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Luis Arnoldo Colato Hernández
Educador
Embrutecerla.
Porque un pueblo embrutecido, es un pueblo dócil. Así, por ejemplo, la población aplaude sin más la supuesta gratuidad del transporte público, como la aparente seguridad, sin reflexionar que la primera supone continuar financiando desde lo público a privados, y la segunda se erige sobre arreglos bajo la mesa con el hampa, el narco y el crimen organizado.
Lo que por otro lado redunda en que además naturalice la población por parte del régimen, el nepotismo, el despotismo, las arbitrariedades, el derroche, la corruptela, el enriquecimiento ilícito, secuestrados en la fiesta delirante del régimen que hace abrazar a la población el supuesto de vida despreocupada y solvente que el régimen vende.
Cuando en realidad está excluida.
Los índices de lo social han caído en el pasado lustro, lo que la baja en empleo formal grita, la prueba PISA evidencia crudamente, la migración ilegal hacia terceros países exhibe, la corruptela y la impunidad imperantes evidencia, y el menor cumplimiento en lo presupuestario hace manifiesto, que sin embargo no se traduce en la demanda del soberano al régimen por resolver esos desafíos.
Consideremos un solo ejemplo.
Cuando arena vendió el supuesto de que privatizar las pensiones redundaría en un retiro digno, lo hizo con el gancho de sanear por un lado la supuesta corrupción del sistema público, inexistente, como de mayores rendimientos al individualizar las pensiones, lo que la cruda realidad reveló era falso.
Por otro lado, la corruptela imperante derivada de la gestión privada de lo estatal, ha supuesto no solo un manejo arbitrario del mismo, dirigido al beneficio particular de la oligarquía y los grupos de poder, desfinanciando así al estado, lo que ha derivado en que esa gestión privatizada le dé un uso irresponsable y arbitrario a lo público, incapacitando gravemente al estado, para finalmente y luego de cacerolear la totalidad estatal, apropiarse ahora del fondo de pensiones, al que solo queda el 20% de los ahorros acumulados por parte de los trabajadores.
Porque simplemente al manejar los diferentes gobiernos y este régimen, desde una óptica de lo privado a lo público, el consenso es “nadie dará cuentas”, porque el estado no pierde.
Pierde el soberano, quién al final y desde su precariedad debe resolver los equívocos y robos de las élites.
Y sin embargo y a pesar de estar a la vista, simplemente las mayorías no lo consideran, no derivan de la llana observación las causales estructurales tras estas situaciones, lo que supone para el futuro de la nación.
Por no tener las herramientas para emitir un simple juicio de valor sobre la realidad.
Para lo que tanto la desinformación, la escuela blanda y el pentecostalismo duro, hacen su labor a favor de conservar este amoral statu quo.
Porque la autocomplacencia y la naturalización por parte de la población, de esta condición, como además los privilegios para las élites, son el fin en sí mismo para ese embrutecimiento.
