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los encuentros distales (ovnis) de Gerardo

Los encuentros distales (ovnis) de Gerardo

Caralvá

Sin tiempo, en ese espacio la realidad es otra dimensión, algunos eventos no necesitan los límites de la cronología temporal, suceden desde algún lugar extraño – como toda acción del subconsciente (individual o colectivo) – parece que esa recurrencia no respeta lógicas físicas, es como una conspiración de alguna fibra material adelantando la temporalidad social o retornando al pasado; la comunicación de estos eventos se pueden calificar de proféticos según las tradiciones religiosas, pero en la ciencia son leyes físicas, algunos de estos fenómenos acontecen a personajes bíblico y otros científicos: José de Egipto interpreta los sueños del Faraón, Noé con su arca construida en tierra, Moisés las tablas de mandamientos, José y María reciben advertencia en sueños de la persecución de niños que les obliga a huir a Egipto, algunos músicos afirman haber soñado con las sinfonías que componían, matemáticos que transcriben soluciones a problemas desde un sitio etérico, leyendas de predestinados con acciones heroicas o fatídicas.

Así transcurría la vida adolescente de Gerardo, poseedor de una rutina meditativa antes de dormir, él ejercitaba una forma de recuento diarios de su mundo cotidiano, aquella noche se dispuso a descansar, a sus dieciséis años las lecturas de libros eran la herramienta para tranquilizar su enorme sed de conocimiento, todo era normal, hasta que después de unas horas de sueño por algún motivo desconocido despertó de madrugada, sería medianoche, la una de la madrugada o dos, no importaba, el reloj aún no se apoderaba de su vida juvenil, así que fue al balcón de su departamento que dominaba la ciudad de San Salvador, esa ciudad iluminada y distante, pero al aproximarse a la terraza se encontró con un objeto luminoso frente a sus ojos, era un disco que no emitía ningún sonidos, solo tenía leves movimientos oscilatorios, parecía que fotografiaba el Centro Urbano, las casas o simplemente la geografía, ahí estaba quieto, sus dimensiones podrían ser las de un auto sedán; Gerardo sintió temor, por un momento ese objeto le observaba o comunicaba cierta curiosidad, entonces pensó en comunicarse con el ovni enviando señal morse desde la sala de su casa, punto raya, punto, punto, raya… al salir de nuevo al balcón el ovni había desaparecido.

La imagen del encuentro le acompañaría toda la vida, era una circunstancia antipersonal como fotografiar cometas en el horizonte, estaba ahí como una oportunidad en un millón.

Ese evento quizás fue el inicio de una serie de sucesos no programados o posiblemente demandados en alguna acción inconsciente,  ejecutada dentro de un tiempo sideral; así el siguiente evento sucedió de la misma forma, durmió con la tranquilidad de los chicos bibliófilos devorando la literatura accesible, desde la Biblia hasta los clásicos orientales, eran horas sacrificadas del sueño… en un estado entre el sueño y la vigilia, sintió el ascenso vertiginoso de su cuerpo al espacio, la sensación es una brisa envolvente, cierto frío al borde de la piel con una temporalidad difícil de limitar, de pronto se encontraba en una bóveda luminosa, sus dimensiones eran amplias con la capacidad de permanecer de pie y poder ver el techo semicircular iluminado, frente a él tres seres muy parecidos a los arcángeles le dieron la bienvenida, no hablaban sino se comunicaban telepáticamente, eran dos hombres en los flancos y una mujer al centro, su rostros tenía la belleza medioeval de los cuadros clásicos de Leonardo da Vinci en “La Virgen de las rocas” con Uriel, mientras el otro parecía Gabriel y una mujer Dina (Josifiel) todos irradiando amistad, esa noche existió una larga charla con ella, una situación sin tiempo, en cierto momento los dos arcángeles se retiraron… ahí acontece un enorme vacío de sucesos entre el primero y último instante, cuando Gerardo no desea retirarse de la nave e insiste en regresar de la puerta principal, pero uno de los hombres le toma de los hombros le inmoviliza y despierta en su cama. La vivencia es de tal magnitud que nunca fue posible olvidar ese evento, pero no se repitió de nuevo o al menos se manifestó de otra forma.

Pasó el tiempo, aunque referir cronología terrestre (onírica) es engañoso, en ese ambiente no se sabe si es ayer, ahora o mañana, los tres al mismo tiempo o una realidad con otra velocidad paralela, el siguiente evento acontece mientras Gerardo cae en cierta depresión por la sensación de abandono sin comprender ¿qué motivo le provoca eso? similar a los pasajes narrativos de Job o Jesucristo en el Gólgota, su temperamento le obligó a dormir temprano, así ese día sintió de nuevo un vértigo instantáneo, ascendía hacia una nave que le invitaba a visitar la vida fuera del planeta, de pronto observó por una ventanilla al planeta Júpiter con una luna llamada Europa u otra, pero al llegar el ovni se sumergió en un océano, mientras aparecía una ciudad de cristal en forma de cadenas nucleares que se interconectaban con módulos y edificios verticales en las montañas, todos en simetrías muy parecidas a las cadenas orgánicas moleculares, era una ciudad oculta a los telescopios, horas después despertó en su cama con mucho cansancio, en días posteriores poco a poco emergieron nebulosas de sucesos interactivos de una sociedad extraña; aquellos seres parecían programados matemáticamente y sin emociones, aplanados en sus sentimientos.

