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Los caníbales literarios

Mauricio Vallejo Márquez

Escritor y Editor suplemento Tres mil

 

Conocí caníbales, sin querer. Personas que devoran a otras, aunque no se comen su carne, si comen la reputación de otros.

Cuando comencé a escribir estaba emocionado. Me imaginaba a los escritores como personas maravillosas, solidarias y con un hermoso corazón.  Tal y como me lo presentaban los libros. La mayoría de literatos que leía en mis libros de texto escolar ya habían fallecido.  De todos se hablaban cosas bonitas. Si no, los figuraba como mi papá, personas empáticas, solidarias y que se daban a los demás sacrificando sus vidas por ideales.

La realidad siempre supera a la ficción, dicen. Y tienen mucha razón. Conforme fui conociendo el mundillo me encontré con que mi idealización del mundo de las letras, era solo eso. Obvio, los que escriben son seres humanos.

Acababa de terminar la guerra civil salvadoreña, El Salvador se estaba reconstruyendo socialmente. Muchos literatos que había huido comenzaban a regresar y a tomar partido en las pugnas por espacios literarios. En ese momento me di cuenta que publicar no era cosa sencilla y que lo dicho de mis compañeros “ser escritor reconocido” no era solo pasar las hojas de un libro. Eso me motivo para abrir espacios, para procurar crecer y descubrir que existían premios literarios.

Como todo escritor en ciernes me emocionaba conocer escritores mayores. Muchos me dieron enormes lecciones y muestras de que lo que pensaba de niño era verdad, aunque no una regla en todos.

El detalle fueron mis coetáneos. Entre ellos siempre hay personas que se alegran con el triunfo de los demás, que celebran el esfuerzo y la búsqueda de la excelencia. Pero, también existen los postulantes, aquellos que envidian el éxito de otros.

Los postulantes a veces se convierten en caníbales. Así como el resto de la sociedad, se dedican a hablar de los demás, a veces con la verdad, en ocasiones hacen piezas de ficción. Muchas veces conforman grupos y consideran que el trabajo literario es una competencia con el resto de escritores.

Así cada grupo literario define sus espacios y se los cierra a quienes no les caen bien. Así mismos los postulantes que aún les falta conocimiento y dominio del oficio crean sus propios espacios. Todos procuran delimitar las áreas de difusión y silenciar a quienes no los ratifican  con el oficio.

Esto no es nada nuevo. Casi se podría decir que es parte de la tradición literaria salvadoreña. Los jóvenes niegan a los adultos. Acaso, no sucedió así con Roque Dalton quien calificó de forma visceral a los maestros Alberto Masferrer y Francisco Gavidia. No sé si habrá dado de la misma forma, es decir con documentos escritos, en las generaciones anteriores. Lo que sí sé es que se ha dado de forma oral.

Para ser escritor se debe ser fuerte y tener buena autoestima, sin caer en la petulancia y altanería. Pero se debe saber que como todo proceso social se enfrentará a pequeños círculos de poder, en los cuales el canibalismo será una de sus características. Muchas veces las personas dicen que otros no escriben bien, sin haber leído sus obras.

Es necesario que, si se harán críticas de un libro, se lea. Si no, pierde validez quien la brinda. Sobre todo si se deja guiar más por su gusto personal y no por la teoría y preceptiva literaria.

Seamos devoradores de libros, de conocimiento, de arte, de vida. El canibalismo no ayuda a crecer.

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