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PRODIGIOSA BLASFEMIA, DE ALFONSO VELIS TOBAR El Salvador: Ediciones La Fragua, 2016.

Francisco Saldaña Contreras,

Escritor

Con la exclamación ¡Dios mío! ¡Dónde estás que no te encuentro! Encabeza su poema-prólogo, el autor hondureño Galel Cárdenas Amador y nos abre las puertas para caminar por los senderos de Prodigiosa Blasfemia, colección de versos del compañero poeta Alfonso Velis Tobar. Dicha puerta nos lleva hacia un mundo de dolor, miseria, muerte, frustración, inseguridad y rebeldía ante el reclamo, justo por cierto, del ser humano hacia una supuesta divinidad que todo lo ve y no ve nada ni escucha, dejándolo abandonado y sumergido en las turbulentas aguas de un mundo cruel y despiadado.

Este libro consta de treinta y dos trabajos repartidos en cuatro secciones: De dioses, ángeles y demonios, Rituales del amor, Conversación con fantasmas y Las arenas del lenguaje. Conforme penetramos en ese maremágnum sentimos en carne propia el sufrimiento y la angustia de las grandes mayorías, vejadas, humilladas y masacradas por los grupos hegemónicos. “Los mesías del poder y del engaño”, según Marta Castagnino, y del terror, agregaría yo. Sin duda, estamos hablando de poblaciones enteras que a través de los siglos han pagado con cárcel, persecuciones y muerte su derecho a exigir una vida digna. Ante esta difícil situación, el poeta, consciente de su compromiso, no puede ni quiere callar ante las barbaridades perpetuadas por el orden establecido y también por los inclementes embates de la madre naturaleza. Tal estado de cosas permite que broten severas imprecaciones hacia “el creador del universo” y al no obtener respuesta ante tanto desastre e ignominia, hace estallar su grito haciéndolo llegar hasta los lugares más recónditos del cielo y de la tierra.

Siendo la angustia, el dolor, la agonía y Dios temas alrededor de los cuales gira el poemario, no podemos dejar pasar inadvertido lo que al respecto sostieneel filólogo español Dr. Francisco J. Peñas Bermejo en Poesía existencial española del siglo XX: “En la poesía existencial del siglo XX, la lucha con Dios deja un sello de insatisfacción y derrota en el ser humano”. Prosigue: “Su deseo de aprehenderle o de lograr la mínima respuesta queda frustrado ante el más absoluto silencio”. Dentro de este contexto encontramos poetas y filósofos que se han visto inmersos en la misma situación de angustia e incertidumbre ante la soledad y el abandono, esperando respuestas que nunca llegan y jamás llegarán porque “Dios está muerto”, como sostiene Nietzsche. Veamos algunos ejemplos: Antonio Machado: “… así voy yo / borracho melancólico,/ guitarrista lunático, poeta,/ y pobre hombre en sueños,/ siempre buscando a Dios entre la niebla“/. José Luis Hidalgo: “Si supiera, Señor, que Tú me esperas/ en el borde implacable de la muerte,/ iría hacia tu luz, como una lanza (…) Pero sé que no estás, que el vivir sólo/ es soñar con tu ser inútilmente“/. Carlos Bousoño:“Yo sé que hay hombres sobre cuyas almas/ pasó de Dios quizás la sombra un día./ Pasó, y hoy queda sólo ausencia/ en donde la tristeza brilla“/. Manuel Mantero: ¡”El Dios siempre escondido”! Remontémonos ahora hasta los años 1800s, con Rosalía de Castro, que ante la injusticia, la pobreza y la vida miserable, manifiesta con pesadumbre: “¡Ayúdame Dios mío! –grité desvanecida/mas Dios, tan alto estaba, que oírme no podía“/. Y si miramos todavía más atrás, en El Evangelio de Marcos, a la hora de la crucifixión en que Jesucristo está “expirando”: “Dios mío, Dios mío ¿por qué me has abandonado?”¿Habrá imaginado en algún momento el maestro esenio que en quien depositó su confianza a ciegas considerándolo su Padre lo iba a abandonar en tan terribles circunstancias? Supongo que no. Lo mismo ha sucedido con muchos seres humanos invadidos por la certeza de que están solos, huérfanos, sin alguien que los salve de los borrascosos mares de la existencia.

Ahora bien, ¿cómo encaja dentro de estas reflexiones Alfonso Velis con Prodigiosa blasfemia? Blasfemia, de acuerdo con el Nuevo Diccionario Bíblico Ilustrado “…abarca cualquier palabra o acto ofensivo a la majestad divina…” En el Nuevo testamento “significa la usurpación por el hombre de las prerrogativas divinas”. El Pequeño Larousse lo define como: “Insulto contra Dios o los santos”. Sea como sea, en el fondo reflejan el reniego, el reclamo, el contundente irrespeto, hacia el dogma establecido. Alfonso, pues, en esos inevitables ataques de desesperación, retoma esta temática y la deja incrustada en las más altas montañas para que el mundo sepa que nosotros, los eternos irreverentes y blasfemos, no podemos permanecer callados ante dichas situaciones y no lo pensamos dos veces para decirle sus verdades en la cara al más encopetado, aunque nos cueste el alma, como escribiera nuestro Oswaldo Escobar Velado. Con base en lo anterior, entremos al mundo poético de Alfonso.

Partiendo de testimonios y lecturas, presenta grotescas y lúgubres imágenes cuando millones de judíos fueron asesinados y quemados en los hornos por Hitler: “Condenados a morir de torturas de terrible hambre/ o inanición de cadáveres vivientes convertidos en (…) antorchas humanas”/. (La noche de los cuchillos largos).

