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Las arenas movedizas

Nelson López*

El funcionario llegó contento de que le daban la gran oportunidad de dirigirse a la población, se preparó para no segregar demasiada saliva, saludó a los televidentes con plante casi ingenuo y luego dirigió su mirada al entrevistador que más que eso parecía un enemigo del invitado, una cara cuadrada como que en pocos minutos pronosticaría un huracán de esos que destruyen no solamente casas, sino que también almas en pena.

Los temas no podían ser otros, tenían que ser como trampas para que el entrevistado soltara una ensarta de sandeces y posteriormente exponerlo en esas vitrinas que exhiben lo peor del Gobierno, como ecos, con los editoriales, las reacciones de la oposición y la gran caja de resonancia de los afamados tanques de pensamiento de donde salieron los presidentes, y sus analistas, bien pagados por quienes nos gobernaron durante 20 años.

El funcionario, que más parecía un diplomático de primera línea, se dispuso y respondió con normal tranquilidad ya característica en él, y comenzó a esquivar el fuerte ataque meteorológico, que en cada momento se volvía más sarcástico y duro, como jamás lo hace con sus financistas o más bien con sus benefactores o clientes de los publirreportajes.

De pronto, llegó una tímida y muy vaga apreciación del entrevistado con respecto a la corrupción y así, como no queriendo entrar en polémica soltó la pedrada temerosamente y escondió la mano… -es que la corrupción destapada en estos días es ocultada por los medios…- y los televidentes atentos comprendieron que se refería a todos los cheques girados y recibos firmados, y a los libros que llevaban la contabilidad manuscrita que jamás fueron noticia para los medios de derecha.

Era totalmente comprensible para quienes nos informamos en las redes sociales y en los periódicos digitales de lo que verdaderamente sucede en nuestro país. Los ladrones de los fondos del pueblo estaban al descubierto y los únicos que no informaban sino que encubrían eran los mismos de siempre, que por años vivieron de esos fondos que jamás permitieron una escuela reconstruida, ni hospitales nuevos, ni mucho menos viviendas para los más pobres de los pobres.

El entrevistador, totalmente descompuesto ante la tímida respuesta, tiró su guadañazo y con ojos fúricos, vidriosos y agarrando el plante de alta dignidad, ripostó, balbuceando la gran verdad que siempre esconden: -MOMENTO, SE ESTÁ METIENDO EN ARENAS MOVEDIZAS- y fue así que quedó claro que son arenas pantanosas y que tienen su pertenencia bien afincada y que jamás dirán nada en contra de su arena, por mucho que les quieran obligar a que informen de esa oprobiosa corrupción que nos tiene sumidos en la peor pobreza.

Y así los pocos salvadoreños que encienden su televisor para ver qué dicen las arenas movedizas se percataron que no queda ninguna duda que son areneros de pura cepa, que pueden hundir a todos aquellos que consideran sus enemigos e igual ocultan la pudrición de esos sus amigos que les apertrechan de dinero para que callen y hagan acopio de sus habilidades para soltar y repartir rumores que ya muy poca gente les da importancia. ¡Cuidado! No hay que creer en esas arenas pantanosas.

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