar) se han más que duplicado.
Las empresas chinas reciben un tratamiento especial en Rusia, donde reciben una amplia acogida (lo opuesto que pasa con las corporaciones occidentales). Un símbolo de ello es el hotel de 5 estrellas donde Xi se alojó. Este es uno de propiedad, motivos y características de China lleno de plantas y árboles traídos de ese país. En medio de Moscú, este tiene 13 acres de lujosa decoración (basada en los principios Feng Shui) con jardines y lagunas orientales que son como un buen pedazo de China en el corazón de Rusia.
Cuando los líderes occidentales han sido previamente recibidos en el Kremlin, ellos han sido sentados al otro extremo de Putin en una extensa mesa. En cambio, Xi fue recibido en alfombra roja y al lado de su homólogo ruso.
Xi ha invitado a Putin para que visite Beijing, algo que hizo poco antes de las olimpiadas de Beijing 2022 y de demorar, por ello, su incursión en Ucrania. Tras este encuentro, Rusia se viene convirtiendo en un aliado a China (aunque relativamente subordinado a esta).
Por un lado, mientras se acentúa una entente de países «liberales» que encabezan Norteamérica, la Unión Europea, Japón, Australia, Corea del Norte y Nueva Zelandia (y Suecia y Noruega rompen con su vieja neutralidad para asociarse a la OTAN), el dragón y el oso buscan animar una variopinta entente de países contestatarios donde también estarían antiguas repúblicas soviéticas, Irán y sus aliados regionales (Iraq, Siria, Líbano y parte del Yemen), Corea del Norte, la Alternativa Bolivariana de Nuestra América (ALBA, compuesta por Venezuela, Cuba, Bolivia, Nicaragua y 6 Antillas). En dicha polarización, varios países latinoamericanos (como Argentina, México y Brasil) y otros gigantes del Tercer Mundo (como India y Sudáfrica) van a querer valerse de esta para sacar ventaja para sus propios proyectos nacionales.

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