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Lo que los filósofos proclaman hoy, será la fe del mañana

El portal de la Academia Salvadoreña de la Lengua.

LO QUE LOS FILÓSOFOS PROCLAMAN HOY, SERÁ LA FE DEL MAÑANA.

Eduardo Badía Serra,

Director de la Academia Salvadoreña de la Lengua.

Algunos lectores, ¡gracias por sus comentarios!, coinciden conmigo en cuanto a que la filosofía en Latinoamérica, y particularmente en El Salvador, no ha sabido ser el detonante que permita proyectar nuestra propia realidad, no ha ayudado a interpretarla para, en función de ello, definir el camino de estos pueblos mestizos. Como he dicho, la debilidad de nuestro pensamiento filosófico ha sido el ver siempre hacia afuera, el ver siempre hacia atrás, y el no poder ver adecuadamente lo paradigmático. Estos tres desfases, como les llamo, han cegado nuestras visiones del mundo, de la vida y del hombre, que son, como sabemos, las tres visiones fundamentales de la filosofía. Intento ahora fundamentar un poco más esta cuestión:

Latinoamérica es ahora otra Latinoamérica. Podría decirse que a partir de las dos últimas décadas del siglo anterior se ha dado un ineluctable tránsito hacia una historia que, aunque no todos reclaman, pareciera que todos aceptan, la historia de la post modernidad. Latinoamérica, y con ella, El Salvador, participa de ese tránsito, probablemente en el caso de nuestro país, un poco más oscuramente que el resto de nuestros compañeros de viaje, y probablemente también comprendiendo menos las nuevas situaciones, pero sin oponerse a ellas, y, a ratos, casi manifestando su complacencia. Este asunto de la post modernidad es cuestión de realidades, y de tal forma, los hombres se ven afectados por ella. Pero sus pródromos han estado ocultos para el común de los latinoamericanos, y particularmente, de los salvadoreños. No ha habido filósofos. Y esto no es cuestión de idealidades, y de intentos de contemplación al más puro estilo de la “ousía” aristotélica. Son realidades y de las más crudas, que al no considerarlas impiden que se reafirme aquella verdad lapidaria que escribiera Bochenski en su “Filosofía Hoy”: “Aquellos que pretendan enterarse de hacia donde marchamos, harían bien en prestar atención, más que a los políticos, a los filósofos: lo que hoy proclaman ellos habrá de ser la fe del mañana”.

Si algo se ha comprobado es que este fenómeno de la post modernidad corresponde a la lógica cultural de lo que se conoce como “capitalismo tardío”, y viene a manifestarse como una especie de fusión de la estética y de la economía, gracias a lo cual, extenderán las grandes potencias mundiales su influjo y dominación en todas las áreas sociales y culturales de nuestro tercer mundo, como apuntan Terry Eagleton y Frederic Jameson. “Mecanismo de compensación para que las grandes masas urbanas, aparentemente mimadas, logren sobrevivir ficticiamente en el mundo del capitalismo avanzado”, la define Jameson. Ya Habermas ha hablado de ella como una especie de eclecticismo de capital. Y el filósofo español Félix Duque habla de la post modernidad como una “tendencia mundial, a nivel urbano, narcisista, que busca identificar la felicidad individual con la inmersión global en un universo mediático caracterizado por el ‘consumo-espectáculo’ “. Lo cierto es que ahí está, de frente y en acción, con sus características indiscutibles e inconfundibles, su culto al presente, su desconfianza en las utopías, un narcisista culto al cuerpo, a su salud y a sus placeres, la primacía de la lógica de la información y del intercambio de signos sobre la lógica de la producción, una estetización de las formas de vida, tendenciosamente girando hacia la promiscuidad, una fuerte tendencia a introducir el concepto del “tiempo real”, con lo cual busca negar la historia, y si se quiere, sólo para finalizar, un relativismo cultural extremo.

