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El abismo que nos separa

EL ABISMO QUE NOS SEPARA

Por Wilfredo Arriola

Reparar en gente que presume de tantas cosas de las que me avergonzaría es también reparar que no existe mayor abismo entre dos personas que eso. Eso es cultura, es educación, es entender, como expresó Kant: “El hombre llega a ser hombre exclusivamente por la educación; es lo que la educación hace de él”. Es acertado, tanto así que podemos conversar con una persona y sabernos tan lejanos de su manera de ser, pero la educación nos hace pares, a pesar de las circunstancias internas.

Tantos escenarios para ponerlo en evidencia. Ultimadamente la política se vistió de escaparate para mostrar la verdadera esencia de cada uno. Ser solidarios en respetar la opinión de los demás. Las palabras que se le adjudican polémicamente a Voltaire se esfumaron, su clásica sentencia de sentido común: «Estoy en desacuerdo con lo que dices, pero defenderé hasta la muerte tu derecho a decirlo», frase que es destacada en la biografía a la escritora del Reino Unido Evelyn Beatrice Hall. ¿Se perdió esa forma de sentido común?

Hay muchas respuestas alusivas a esa interrogante, parece ser que cada vez que defendemos nuestros ideales lo hiciéramos con arma en mano y creando un cerco entre los demás, que no solo nos divide, también nos hunde, porque no somos una isla. Ante lo ocurrido en los últimos días en El Salvador es muy notorio darse por enterado de la personalidad de los individuos, quienes en su condición sacaron sus mejores posturas para mostrar de qué están hechos, de qué lado están y adónde nunca pertenecieron, con lo ambiguo que es la palabra “nunca” porque en su generalidad es ponerle fecha a lo negado.

Somos así. Una consecución de ideas, de planteamientos, de justificaciones a nuestra vida, en donde guardar silencio no hace que desaparezcan. Con no defender lo que pensamos no se evitará que siempre estemos bajo ese territorio en el cual nos ubicamos.  Ser neutro es estar del lado del opresor, dicen por ahí, y habrá que entenderlo a su momento o a su desgracia.

Ahora que las aguas están procurando volver a su cauce, también las personas tratan de regresar al lugar donde han permanecido, donde descansan al lobo o al cordero que llevan dentro. Las palabras dichas, la piedra tirada y el acto concebido no se olvida, queda en lo indeleble de la historia. Muchos en este tramo habrán consolidado amistades, perdido algunas, recreado bandos, manchado su reputación o establecido caminos para el futuro, otros en su defecto a su camino lo llenaron de intransitables piedras que no continúan el camino, sino piedras que detienen el precipicio. Todo está dicho. Quienes se comportaron con mesura seguirán teniendo la paz que les gobierna, quienes actuaron con rebeldía tendrán en su lista lugares a los que pisar con cautela. Todo acto conlleva una reacción, tener la valentía de aceptarlo nos dignifica.

La vida continua, vida que en nuestro país es mejor tener más aliados que enemigos. Momentos en que necesitaremos de la mano amiga o del brazo consolador. Nos volveremos a unir con seguridad, ojalá que en ese nuevo entonces, por las razones que sean, sea para bien y eso no genere una división, con seguridad el país lo volverá a vivir.

A pesar de eso el odio, la deslealtad, la corrupción, la traición, la hipocresía, son detalles que nos dividen, y está bien saberlo de donde venga. Que sean mejores situaciones las que nos acerquen, la camaradería, la integridad, la solidaridad, la tolerancia, para trabajar desde un enfoque más digno a pesar de las divisiones personales que tengamos. Lo necesitaremos.

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