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El sacerdote Douglas Crespín recalca durante la eucaristía en la Cripta de Catedral Metropolitana, que los pobres son un tesoro y tienen un lugar preferencial en la iglesia. Foto Diario Co Latino/cortesía.

La iglesia de Jesucristo debe estar al lado de los pobres

Alma Vilches

@AlmaCoLatino

En la eucaristía dominical celebrada en la Cripta de Catedral Metropolitana, el sacerdote Douglas Crespín enfatizó que el papel del profeta tiene doble función, la primera es evangelizar, pero la segunda no es tan agradable, se trata de renunciar al pecado, las injusticias, y todo aquello que no es agradable a los ojos de Dios, porque el cristiano no puede ser indiferente ante el sufrimiento y la vida del otro en el camino de la salvación, pues la iglesia de Jesucristo debe estar al lado de los pobres.

“De acuerdo a la Doctrina Social de la Iglesia, los pobres son un tesoro y tienen un lugar preferencial, porque una característica del pobre es la necesidad, por eso todos debemos pedirle al Señor ser pobres y necesitados de su palabra, de la eucaristía, porque vivimos en una indiferencia a las cosas de Dios. Si la persona no tiene a Dios en su corazón es totalmente pobre, aunque tenga o esté llena de cosas materiales. Hay muchos ricos que se han salvado por compartir, por vivir la generosidad y pensar en el otro”, afirmó.

El padre Crespín dijo que la vida de las personas muchas veces puede estar puesta en otras cosas, pero debe estar únicamente en las manos del Dios verdadero, porque es quien sostiene al hombre y ayuda en sus necesidades, por eso el mensaje de la celebración dice “maldito el hombre que confía en otro hombre”, pues algunas veces la confianza es puesta en falsas promesas.

“Si nosotros ofrecemos el sufrimiento para nuestra purificación, o para la conversión de aquellos que andan haciendo el mal tiene un sentido distinto, porque Dios no quiere la muerte del pecador, sino que se arrepienta y viva. La pobreza de la cual nos habla el evangelista es sentir siempre la necesidad de Dios, que él vaya gobernando nuestra vida, el problema no es tener o no tener las cosas materiales, sino cuánto yo amo, ser generoso y practicar la caridad”, manifestó el religioso.

Monseñor Romero desde el comienzo de su ministerio arzobispal, en 1977, fue querido y admirado por muchos, sin embargo, los pobres y quienes estaban con ellos, captaron pronto y muy bien que con el obispo mártir la iglesia se volcaba hacia ellos en cuerpo y alma. Pero es sabido que a lo largo de su vida, estorbó a los poderosos, y era muy consciente de lo que le podía suceder; aprendió a vivir con un Dios muchas veces empequeñecido en la iglesia y a quien siempre encontró en los pobres, dentro y fuera de ella.

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