Por otra parte, la nostalgia por la tierra que en buena o mala hora tuvo que abandonar, causa llagas en la piel al no poder hacer nada ante el enorme cargamento de problemas y la voracidad ilimitada de sus gobernantes, vaciando sin ningún remordimiento las arcas nacionales. Ello se palpa en Expatriado de tu geografía: “A lo lejos mi país de codiciosos amos”.

Al igual que muchos otros poetas, también le preocupa la muerte, ese último paso después de haber recorrido el mundo terrenal y que uno puede caer en sus redes en el momento menos pensado y te vas sólo con un par de trapos, “ligero de equipaje”, como diría Antonio Machado. De lo inesperado, lo confirma: “Nada te llevas, dejas tus memorias /. Tienes que deshacerte de todo”/.Además, en este poema, se aborda el deterioro paulatino del planeta debido al cambio climático. La asfixia de mares, ríos, lagos y lagunas es indetenible y si desde ya no se toman las medidas pertinentes con seriedad y profundidad, al final habrá un verdadero caos: “Se está doliendo la tierra decantando sus llagas. / La fauna (…) se resquebraja supurante…/ y en grandes oleadas de calor y deshielos / a golpes de olas se ahogarán los mares “/.Y como si fuera poco: “Tornados huracanes arrasando vidas” (Alta hora de la noche).

La denuncia en todo el libro es constante, indetenible: el holocausto, la agresión sionista contra el estado palestino, etc., hasta llegar a su amor por los niños, especialmente de nuestros pueblos ya que muchos de ellos mueren a temprana edad por falta de una política social enfocada a la salud y a programas adecuados de alimentación. Veamos las dolorosas palabras cuando alude al “Niño del vecino que murió / sin una gota de leche “/ (Eres un asalto al cielo). O estos otros versos que reflejan actualidad cuando desde los escritorios los amos del mundo y al calor de las borracheras inventan y planifican guerras para saquearlos recursos de las naciones y repartirse los mercados internacionales, no importando los millares de vidas inocentes que caen abatidos por las balas, los misiles y las bombas en campos y ciudades: “Vienen devorando vidas los misiles”. (Sin furia apaciguada).

Reitero que al hablante lírico le atormenta la Patria, esa tierra azotada sin misericordia por una horda de salvajes que la llenaron de dolor y sangre y para la que augura una nueva vida: “Pienso que un día será muy alegre mi Patria/ forjada con sangre de historia dolorosa”. Y remata con un lamento que parece no tener fin: “Mi Patria siempre ha sido triste muy triste”/. (A lo Quijote).

Dice el conocido refrán, “en río revuelto ganancia de pescadores”. El poeta, pues, arremete contra aquellos comerciantes inescrupulosos que trafican con el hambre y la miseria del pueblo: “Vino el acaparamiento/. Los comerciantes sin escrúpulos/ juegan con el hambre de los pobres”/. (Hora de circunstancias atroces). Y continúa su recorrido con inmensa frustración al no poder hacer nada por remediar, aunque sea en parte, el sufrimiento de ese pueblo al que por largo tiempo fuerzas oscurantistas lo mantienen en la miseria, la zozobra y el engaño: “Lloro a solas duro es volver a la Patria (…). Miles de hambrientos piden en puertas y paradas” (No es este el camino en que se vuelve a la Patria). Para darle más alas a su desencanto, sostiene que “Aquí se aprende a vivir por nada/ o se aprende a morir por algo”/ (Estoy poblado de gritos). Luego aparece de nuevo la idea que viene rodando a lo largo y ancho del poemario: “¿Dios, por qué no haces nada/ contra el malvado poder de la tierra? Es que a dios, si acaso existe, lo que menos le interesa es involucrarse en la vida del ser humano que vive encadenado al sufrimiento eterno. Él se mantiene ocupado en los campos de golf, persiguiendo, encarcelando y pasando a espada a opositores que intentan otro levantamiento revolucionario y como viejo verde, persiguiendo doncellas para renovar su harén.

En síntesis, Prodigiosa Blasfemia es un libro que a pesar de sus dificultades de forma y que bien pudieron ser superadas, dejará en qué pensara más de alguno. Al respecto, siempre hemos propugnado porque haya equilibrio entre forma y contenido; para hacer buenos versos no basta soltar el palabrerío y dejarlo navegando a la deriva. Se trata de elaboración constante, de labor artesanal, de despiadada autocrítica porque la poesía es, en última instancia, síntesis. Lo han sostenido reconocidos autores de la literatura latinoamericana como Tirso Canales y Rafael Góchez Sosa (1927-1986). Asimismo, el gran poeta argentino Rubén Vela (1928-2018), también maneja este concepto en Maneras de luchar. Transcribo un fragmento.”Que no me digan/ que escriben simplemente,/ que dicen el poema / sin pensarlo siquiera./ Que él nace porque sí /. Es un arduo trabajo,/ un oficio de herreros./ un hacer proletario./ un cansancio que continuará mañana “/.

Ahora bien… ¿hay poesía? Sí hay… sólo que para saborearla a plenitud como a una fruta, es necesario quitarle la cáscara. Dicho de otro modo, debemos meter las manos a esos manglares de palabras como cuando vas a buscar conchas y o hacerle de minero para separar las pepitas de oro de entre la arena y el agua y ponerlas en una mesa para compartirlas con nuestro pueblo, que es adonde tienen que llegar.

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