El medio capitalista atrapa por años el vínculo de ese mundo, los compromisos laborales ahogan todo intento de crecer en la vida de trascendencia intelectual, todo es rutina y rutina, no obstante aquella madrugada algo despertó a Gerardo, aún no sonaba el despertador de las 05: 00 am,  cuando en su habitación, al incorporarse y frente a él, una niña pelirroja con un traje medioeval azul, de una belleza increíble miraba a Gerardo con la timidez de los niños ante personas mayores, era una manifestación física que parecía flotar, la cual retrocedió a la misma distancia que él se erguía, ella no pronunció palabra alguna, pero mostraba mucha ternura y amor, parecía una niña diez años, con su mano izquierda alzada señalando hacia el cielo… luego de unos segundos se desvaneció de la misma forma que un objeto se sumerge en el agua o como el ocaso del sol…un sentimiento de plenitud se irradió en la habitación, ese día la hija de Gerardo horas después sufriría un accidente automovilístico y milagrosamente sobrevivió, aunque el vehículo padeció un vuelco en la carretera a Santa Ana.

Gerardo entonces recordó y comparó los escritos de (San Agustín) Aurelius Augustinos (354-430): “Confesiones, X, Coloquio de Agustín con su madre, acerca del Reino de los cielos” 23. “Acercaría ya el día en que mi madre había de salir de esta vida, el cual para vos Señor, era tan sabido como para nosotros ignorado. Sucedió entonces, sin duda disponiéndolo Vos por los medios inescrutables de vuestra providencia, que mi madre y yo estuviésemos solos y asomados a una ventana; desde ella se veían un jardín que había dentro de la casa que habíamos tomado en la ciudad de Ostia, donde, apartados del bullicio de las gentes, pudiésemos descasar de las molestias de un largo viaje, y disponernos para la navegación. Estando, pues, los dos solos, comenzamos a hablar, y nos era dulcísima la conversación, porque olvidados de todo lo pasado, empleábamos nuestros discursos en la consideración de lo venidero. Buscábamos en la misma verdad, que sois Vos que estabais presente, qué tal sería aquella vida eterna, que han de gozar los santos, que consiste en una felicidad, que ni los ojos la vieron, ni los oídos la oyeron, ni el corazón humano es capaz de concebirla. Abríamos la boca de nuestro corazón hacia aquellos raudales soberanos que manan la inagotable fuente de la vida que está en Vos, para que, rociados con sus aguas, pudiésemos de algún modo pensar una cosa tan sublime y elevada.

24.Había llegado nuestra conversación a estos términos que el mayor deleite de los sentidos corporales que pueda imaginarse, y en el mayor auge de luz y resplandor terreno que pueda concebirse, no solamente nos parecía digno de poderse comparar, sino también de que le trajésemos a la memoria, respecto de aquella delicia de la vida eterna, elevándonos más aún y con más fervoroso afecto hacia esto mismo, fuimos recorriendo sucesivamente por sus grados todas las criaturas corporales, y hasta el mismo cielo, desde donde el sol, la luna y las estrellas envían a la tierra su luz y resplandores; subíamos todavía más, ya pensando interiormente en vuestras obras, ya comunicándonos uno a otro nuestros pensamientos con palabras, ya admirándonos de la excelencia de vuestras criaturas. Vinimos a tratar de nuestras almas, y de allí pasamos más adelante para llegar a tocar en aquella región de abundantes e indefectibles delicias, donde por toda la eternidad apacentáis a vuestros escogidos con el pábulo de la verdad infinita; donde es vida de todos los bienaventurados aquella misma sabiduría, por las que han sido, y las que serán, sin que ella haya sido hecha, porque es, y será siempre lo que ha sido.

En medio de nuestro coloquio, cuando más ansiosamente suspirábamos por ella, llegamos a tocarla con todo el ímpetu y fuera de nuestro espíritu, aunque repentina e instantáneamente; y suspirando por aquella eternidad, dejándonos allí las primicias de nuestra alma, no volvíamos a nuestro común modo de hablar, donde la palabra suena para ser oída, y se comienza, y se acaba. Pero, ¿qué cosa hay semejante a vuestra palabra, que es nuestro Dios y Señor, que subsiste y permanece en sí misma, y lejos de poder envejecerse, renueva todas las cosas?…

 

Entonces Gerardo meditó su vida en las palabras escritas, a lo mejor no es nada o quizás es todo para un simple mortal, en este mundo los valores están a la inversa para algunos, esos son los que escriben y anotan de sus vidas como una extensión de otras dimensiones cotidianas, a lo mejor somos parte de una familia estelar y no lo sabemos, hasta el último día.

 

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