¿Idealidad? No. Realidad, y de la más pura. Realidad de realidades. Y luego entonces, ¿a quién preguntamos? ¿a quién consultamos? ¿’quién podrá defendernos’? ¿los economistas de la macroeconomía, esta sí, la idealidad más grande de las idealidades? ¿los políticos? ¿Cómo puede aspirar Latinoamérica ante tal situación, que ni le es propia ni le ha sido consultada, a seguir siendo lo que es y lo que ha sido, al margen de que ello le haya significado malestar o provecho? ¿cómo puede insistir nuestro mundo mestizo en ser autor, y si no, al menos actor, de su propia historia, y no simplemente agente de la misma, decidir su propio destino? Nuestro marco axiológico, del que ahora tanto se habla, ¿no choca y se violenta con ese nuevo farallón que le sacude y le modifica bruscamente la perspectiva? Pues bien, el problema reside en que Latinoamérica, y repito, El Salvador como parte de ella y como el que más, nunca ha sabido leer los signos de los tiempos y proyectar después de ello sus propias soluciones. Hemos estado viendo siempre hacia afuera, siempre hacia atrás, y siempre hacia lo no paradigmático. “El continente calco”, llamó a Latinoamérica Gabriela Mistral, tan dulce a veces y a veces tan dura, como esta vez. ¿A quién corresponde leer esos signos de los tiempos, del avance del universo, de la vida y del hombre? Pues no a otros que a los filósofos. Pero estos, lamentablemente, no han sabido hacerlo, conformándose con buscar alumbrarse ellos mismos por medio de las luces que partieron ya hace mucho tiempo desde extraños entornos y bajo otras realidades.

La filosofía es, así, necesaria; pero necesita, para que lo sea, concretar, definir su coordenada, y ello sólo puede hacerlo reconociendo su propia realidad y admitiéndola como su principal campo de reflexión. Esto es lo que ha fallado; pareciera que la pregunta del “para qué” no tiene ni ha tenido sentido. Hay que reconocer que ha habido intentos, válidos o no, esta es otra cuestión, de establecer una verdadera y propia filosofía latinoamericana, una auténtica filosofía en América. Los ha habido, y algunos de ellos, valiosos y profundos en sus contenidos; pero han sido esfuerzos dispersos, sin una adecuada unidad de doctrina, y no han logrado motivar el espíritu continental y cifrar en ellos su desarrollo y su futuro. Don José Vasconcelos, en su “Raza Cósmica” de 1925, y en su “Indología” de 1927, sugiere y perfila una filosofía propia para este continente, partiendo del reconocimiento de su inautenticidad y de su vocación hacia lo externo. Sabe hablar, Vasconcelos, en estas obras, muy crudamente, pero con un alto sentido de realidad. Allí está, guardada y en silencio, la filosofía de la cultura y del eclecticismo orgánico de Antonio Caso, mexicano ilustre; y también la filosofía de la libertad del peruano Alejandro O. Deústua, y la riquísima concepción de la “aristocracia del mérito” de don José Ingenieros,……..y la teología de la liberación, y los grandes pensamientos de Salazar Bondy, Freyre, Miró Quezada, de Gortari, Frondizi, García Maynes, Roberto Hartman, Leopoldo Zea, Mario Bunge, Ignacio Ellacuría, ….. Pero, ¿porqué tanta filosofía y tanto filosofar no se constituyeron en auténticos sustentos del desarrollo de nuestros pueblos, en asiento de la formación de una propia cultura, de una sociedad genuina, de un sistema político propio y justo, como ha sucedido con la Europa en los pasados veinte y cinco siglos? ¿porqué tenemos los latinoamericanos que seguir escuchando, más que a los filósofos, a los políticos y a los macroeconomistas?

Es lo que he señalado, y esta es la respuesta: Porque hemos estado viendo casi siempre y casi sólo, al pasado filosófico, esto es, nos hemos olvidado de lo actual, nos hemos desfasado en el tiempo; porque hemos estado viendo sólo y casi sólo hacia lo exógeno, nos hemos olvidado de lo propio, nos hemos desfasado en el espacio; y porque también hemos visto sólo y casi sólo hacia lo no científico, esto es, nos hemos olvidado de lo paradigmático, nos hemos desfasado de lo actual.

Es ya tiempo de que hablen quienes deben hablar. Fichte lo hizo cuando su Alemania convulsa necesitó que hablara. Si tuvo éxito o no, ese es otro problema. Y lo hizo también Descartes, y el mismo Sócrates cuando deseaba alumbrar a Atenas. Pero Fichte, y Descartes, y Sócrates mismo hablaron para sus propias realidades. Nosotros no, y ese es el problema.

Ver también

«Fiestas de mi pueblo». Fotografía de Rob Escobar. Portada Suplemento Cultural TresMil-27 Abril 2024.