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Orfandad insuperable en Rubén Darío

Francisco Javier Bautista Lara

El acto de nacer (18 de enero, 1867), de cuya decisión y circunstancia fue ajeno, sólo fue sabido por las personas cercanas: su madre, la partera y los vecinos de la rural y escondida Metapa, en improvisadas condiciones que, ciento cincuenta años después, continúan despertando especulaciones, por las consecuencias innegables de su vida y de su obra, ante las que es imposible el silencio y la indiferencia, a pesar del origen incierto e inesperado y de ser, como hemos dicho, un Cisne negro, un suceso impredecible que causó gran impacto en la literatura.

Según la evidencia, nació en casa de Cornelia Mendoza, el parto fue atendido por la comadrona Agatona Ruiz de Gutiérrez, ocho días después pasó a Olominapa, con su tía Josefa Sarmiento, en donde permaneció hasta pasados los cuarenta días cuando su tío, el coronel Félix Ramírez, esposo de Bernarda, los llevó de regreso a León, en donde fue bautizado en la Catedral el 3 de marzo (1867), como Félix Rubén García Sarmiento, hijo legítimo de Manuel García y Rosa Sarmiento, y fue su padrino Félix Ramírez. El apellido García, proviene de la emblemática Veragua, Panamá. De allá llegó a León su abuelo Domingo García, contrajo matrimonio con Petronila Rojas Darío, procrearon a Manuel (León, 1843-1888), con quien Rosa Sarmiento (Chinandega, 1843-San Salvador, 1895), se casó en abril de 1866, previa dispensa eclesial por ser primos en tercer grado, nueve meses antes que naciera el niño que alcanzó la inmortalidad con el nombre del personaje que creó: Rubén Darío.

Sobre ese nacimiento, él, y la integridad de su madre, en complejas e ignoradas circunstancias que vivieron, han sido objeto de diversas e infundadas especulaciones que dudan de la paternidad de Manuel. Entre quienes defienden que García es el padre legal y biológico, afirman que la debilidad por el alcohol, algunos rasgos físicos y de personalidad del poeta, provienen de los genes de este hombre. Se mencionan además, cuatro vínculos posibles. Algunos la atribuyen al sacerdote, abogado, médico, orador y poeta Juan Felipe Gurdián Pastora, encargado en León de la pastoral de las Hijas de María, grupo al que perteneció Rosa Sarmiento desde los 11 años. Hay quienes argumentan que las virtudes literarias del poeta fueron por los genes del presbítero, criticado por “travieso”, sancionado y enviado fuera de León. Dicen que engendró tres hijos.

Otra especulación fue por la relación posterior de Rosa con Juan Soriano, universitario hondureño que alquilaba habitación en casa de doña Bernarda; ambos enamorados escaparon a San Marcos de Colón con el niño, contrajeron matrimonio después del divorcio de Rosa (1873). La anciana hija de Juan, Ángela viuda de Aguirre, entrevistada en 1955 por el profesor Thomas Irving, dijo: “Muchos han venido a sugerir que yo podría ser medio hermana de Rubén Darío,… pero no, mi papá nunca dijo ni una palabra acerca de esto… Sería porque Rosa Darío nos llegó como una mujer casada y nadie quería discutir el asunto… Rosa llegó aquí con la criatura. Mire el paquete que nos ha traído, dijo mi madre cuando los vio… Rosa vino a vivir en Las Lajas con mi papá. Pero nunca dijo que era padre de Rubén…”. Juan de Dios Vanegas la refirió como “leyenda sorianesca”, divulgada con frecuencia en Honduras. La tercera e insólita versión, con pocos adeptos, se refiere a Cayetano Pereira, nacido en León (1842), “compañero de tragos de Manuel”, testigo de la boda entre Rosa y Manuel. Y, la más reciente “divagación novelesca”, argumentada por Francisco-Ernesto Martínez, sugiere que Aurelio Avilés M. (Masaya, 1838-1959), teniente del ejército en León, fue novio de Rosa y que dicha relación desagradó a Ramírez y a su esposa, liberales, porque Avilés era conservador, optando por casarla con Manuel.

Todas las divagaciones, alimentadas por distintas circunstancias, sostenidas según preferencia, son casi un asunto de fe. La verdad sobre la disputada paternidad del hoy famoso personaje, que nació en abandono y olvido, sólo será posible determinarla, mediante un estudio de ADN que establezca el vínculo genético ascendente entre el padre, el poeta y la actual descendencia.

Darío inauguró su vida viajando y errante, y vivió así, como condicionalidad impuesta desde el inicio, una insuperable orfandad fue su “dramática vida”, con las leyendas que genera la fama y que, en el transcurso del tiempo, se exacerban. Preguntémonos: ¿cómo percibió y enfrentó el niño, el adolescente y el hombre aquellas confusiones y ausencias de origen? Según distintos biógrafos y estudios sobre el memorable autor de Azul…, el poeta tuvo problemas para comprender y explicar sus orígenes, hubo en la vida familiar cierto secretismo que le incomodaba. Aunque no lo supo al nacer, las huellas por esas carencias, la soledad, la orfandad perenne, en la aguda sensibilidad que lo caracterizaba, estuvieron, en el consciente y subconsciente del lúcido literato y frágil hombre, hasta el fin de su existencia.

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