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Pensar la realidad nacional

Luis Armando González

Entre otras muchas cosas que recuerdo del P. Ignacio Ellacuría, primero como estudiante suyo y posteriormente como académico en la UCA, fue esta en la que él insistía una y otra vez: que en esa universidad la asignatura primera y más importante era la realidad nacional. Por supuesto que no era solo un decir; y es que, en los “tiempos heroicos” de la UCA –como los caracterizó el poeta Francisco Andrés Escobar—, el conjunto de esta institución universitaria estaba en función del análisis y la reflexión sobre la realidad del país, en sus distintas dinámicas estructurales y coyunturales. Además de las publicaciones académicas, entre las cuales la Revista Estudios Centroamericanos (ECA) ocupaba un lugar central, vienen a mi mente dos iniciativas de una envergadura extraordinaria: el Seminario Permanente para el Análisis de la Realidad Nacional y la Cátedra de Realidad Nacional. Los productos del Seminario Permanente y de la Cátedra de Realidad Nacional –que eran recogidos en ECA— dejaron una huella imborrable en mi manera de preocuparme por El Salvador.

La principal enseñanza que me quedó de esas iniciativas –y una de las muchas que me quedaron del P. Ellacuría— es que la realidad nacional salvadoreña –y también la centroamericana y la mundial— debe ser pensada permanentemente, pues solo de esa manera se pueden explicar sus dinámicas, vislumbrar sus posibles derroteros e intervenir eficazmente la marcha de las cosas.

No se trataba de cualquier manera de pensar, ya que –como enseñó Kant— el pensar, dejado a la libre, puede terminar en las ilusiones, las fantasías y las especulaciones alejadas absolutamente del mundo real. Lo que se debe cultivar es un pensar crítico, riguroso, sistemático y lógico, que además no pierda de vista los datos de la realidad. O sea, se debe cultivar un pensar que permita conocer lo real y que dé pie a un acervo de conocimientos explicativos y operativos que se conviertan en el patrimonio “cognitivo” de la sociedad.

El arsenal de las ciencias sociales y naturales, y de las filosofías críticas y realistas, es lo que está disponible para emprender esa tarea impostergable de pensar la realidad del universo en su conjunto, pero también realidades específicas de carácter histórico. Este es el caso de la realidad nacional salvadoreña. No creo equivocarme cuando digo que esta fue la visión que tuvo el P. Ellacuría; de todos modos, para quienes crean que lo mío es un delirio, les invito a leer y meditar sobre tres de sus mejores ensayos: “El objeto de la filosofía” (1981), “Función liberadora de la filosofía” (1985) y “Factores endógenos del conflicto centroamericano: crisis económica y desequilibrios sociales” (1986).   

Eso que en la UCA heroica se cultivó en tiempos aciagos –a finales de los años 70 y a lo largo de los años 80— debe ser cultivado en estos tiempos caracterizados por otros desafíos y dinámicas complejas de tipo económico, social, cultural, político y medioambiental.

Me alegro cuando veo señales de que en la UCA –mi antigua casa de estudios superiores— se sigue cultivando la reflexión crítica y científica sobre la realidad nacional. Sin embargo, creo que esa tarea no es responsabilidad exclusiva de la UCA, ni de nadie en particular, sino de los ciudadanos de El Salvador.

Naturalmente que los sectores intelectuales, científicos, filosóficos, literarios y técnicos, deben (deberían) ser decisivos en la tarea de pensar la realidad nacional. Pero debe evitarse un mal que casi siempre ese hace presente no solo en nuestro país, sino en otros lados: el de pretender que alguien en particular ha encontrado, por sí solo, la fórmula para entender y resolver los complejos problemas del país. Es posible que sea cierto, pero sin un debate crítico, informado, serio, formal y sin restricciones, no habrá manera de probar y comprobar que la fórmula encontrada es la correcta. Y, en ese debate crítico, nadie que pueda aportar una idea o un argumento debe quedar fuera. Quienes quieran informarse de cómo estos esfuerzos se pueden poner en marcha pueden indagar sobre el Comité Permanente del Debate Nacional por la Paz impulsado por Mons. Arturo Rivera Damas.

De momento, creo que es urgente impulsar un Seminario Permanente para el Análisis de la Realidad Nacional. Esta es una inquietud que tengo desde hace varios años, y algunos colegas universitarios me han dicho que la comparten. Quizás la UCA, en alianza con la Universidad Nacional, la Universidad Don Bosco y la Universidad Gerardo Barrios, podría lanzar la iniciativa. Obviamente, aquí deben anteponerse los intereses académicos y del conocimiento de la realidad nacional a criterios de rentabilidad o protagonismos mal entendidos, o de la petulancia que consiste en asumir que se sabe todo o que se es superior. Hay que bajarse del pedestal academicista y tener una dosis de humildad necesaria.

Otra iniciativa que estimo que debe ser apoyada es la crear un observatorio nacional de la opinión pública. Estimo que es a la Universidad Nacional a la que le concierne este esfuerzo, dada la envergadura financiera, técnica y académica del mismo. No una casa encuestadora para analizar preferencias electorales; de eso ya hay bastante e incluso demasiado.

Más bien, en centro de estudios que examine la opinión pública sobre todos los (o la mayor parte de) asuntos que afectan a (o tienen que ver con la) sociedad. Hablo de una institución bien establecida, con equipos de investigación especializados; no de algo con un nombre pomposo, pero sin sustancia académica e investigativa. Dondequiera que he hablado de esto, he recibido opiniones favorables… Hay que convertir esas opiniones en realidad. Y ello nos ayudará a pensar mejor la realidad nacional en estos tiempos complejos y llenos de desafíos.

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