José M. Tojeira
En El Salvador nos gusta manejar principios, leyes, valores, para acusarnos mutuamente. Creemos que es más inteligente el que da más datos, el que conoce el pasado y los errores de los demás, el que espía, investiga al prójimo, o el que tiene suficiente dinero y poder como para ser inmune a las intrigas ajenas. Nos gustan frases como la trillada de “el conocimiento es poder” y otras parecidas. Sin embargo solemos desvincular de la inteligencia a la bondad. Frente a eso es interesante ver cómo muchas personas que han optado por la bondad como elemento fundamental de vida, han pasado a la historia como maestros de vida. Como que la bondad, sin quitarle valor al conocimiento, es mejor maestra de vida, enseña más, que el conocimiento. Óscar Wilde tiene un breve cuento poético, “El maestro de la sabiduría”, en el que contrapone el conocimiento y el amor.
El conocimiento se gasta, por mucho que se aprecie. El amor lleva a la plenitud. Ambos son necesarios, pero el cuento trata de decirnos que si el conocimiento y el saber no conducen al amor y la bondad, terminan siendo muy poco útiles para el propio desarrollo de la persona. San Ignacio de Loyola, con su fina intuición religiosa decía que «No el mucho saber harta y satisface al alma, sino el sentir y el gustar de las cosas internamente». Confundir a los listos con los buenos, a los hábiles para crecer y aprovecharse de los demás, a los acumuladores de poder o de dinero como los mejores, lleva al mundo a una enorme cantidad de situaciones realmente tristes, injustas y, con cierta frecuencia, trágicas.
Cuando vemos en nuestro país el culto al poder como fuente de veracidad, cuando escuchamos, a otro nivel, que la inteligencia artificial nos va a sustituir en trabajos e incluso en decisiones, uno termina preguntándose quién estará detrás del poder, manejando los hilos del mismo, y quién estará detrás de las máquinas que nos sustituyan decidiendo lo que nos corresponderá hacer o sufrir a los descartados. La única defensa que nos queda hoy y que nos quedará siempre es el desarrollo del pensamiento crítico y el cultivo de la bondad. Sin ellos corremos al fracaso humano tanto a nivel internacional como dentro de nuestro país.
El pensamiento crítico se desarrolla en la información, en el debate y la opinión libre, en la transparencia y el acceso a la información pública, en el estudio de la realidad y en la observación de las relaciones sociales. La bondad nace siempre de la capacidad de compasión del ser humano, de la escucha de las necesidades y vivencias de quienes sufren marginación y de compartir con ellos sus anhelos. Los primeros autores cristianos llenos de inspiración, llegaron a decir que no podemos amar a Dios, a quien no vemos, si no amamos a nuestros hermanos a los que sí vemos. La bondad no existe sin relación fraterna y sin el deseo de eliminar toda victimización injusta. Conocimiento y bondad deben ir juntos, si deseamos un mundo más humano. Pero la bondad debemos considerarla prioritaria.
En El Salvador necesitamos con urgencia unir estos dos aspectos tan fundamentales para la propia vida de los países. Hoy una parte de nuestro conocimiento se construye desde los intereses del poder más que desde la realidad. Se asegura que vivimos sobre una proporción impresionante de oro disuelto en nuestra tierra, pero se dice que la información es secreta. La mentira se convierte con facilidad en apotegma de los poderosos, aplaudida con bombo y platillo en las redes invadidas desde el poder. Un poder que solo da a elegir entre la obediencia y el convertirse en víctima de un odio absurdo. Se habla de desarrollo pero no se observa preocupación real por el desarrollo de los más marginados.
Se ataca a las ong’s, pero se hace menos que ellas en favor los pobres. Se intenta confundir la bondad con el poder y no faltan personas que se dejan fascinar por la propaganda. Frente a ello necesitamos insistir en la bondad. El gobierno de los buenos no es violento ni represivo, no oculta información al ciudadano e invita siempre al diálogo cuando hay problemas. Ante un futuro en el que las máquinas van a tener demasiado peso, es necesario construir una convivencia social basada en la bondad y la solidaridad. Y hay que hacerlo antes de que los desaprensivos, los más violentos y los más desprovistos de conciencia, utilicen la inteligencia artificial para convertirnos en esclavos de su poder y sus intereses.