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En julio llegó un Julio: Toma de posesión de un presidente constitucional

Víctor Manuel Valle Monterrosa

El 1 de julio de 1962, hace 59 años, tomó posesión como presidente constitucional de la República de El Salvador el teniente-coronel Julio Adalberto Rivera Carballo. Así les decían a los presidentes de antes, durante la dictadura que con Julio Rivera se hizo un poco dictablanda.

Julio Rivera, alias Julión, había llegado a la Presidencia como candidato único. Así era antes y nadie, ni los abogados del dólar ni los del rublo, ni los de la lira vaticana decían ni pío. La Constitución no se tocaba ni con el pétalo de una rosa. Es más, la del 1962 la aprobaron en una noche para adaptarla a la candidatura de Julión. Todos los 52 diputados eran de un solo partido, el Partido de Conciliación Nacional ya consolidado como instrumento de la tríada oligarquía-militares-Embajada de Estados Unidos.

Nadie dijo nada. Ni el Diario de Hoy, ni La Prensa Gráfica, ni las asociaciones de abogados, ni la Embajada de Estados Unidos. El Salvador estaba en calma chicha y bajo control

A veces, como chiste malo, los matones en política, generalmente de derecha, le decían “La Constitución”, a una pistola 45 que andaban en un bolso de cuero que después recibió el apelativo de “mariconera”.

Julión tomó posesión después de una campaña sosa y embrutecedora. La AGEUS, de muchas glorias pasadas y ahora ignoradas, es decir, los estudiantes universitarios organizados de la Universidad de El Salvador, la única por ese entonces, introdujo unas gotas de gracia y humor a la campaña. Anunció que propondría un digno candidato que se opusiera a Rivera, candidato de la dictadura oligárquico-militar que ya ajustaba 30 años de existencia.

Los voceros y plumíferos del oficialismo se lanzaron a decir que estaban dispuestos a hacer los ajustes de la ley para que la AGEUS contendiera como partido político.

Claro, para ellos las leyes eran como de plasticina y las acomodaban para poner un poco de orden aparente en el deschongue general cuando nadie, ni los connotados jurisconsultos, hablaban de debido proceso ni del Estado de Derecho (Era mejor decir garantías procesales e imperio de la ley, pues aún no habían venido consultores que nos tradujeran el  Due Process y Rule of Law y nos enseñaran a decir debido proceso y Estado de Derecho).

Por fin, la AGEUS presentó su candidato, con base en una ocurrencia de Ivo Alvarenga: un burro vestido de coronel (Ivo explicó que la ocurrencia se basó en algo que había pasado en Brasil cuando por similares razones se propuso a un hipopótamo).

Ahí quedó la ocurrencia, que arrancó carcajadas y aplausos en la Plaza Libertad cuando aparecimos con el digno candidato, un burro antecedido con una manta que decía: “Este burro es coronel, este coronel es burro”. Y otra con un mensaje político: “Salvadoreño: por el bien de la patria, no votes”. Era la denuncia contra la mascarada que hacía parecer que en El Salvador había democracia y que el presidente era constitucional.

Entonces, así llegó ese 1 de julio que tomó posesión el tal Julio. Mientras se desarrollaba la ceremonia de toma de posesión en el Gimnasio Nacional y los sempiternos quitamotas de los dictadores sonreían y aplaudían desde las graderías para tantear un puesto (o “huezo” le dice el pueblo de siempre), una manifestación organizada por el FUAR se pronunciaba enfrente de la Embajada de Estados Unidos que en ese tiempo estaba en una antigua mansión esquinera de la Calle Arce, a pocas cuadras del Hospital Rosales.

Los manifestantes, como protesta, embadurnaron la fachada con pintura rojo y verde que eran los colores de la bandera del FUAR (Frente Unitario de Acción Revolucionaria), organización desprendida del Partido Comunista y que pretendía llegar a ser una organización político-militar. Eran los tiempos de la influencia de la revolución cubana.

Pero en 1962 esos enfoques estaban fuera de orden, pues ya había comenzado un proceso de distensión y varios factores le quitaron posibilidades a pensar siquiera en una insurgencia izquierdista armada. “El Grupo” y las FPL aparecerían varios años después.

El Embajador de Estados Unidos en El Salvador era Murat Williams, nombrado por el presidente Kennedy y que fue un promotor de cambios políticos y sociales  en el marco de la Alianza para el Progreso, el programa concebido  por Estados Unidos para contener el avance de los simpatizantes de la revolución cubana que estaba en sus primeros años de existencia. Julión calzaba bien en el marco de la Alianza para el Progreso y comenzó una apertura que merece más análisis para otras recordaciones.

Recuerdo a Murat Williams llegando a la sede de la Embajada para ver los estragos dejados por los manifestantes. La zona fue cercada por la policía y, en pocas horas, cuadrillas de trabajadores limpiaron los escombros y pintaron la fachada y “aquí no pasó nada” y cuando se narraba la hazaña de los manifestantes, se quedaba como mentiroso pues la gente decía: “si yo pasé como a las 4 en bus y todo estaba limpio”.

Murat Williams era un veterano de la segunda guerra (fue oficial de la Armada) y después estudió en prestigiosas universidades (Virginia y Oxford) para hacer carrera diplomática. Era de la onda progresista, “liberal”, como les dicen en inglés.

En la década de los 1980 lo visitamos en su casa rural de Winchester, Virginia, cuando  hacíamos cabildeo y promoción para una solución política negociada al conflicto armado interno alimentado por la guerra fría, por entonces en vías de evaporación. Fuimos Fabio Castillo Figueroa, Francisco Altschul y yo. Se mostró solidario y comprensivo con la lucha que libraban el FMLN-FDR y nos comentó las discusiones que tuvo, entre 1961y 1964, con oligarcas de El Salvador reacios a cualquier cambio social.

Fue muy comentado el intercambio epistolar público que, en 1963, tuvo Murat Williams con el rector de la UES Fabio Castillo Figueroa en las que el rector Castillo expresaba sus posiciones sobre la soberanía y la dignidad nacional y el embajador respetuoso reiteraba su adhesión a los principios de la democracia y el desarrollo.

Pocos años después de haberlo visitado, supe que murió de un infarto en 1994, en la misma casa donde lo visitamos, que estaba en una propiedad donde el, ya  retirado, se dedicaba a la agricultura.

Todos esos recuerdos se me han venido el 1 de julio de 2021, 59 años después de  la llegada de Julión Rivera como presidente de El Salvador.

Los mismos años transcurridos antes de ese 1962 nos colocan en 1903, el comienzo del siglo XX. El presidente era el terrateniente cafetalero Pedro José Escalón a quien le tocó pasar por una guerra con Guatemala, en la que murió en combate el general Tomás Regalado, otro presidente terrateniente.

¿Cómo será nuestro país, dentro de 59 años, en el 2080?

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