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Fidel Castro, el mejor discípulo de Martí

La Habana/Prensa Latina

Por M. Sc. Maida Millán Álvarez, Investigadora Auxiliar*

Colaboradora de Prensa Latina

Para Fidel Castro, descubrir a José Martí fue hallar el rumbo correcto a un destino incuestionable. No es casual que, en su alegato de defensa por la causa del Moncada, señalara al Maestro como el autor intelectual del asalto a esa fortaleza. Como tampoco lo es que en 15 ocasiones lo mencionara con referencias directas a siete fragmentos de su obra.

Ello deja claro la continuidad de los ideales de Martí, los cuales encuentran cauce en la nueva etapa de lucha y sirven de base a la concepción revolucionaria del joven Fidel.

“…Parecía que el Apóstol iba a morir en el año de su centenario, que su memoria se extinguiría para siempre, ¡tanta era la afrenta! Pero vive, no ha muerto, su pueblo es rebelde, su pueblo es digno, su pueblo es fiel a su recuerdo…” (1).

Esas palabras pronunciadas en el alegato de autodefensa ante el tribunal que le juzgó y condenó en Santiago de Cuba, junto a los jóvenes de la Generación del Centenario, marcó una convicción de lucha, en tanto da sentido a la continuidad de un ideario.

En el 150 aniversario del natalicio de nuestro Héroe Nacional, el 29 de enero de 2003, Fidel expresó: “…Los que reanudamos el 26 de julio de 1953 la lucha por la independencia, iniciada el 10 de octubre de 1868, precisamente cuando se cumplían cien años del nacimiento de Martí, de él habíamos recibido, por encima de todo, los principios éticos sin los cuales no puede siquiera concebirse una revolución. De él recibimos igualmente su inspirador patriotismo y un concepto tan alto del honor y de la dignidad humana como nadie en el mundo podría habernos enseñado…”.

De lo anterior se derivan elementos indiscutibles para valorar el nexo entre Fidel y Martí, y aunque muchos autores se han referido a esta relación, no es óbice volver sobre ello, hombres que se adelantaron extraordinariamente a su momento histórico.

 

¿CUÁNTO INFLUYÓ MARTÍ EN FIDEL?

La respuesta podría ser simple y obvia en el sentido afirmativo. La escuela y la universidad dieron coherencia y sistematicidad a Fidel en la lectura y asimilación de la prédica del Maestro, en su etapa de maduración política como líder estudiantil y más tarde joven abogado que se introdujo en las lides políticas con un extenso manejo de la obra martiana.

Fidel vivió su infancia y juventud en una sociedad que había hecho de Martí paradigma de la nación cubana que, en los años del frustrado proceso revolucionario del 30, sometió a crítica el sistema neocolonial, y lo hizo desde las maneras de Martí.

Las batallas de entonces, por la Constitución de 1940 y las esperanzas de adecentamiento y dignificación moral representadas por Eduardo Chibás, desconocidas por los gobiernos del Partido Auténtico, tuvieron como punta de lanza el verbo martiano.

El líder de la Revolución Cubana también había bebido de la fuente de los revolucionarios de las décadas de los años 20 y 30: Julio Antonio Mella, Rubén Martínez Villena, Antonio Guiteras, Pablo de la Torriente Brau, todos ellos igualmente imbuidos de la prédica martiana, y coincidentemente, todos marxistas revolucionarios.

Esto no resultó contradictorio para el joven Fidel, él mismo lo explicaba cuando señaló: “…Yo en ese momento tenía una doble influencia, que la sigo teniendo hoy: una influencia de la historia de nuestra Patria, de sus tradiciones, del pensamiento de Martí, y de la formación marxista-leninista que habíamos adquirido ya en nuestra vida universitaria…”. (2)

Y explica: “…de lo primero que yo me empapo mucho, profundamente, es de la literatura martiana, de las obras de Martí, de los escritos de Martí; es difícil que exista algo de lo escrito por Martí, de sus proclamas políticas, sus discursos, que constituyen dos gruesos volúmenes, deben ser unas dos mil páginas o algo más, que no haya leído cuando estudiaba en el bachillerato o estaba en la Universidad…” (3). Las referencias constantemente a Martí lo reafirman.

Como prueba de su adscripción plena a la ética martiana, al referirse al martirologio del Moncada y describir los crímenes de la tiranía contra sus compañeros prisioneros y asesinados, afirmó Fidel en 1955: “…Eduqué mi mente en el pensamiento martiano que predica el amor y no el odio…”.

De tal manera, la articulación del ideario martiano con el marxismo leninismo, que se produjo durante la última etapa de la lucha por la liberación nacional y la revolución en el poder, se aprecia cuando Fidel anuncia: “…Traigo en el corazón las doctrinas del Maestro y en el pensamiento las nobles ideas de todos los hombres que han defendido la libertad de los pueblos…”, que sintetiza la esencia del planteamiento teórico-práctico de la Revolución Cubana.

La relación íntima y sistemática que se establece entre la obra y el pensar de Fidel Castro con la de José Martí es consecuencia, desde luego, de la voluntad de Fidel, quien desde el principio lo dejó plasmado en sus primeros textos políticos.

ENSEÑANZAS APRENDIDAS DE MARTÍ

Entre las enseñanzas aprendidas de Martí, quizás lo más importante fue su sentido del deber, de la moral, de la dignidad humana, del camino de servicio que se ha de emprender en la vida frente a las ambiciones materiales, a los apetitos de poder y a las vanidades. Toda la gloria del mundo cabe en un grano de maíz, repetiría frecuentemente.

El combate contra el imperialismo de Estados Unidos fue siempre entendido por Fidel como la continuación del que en silencio emprendiera Martí, quien, además, a su juicio, es la fuente esencial de los sentimientos latinoamericanistas y de las muestras de solidaridad e internacionalismo expresadas durante todos estos años por los cubanos.

De ese modo, y dado el objetivo antillanista de Martí, la Revolución Cubana no ha cejado en su apoyo manifiesto hacia la unión de los pueblos de lo que él elige llamar de forma entrañable Nuestra América, la que va del sur del río Bravo hasta la Patagonia, la misma que, según anuncia el poeta revolucionario, “habrá de levantarse sola, y como un solo pueblo”.

Fidel quedará para la historia como un líder moral, continuador de esa gran fuerza que proclamara Martí que es el amor a la patria, el apego a los pobres de la tierra, la fe en el mejoramiento humano y en la utilidad de la virtud. Su comunión con Martí le sirvió para desarrollar y desplegar sus especiales cualidades como líder político.

Cuánta verdad, por tanto, en su declaración pública de 1955: “…Es el Apóstol el guía de mi vida…”. Y lo fue en sus preceptos de: Patria es Humanidad. Con los pobres de la tierra quiero yo mi suerte echar…, y viví en el monstro y le conozco sus entrañas.

Fidel, como nadie, llevó a la práctica las ideas del Maestro.

arb/mma

*Tomado del Boletín Revolución, perteneciente a la Oficina de Asuntos Históricos de la Presidencia de la República de Cuba.

Notas:

(1) Castro Ruz, Fidel. La Historia me absolverá. Oficina de Publicaciones del Consejo de Estado. La Habana, 2005. Pág. 88.

(2) Compilación de Dolores Guerra, Margarita Concepción y Amparo Hernández. José Martí en el ideario de Fidel Castro. Centro de Estudios Martianos. La Habana, 2004. Pág. 287.

(3) Ibídem.

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