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Ángel Aguiluz, historiador. Foto Diario Co Latino/Ricardo Chicas Segura

Las cien horas de guerra de hace cincuenta años

Alexander Pineda
@DiarioCoLatino

Entre el 14 y el 18 de julio de 1969 los ejércitos nacionales de El Salvador y Honduras libraron un breve conflicto armado, que entre historias populares adquirió el mote de la “Guerra del Fútbol”, aunque sus verdaderos detonantes tenían más que ver con una coyuntura económica, política y migratoria vivida entre ambos países.

A principios de los años sesenta se concibe la idea de establecer el Mercado Común Centroamericano (MCCA), una iniciativa integracionista que buscaba unificar las economías centroamericanas para lograr el desarrollo de toda la región.

 Sin embargo, las diferencias entre los logros producto del MCCA eran cada vez más marcadas, mientras la economía salvadoreña se afianzaba y dinamizaba con el tratado, dado por la entonces creciente industrialización, impulsada a partir del gobierno de Oscar Osorio en la década de los cincuenta.

La economía hondureña seguía incipiente y menos desarrollada que la salvadoreña, con un basto territorio cinco veces y medio más extenso que El Salvador pero escasamente explotado. Desde los años veinte suelo hondureño fue destino miles de salvadoreños en busca de tierras y trabajo.

“El MCCA tenía deficiencias en el sentido de que no estaban claras las reglas de juego, lo que propició problemas entre comerciantes y empresarios de ambos países; en un inicio fue funcional pero siempre desigual”, opina el historiador, Ángel Aguiluz.

Aguiluz explica que hacia 1961 la iniciativa estadounidense “Alianza para el Progreso”, promovía una serie de medidas en pro de evitar sucesos revolucionarios como el de Cuba en 1959, instando a países de América Latina a impulsar el libre comercio, reformas tributarias, mejoras en la educación y la salud y reformas agrarias (redistribución de tierras).

Honduras bajo el gobierno de Osvaldo López Arellano echó a andar una reforma agraria hacia finales de los sesenta, que perjudicó directamente a los salvadoreños residentes en el vecino país, quienes de acuerdo a estimaciones se situaban en torno a los 300 mil.

 “Es después de esta reforma que empiezan a ver a los salvadoreños como invasores, los salvadoreños estaban muy presentes en la sociedad hondureña, había desde hacendados y empresarios hasta vendedoras en el mercado y campesinos, algunos viviendo hasta más de cuarenta años allá”, comenta Aguiluz.

Tras las expropiaciones de tierra hondureña en manos de salvadoreños, siguió una cruenta campaña de persecución en contra de los connacionales a lo largo y ancho del territorio vecino se les exhortaba a abandonar Honduras, surgieron incluso grupos armados ocupados en el desalojo y hasta exterminio de salvadoreños.

Los atropellos en contra de salvadoreños en Honduras siguieron durante varios meses de 1969, el éxodo hacia El Salvador era masivo, por los pasos fronterizos del norte del país ingresaban miles de personas huyendo de la xenofobia hondureña, situación que se convirtió en un determinante del estallido bélico y razón por la cual la guerra es denominada también “de la Legítima Defensa”.

“La guerra activó un fuerte sentimiento nacionalista, se unieron para ir al frente de batalla guardias cantonales, agentes de la Organización Democrática Nacionalista (ORDEN) afín al Ejército, Policía Nacional, Guardia Nacional, todos iban en pelotones rumbo a Honduras”, describe Aguiluz.

A primeras horas del 14 de julio la Fuerza Aérea Salvadoreña bombardeó los aeropuertos de Toncontín y La Mesa, con poco éxito a lo que la Fuerza Armada Hondureña respondió con sendos ataques al aeropuerto de Ilopango y los puertos marítimos de Acajutla y Cutuco, con escasa efectividad. La inexperiencia parece haberles pasado factura, Centroamérica no vivía conflictos de esta naturaleza desde hacía tiempo.

En tierra la táctica militar de la tropa salvadoreña fue superior, controlando más de una decena de localidades hondureñas fronterizas, la avanzada militar quizá pudo ser mayor si el conflicto no hubiera sido breve. Entre la población salvadoreña, impregnada también con el nacionalismo coyuntural, corría el rumor de que El Salvador contaría con costas en el Atlántico.

La Organización de Estados Americanos (OEA) sirvió de mediadora entre las partes beligerantes, pactando el cese de las hostilidades en la noche el 18 de julio, para que entrara en vigor a partir del día 20. La tropa salvadoreña mantuvo la ocupación del suelo hondureño hasta principios de agosto.

El historiador Ángel Aguiluz considera que la guerra con Honduras se convirtió en un determinante para llevar a cabo una reforma agraria en El Salvador en la década de los setenta, en un intento por reubicar a las decenas de miles de deportados de suelo hondureño.

 “El saldo social y demográfico de la guerra fue más grave en El Salvador nadie sabía qué hacer con tanta gente, en la capital provocó un incremento de la marginalización, aparecieron comunidades en predios y aumentaron los mesones”, explica.

El mito del fútbol

Semanas antes del inicio de la guerra, las selecciones de fútbol de El Salvador y Honduras se disputaban la oportunidad de jugar por primera vez una Copa Mundial de Fútbol, a celebrarse en México el año siguiente.

El 8 de junio de 1969 la selección hondureña se llevó el primer asalto ganándole un gol por cero a la salvadoreña en Tegucigalpa; el 15 de junio el cuadro salvadoreño batió tres por cero a los hondureños, y dado que en aquel entonces no se tomaba en cuenta la diferencia de goles, un último partido se disputó entre ambas escuadras en la Ciudad de México el día 27, el resultado fue favorable a los salvadoreños con marcador de tres por dos.

El fútbol fue solo víctima de las circunstancias.

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