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El legado de Herbert Anaya y la lucha actual por los DD.HH.

Por: Leonel Herrera*

Esta semana se realizó el XXI Congreso de Derechos Humanos, organizado por el Colectivo “Herbert Anaya Sanabria”, para conmemorar el legado del abogado mártir y generar un debate a fondo sobre las problemáticas actuales relacionadas con los derechos humanos.

Los foros de discusión incluyeron temas como la situación de impunidad de los casos de graves violaciones a derechos humanos cometidos durante la guerra civil, los negacionismos y la memoria histórica, la situación actual periodismo y la libertad de expresión, crisis del sistema de pensiones, situación económica del país, víctimas inocentes del régimen de excepción, problemáticas ambientales y la consolidación autoritaria.

El acto más memorable del congreso fue la presentación del libro titulado “Cuando los perros comían candelas”, escrito por Bill Hutchinson, un antiguo colaborador de la Comisión de Derechos Humanos de El Salvador (CDHES) y amigo de la familia de Herbert Anaya.

En el libro, el autor narra su encuentro con Herbert Anaya y su relación de apoyo al trabajo de la Comisión, especialmente la experiencia solidaria de 28 jóvenes estadounidenses que vinieron al país a acompañar la defensa de los derechos humanos y a proteger con su presencia a defensores y defensoras salvadoreñas, especialmente a quienes integraban la CDHES.

El libro también incluye relatos como el testimonio de Mirtala López, quien sufrió desde niña la represión gubernamental, el asesinato de su padre y hermanos, la persecución y la tortura por defender los derechos humanos siendo aún muy joven; la historia de Brian Wilson, un pacifista ex vetarano de la guerra de Vietnam, quien perdió sus piernas arrollado por un tren mientras protestaba contra el envío de armas estadounidenses a Centroamérica; y las confesiones de César Joya Martínez, un ex soldado miembro de los escuadrones de la muerte, que participó en el asesinato a decenas de personas acusadas de apoyar a la guerrilla y luego tuvo que huir para evitar ser asesinado él también.

Bill Hutchinson describe a Herbert Anaya como un hombre “audaz, enérgico, resiliente y con sentido del humnor”; quien “no permitía que los matones que lo habían capturado, torturado y encarcelado aplastaran su entusiasmo”.

Anaya fue asesinado el 26 de octubre de 1987 en su momento cumbre al frente de la CDHES. Semanas antes de ser acribillado declaró estas célebres palabras: “La preocupación de no trabajar por la justicia es más fuerte que la posibilidad cierta de mi muerte; esta última no es más que un instante, lo otro constituye la totalidad de mi vida”.

Hutchinson resume su experiencia con Anaya de esta manera: “Herbert, su vida y su muerte, convirtió el concepto cristiano de la resurrección en una realidad viva para mí. Para mí, él está vivo y está profundamente integrado en mi ser. Como Monseñor Óscar Romero, él también vive en el pueblo de El Salvador. Cada vez que parto el pan de la comunión, es a Herbert a quien debo la sincera experiencia que vivo. A Herbert le debo mi capacidad de entender la resurrección de Cristo como una experiencia viva. El espíritu de Herbert prevaleció durante su vida y él sabía que prevalecería en su muerte”.

El legado de Herbert Anaya es realmente una bendición en este contexto de nueva lucha por los derechos humanos frente a un régimen autoritario y dictatorial que, con el argumento de la seguridad, ha suprimido el debido proceso judicial y ha violado los derechos de miles de personas inocentes que no tienen relación con grupos criminales. Régimen que, además, violenta de manera sistemática derechos económicos, sociales, ambientales y culturales de toda la población.

El ejemplo de Herbert Anaya es una fuente viva de inspiración que debería llenar a todas y a todos de valor e indignación para perder el miedo y luchar por los derechos humanos hoy. Sólo así podremos contribuir a la búsqueda de nuevos caminos democráticos y nuevas propuestas de verdadera transformación de las estructuras injustas.

El horizonte es la construcción de una sociedad “según el corazón de Dios”, como decía Monseñor Romero. Alvaro Artiga, en su brillante sistematización de las “ideas políticas” del arzobispo mártir, plantea que esta nueva sociedad estaría basada en estos diez principios: fraternidad, pluralismo, equidad, justicia, inclusión, responsabilidad ecológica, racionalidad, libertad, bondad y participación.

*Periodista y activista social.

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