Carlos Burgos
Fundador
Televisión educativa
–De esa horchata quiero yo. Sabrosa, original…
Ya tenía algún tiempo de no asistir a la inauguración de un centro educativo. Pero este 11 de noviembre 2016, con mi coterráneo Carlos Abarca nos encaminamos a uno de los municipios de nuestro departamento de Cuscatlán, San Pedro Perulapán y llegamos a la comunidad «La Cruz».
Nos recibió el ingeniero Miguel Hernández y como siempre he sido preguntón, sin más preámbulo, le dije:
–¿Qué pretenden con esta entidad?
–Hoy nace el primer Instituto Técnico Vocacional Agroecológico del país, en el nivel de Educación Media, enfocado a la seguridad alimentaria, produciendo en barrancos y laderas, con orientación ecológica, que ayude a disminuir enfermedades producidas por los químicos en los alimentos.
Me pareció un destello de amplio espectro: seguridad alimentaria, agroecológico, barrancos laderas, enfermedades, químicos, vocacional. Esto despertó mi curiosidad.
–¿Y cómo van a lograr esto?
–Impulsando valores, por ejemplo, la pasión –me sorprendí y me aclaró–. Cuando las cosas se hacen con pasión se logran. Además aplicaremos el método aprender-produciendo, que permite obtener productos para satisfacer necesidades de los actores del proceso y de otras personas. Se cuenta con cuatro manzanas de terreno con el relieve de nuestra realidad, para el funcionamiento integral del instituto.
Se inició el acto con la bienvenida del alcalde de San Pedro Perulapán, don Lázaro Flores. Después la licenciada Reyna Hernández, presidente de la «Fundación José Cristobal Hernández», organización fundada en honor del diputado de Cuscatlán fallecido en 2008, en un accidente de tránsito. Esta entidad se ha trazado cuatro ejes temáticos: Educación, Producción, Salud y Cultura. Ha trabajado como voluntariado en seis comisiones: Académica, Logística, Gestiones, Sostenibilidad, Administración y Ciencia-tecnología.
Han construido las instalaciones, y cuentan con mobiliario y equipo. Fomentarán los valores entre ellos la solidaridad que llevará a mejorar la calidad de vida del ser humano. Se preocuparán por hacer realidad los sueños de los jóvenes, elevando la calidad del bachillerato, para compartir el conocimiento en sus comunidades. Ofrecerán capacitaciones a otros centros educativos. La directora del instituto es la licenciada Ligia López., se expresó con entusiasmo acerca del desarrollo de este centro. El agrónomo, Alex Mejía, de la comisión Académica dirigió el diseño del proyecto que incluye el Plan de Estudios.
El viceministro de Educación, Francisco Castaneda, habló de vincular la comunidad con la escuela, y la escuela con la comunidad. Mencionó que Cuscatlán es el único departamento, donde ha aumentado la matrícula escolar y ha bajado el nivel de deserción. Agregó que en este instituto se aplicarán nuevas técnicas amigables con la tierra, y con pocos recursos mejorarán la alimentación. Concluyó que el conocimiento debe estar en función social.
Se firmó un convenio con la Cooperativa el Corozal, agropecuaria y pesquera, de Suchitoto. El instituto les ayudará en lo técnico y la cooperativa aportará sus instalaciones y recursos humanos.
Enseguida nos sorprendió la orquesta sinfónica Infantil «Armonía Cuscatleca», integrada por 27 niños de 9 a 12 años de edad, de San Pedro Perulapán, conducida por el maestro Pablo Méndez. Interpretaron, El Carbonero y en otro momento, la Quinta Sinfonía. Excelente ejecución.
Se procedió a develar la placa de fundación del instituto y a realizar un recorrido por las instalaciones y su entorno. Por aquí descubrí a la chica que nos sirvió café con pan dulce cuando llegamos. Hoy estaba elaborando horchata de morro. Era Ivania Hernández, pertenecía a la comisión Logística.
Una doncella, morena, guapa, con ojos expresivos. Colaba la horchata en una manta, y como no se filtraba con rapidez, ella la apretaba con sus dulces manos, y entonces salía el chorro de horchata.
–Produces horchata de morro y de manos –le dije.
Aceptó, moviendo su cabeza y mirando mi mirada.
–De esta horchata quiero yo –señalé la que salía de sus manos.
–¿Por qué? –me dijo.
–Lleva el jugo de tus manos que quiero llevarme dentro de mí.
Ella sonrió y me dijo:
–Ponga su cumbito, pues.
Acerqué un típico depósito de morro, lo llenó y me lo empiné con el fulgor de su mirada.