Saúl Méndez
Colaborador
La Fundación Hermano Mercedes Ruiz (FUNDAHMER) y las Comunidades Eclesiales de Base en El Salvador (CEBES) Perquín, del departamento de Morazán, presentaron el libro Memorias del Padre Octavio Ortiz Luna, una obra que recoge el testimonio de fe, lucha y compromiso de un sacerdote entregado a su pueblo, y por lo cual fue martirizado.
El acto se llevó a cabo en la capilla de la Universidad Centroamericana “José Simeón Cañas” (UCA), con la participación de CEBES Perquín, CEBs Bajo Lempa, la familia Ortiz y FUNDAHMER, en un espacio de memoria, espiritualidad y reflexión colectiva.
El libro rinde homenaje a la vida y legado del padre Octavio Ortiz Luna, sacerdote salvadoreño asesinado en 1979, en el contexto de la persecución contra la Iglesia comprometida con los sectores empobrecidos del país.
“Su legado sigue vivo en quienes creen que la fe también se escribe con justicia, dignidad y esperanza”, expresaron representantes de CEBES durante la presentación de la obra.
La publicación está compuesta por once capítulos que retratan diversas etapas de la vida del padre Ortiz Luna, que va desde su infancia en Cacaopera, Morazán, donde vendía hamacas para ayudar a su familia, su formación en el seminario, hasta su asesinato junto a cuatro jóvenes catequistas, un hecho que conmocionó a la Iglesia Católica y al país.
El relato está acompañado por 12 ilustraciones, incluyendo la portada, que representan con fuerza simbólica cada una de estas etapas. Las imágenes, cargadas de significado, buscan conectar visualmente al lector con el camino de fe, compromiso y martirio del padre Octavio.
Mártires de «El Despertar»
El 20 de enero de 1979, el sacerdote Octavio Ortiz Luna, de 35 años, fue asesinado junto a cuatro jóvenes durante un retiro espiritual en la casa “El Despertar”, ubicada en San Antonio Abad, San Salvador. El ataque fue perpetrado por fuerzas militares, en un contexto marcado por la represión y la persecución a sectores eclesiales comprometidos con los pobres.
Ortiz Luna se encontraba acompañado por cuatro laicos catequistas y estudiantes Ángel Morales, Jorge Alberto Gómez, Roberto Alberto Orellana, de entre 22 y 28 años, y David Caballero, de apenas 14 años. Todos fueron asesinados durante el operativo.
Según testimonios de vecinos, en el lugar operaba también una cooperativa impulsada por el sacerdote belga Guillermo Denaux, quien presuntamente se encontraba en el sitio al momento del ataque y habría logrado huir. Esta versión, sin embargo, nunca fue confirmada ni desmentida oficialmente.
Las autoridades de la época alegaron que en la casa funcionaba un centro de adiestramiento de las FAPU-FARN (Frene de Acción Popular Unificada-Fuerzas Armadas de la Resistencia Nacional), y que en el operativo se encontraron armas, propaganda subversiva y materiales de oposición. Esta versión fue duramente cuestionada por diversos sectores sociales y religiosos en aquella época, al considerarla parte de una estrategia para justificar la represión contra la Iglesia comprometida.
Uno de los detalles más atroces del hecho fue que un tanque pasó por encima del cuerpo del padre Ortiz, destrozándole el rostro, según reportes posteriores.
La brutalidad del ataque conmocionó a la comunidad cristiana, y fue denunciada con firmeza por Monseñor Óscar Arnulfo Romero durante una de sus homilías dominicales. “Un asesinato que nos habla de resurrección”, expresó el entonces arzobispo de San Salvador, en una misa que fue precedida por una multitudinaria marcha encabezada por obispos, sacerdotes y comunidades eclesiales de base.
Días después, el Ministerio de Seguridad Pública emitió un comunicado en medios oficiales en el afirmaba que el operativo militar respondió a un intento de registro en un centro de “actividades subversivas”, y que los soldados habrían sido repelidos con armas de fuego, versión que fue rechazada por líderes religiosos y organizaciones defensoras de derechos humanos.

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