Mi Pareidolia

Mauricio Vallejo Márquez

Escritor y Editor

suplemento Tres mil

 

Veía figuras por todas partes. No tenía idea del por qué, pero cualquier mancha o forma en las paredes me parecía algún personaje o animal, e incluso un rostro. Simplemente ahí estaban. Y así crecí.

Quizá esa era la razón por la que disfrutaba tanto ver las nubes y las copas de los árboles. Me figuraba historias, incluso me resultaba tan divertido como jugar con mis muñecos. Era como ver una película o soñar.

Lo que estaba frente a mi era susceptible de convertirse en las cosas menos pensadas. Así, mi niñez era parecido a habitar un mundo de fantasía, incluso podría haberse titulado: El niño que mira rostros y siluetas en las manchas.

Por supuesto que todo aquello lograba que mi imaginación volara más lejos de lo usual, algo que en ocasiones me generaba dificultades con los maestros y con los adultos que pretenden que la vida debe ser escueta y aburrida. La imaginación puede resultar un signo de distracción para algunos profesores y muy mal vista, los cuales no comprenden que el mundo tiene una inmensa y versátil variedad que debe respetarse.

Como llegue a pensar que esta cualidad podría ser un síntoma de locura, no hablaba con mucha gente sobre esto. Tal vez mencionaba que aquella nube parecía un sombrero o una ballena o cosas así, y hasta ahí.

Un día descubrí que, la habilidad de ver figuras y rostros en los objetos y manchas se llama pareidolia, algo que es más común de lo que parece.

Así que además de tranquilizarme aquello, me hizo disfrutarlo mucho más. Sobre todo porque me daba luces de no estar loco.

Aquello no se resumió a mis años de niñez, aún me acompaña. Sigo viendo rostros en los tomacorrientes, así como perfiles humanos o animales en las grietas de las paredes. Una toalla colgada en un clavo puede convertirse en un monje capuchino o en lo que el azar le transforme.

Y eso, llega a darle sentido a la vida. Esa situación de ver más allá de lo evidente, de observar cada punto diminuto como si se viera por primera vez.

La pareidolia hace de mis días el punto misterioso o gracioso que convierte a una pared cualquiera en una película, sin tener que pagar una suscripción cada mes o el boleto para el cine.

Total, si el doctor Kang Lee afirma que es algo bueno y refleja que las conexiones cerebrales funcionan bien, en lugar de preocuparme, me llena. Seguiré disfrutando mi pareidolia.

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