Por José Roberto Valiente
LO BUENO del discurso presidencial es que quedó desenmascarado como lo que realmente es: un régimen dictatorial, corrupto y violador de derechos humanos, una realidad inocultable, que buscó legitimar.
Fue un discurso totalmente incoherente y defensivo por el contraste entre cada afirmación del presidente y la evidente realidad que dice lo contrario. Pero intentó justificar lo injustificable: que es un gobierno inconstitucional, basado en la mentira, la persecución y el miedo.
LO MÁS DESTACADO del discurso fue lo que no dijo, lo que omitió, lo que ocultó. Nada dijo del aumento de la pobreza y del hambre. Ni de la persecución política, tortura muerte de personas bajo su custodia en la cárceles. Ni de las miles de personas inocente encarcelada y sin garantías judiciales.
Nada dijo el presidente de facto de los desalojos y despojo de tierras. Ni del millonario derroche de dinero con el fracasado proyecto Bitcoin. Ni del abandono al agro, a la salud y la educación, carencias que viven en carne propia día a día las familias de menos recursos. Y ya no se diga, del abandono a la población migrante.
LO REPUGNANTE del espectáculo montado, con derroche de lujo, dinero y propaganda, fue el alarde de Rey, un complejo que no solo se expresa en el discurso del presidente, sino también en la imagen, en el protocolo y en la ridícula vestimenta de familia real, que también han impuesto a los militares que acompañan el ceremonial.
La reelección presidencial continua esta prohibida por la Constitución y punto. Dura cinco años, «ni un día más». Es una incoherencia hablar de seis años de gobierno o de un segundo mandato. Bukele es un presidente inconstitucional, es un gobierno ilegítimo, y eso no lo puede ocultar ninguna proyección de imagen diferente.
El Salvador, 2 de junio de 2025.