Saúl Méndez
Colaborador
Este domingo 9 de noviembre de 2025 se celebró la misa correspondiente al 32° domingo del tiempo ordinario en la Cripta de la Catedral Metropolitana de San Salvador, presidida por el padre Antonio Cruz. Durante la homilía se recordaron las palabras de monseñor Óscar Arnulfo Romero, pronunciadas el 6 de noviembre de 1977.
La reflexión giró en torno a la esperanza cristiana y el compromiso con la vida, a partir del mensaje de Romero sobre la escatología y la presencia de Cristo en la historia.
“Cuando Cristo vino hace veinte siglos, comenzó la escatología. Es el último acto de Dios para darle a la historia su sentido final. El sentido final de la historia, el sentido relativo de todas las cosas, lo da Cristo: instaurar todas las cosas en Cristo. Solo aquello que se va apegando a Cristo ya está siendo escatológico”, manifestó monseñor Romero en 1977.
“El joven, el matrimonio, el anciano, el enfermo, el que cumple el deber o sufre una pena, si ya la sufre unida íntimamente con Cristo, rey de los siglos, ya está en la escatología. Por eso, en la Iglesia es clásico este movimiento que se expresa con estas palabras: ‘Ya, todavía no’. Como un péndulo de un reloj: ‘Ya, todavía no; ya, todavía no’”, explicó.
“Ese es el cristianismo: ya debo vivir como si estuviera en el cielo; todavía no, porque no se ha manifestado lo que soy. Ya siento mi compromiso con este Cristo encarnado en este pueblo al cual debo servir y dar mi vida, aunque todavía no veo el esplendor de la gloria que llevo escondido en mí mismo”, agregó.
El padre Cruz subrayó que este mensaje mantiene plena vigencia y representa un llamado a los fieles a construir una sociedad más justa, guiada por el amor y la paz.
“Todo aquel que ahora está en gracia de Dios y se acerca a la comunión ya vive el reino de Dios, aunque aún no se manifieste lo que es, pero lo lleva escondido en su corazón. Eso se llama la escatología presente”, expresó monseñor Romero.
“La escatología tiene dos momentos: uno presente y otro futuro. El presente lo vive la gente de fe y esperanza. En la marginación, en la pobreza, en la humillación, en la tortura, el hombre ya está viviendo ese cielo, esa esperanza. Y si allí muere, no ha sido más que el vaso de barro que se quiebra y deja salir la luz esplendorosa que iluminó toda su vida.”
“Vivamos, hermanos, esta escatología. Vivamos ya en el reino de los cielos.”
“Esta es la gran esperanza del Evangelio, la que quiero predicar con todas mis fuerzas y grabar profundamente en el corazón de todos. No desesperemos, no busquemos soluciones de violencia, no odiemos, no matemos.”
“Y repito esto claramente porque ayer supe, allá por Santiago de María, que algunos amigos míos dicen que he cambiado, que ahora predico la revolución, el odio, la lucha de clases, que soy comunista. A ustedes les consta cuál es el lenguaje de mi predicación: un lenguaje que quiere sembrar esperanza; que denuncia, sí, las injusticias de la tierra y los abusos del poder, pero no con odio, sino con amor, llamando a la conversión para que todos vivan ya este movimiento escatológico, alma y esencia de esta Iglesia animada por el Espíritu de Dios que vive y reina por los siglos de los siglos. Vamos a proclamar nuestro credo”, concluyó.
Durante la procesión de las ofrendas, se presentaron los siguientes elementos simbólicos:
Jesucristo como cimiento del templo:
«San Pablo nos recuerda que somos la casa de Dios, el templo donde habita el Espíritu Santo. Pero quien pone los cimientos válidos en este templo es Jesucristo. Presentamos a Jesucristo, simbolizando que, en honor a Él, debemos mantener santo este templo, evitando que nosotros o cualquier otra persona lo destruya», explicó el padre Antonio Cruz.
La Palabra que edifica:
«Jesús dice a los incrédulos judíos que destruyan el templo y Él lo levantará en tres días. Presentamos la frase “Cree en mi Palabra”, simbolizando que Jesús habla con autoridad, porque su palabra es santa y verdadera».
Kefia por la paz:
«El Salmo afirma que Dios es nuestro refugio y nuestra fuerza, y que en todo peligro nos socorre. Presentamos esta kefia como símbolo de los pueblos palestinos y de todas las naciones sumidas en la guerra, clamando a Dios por refugio, fuerza y consuelo ante el sufrimiento provocado por quienes destruyen con guerras injustas a sus pueblos».
Canasta de víveres como signo de fraternidad:
«Monseñor Romero nos invita a eliminar las pequeñeces y divisiones que nos hacen egoístas y personalistas.
Presentamos la canasta de víveres como símbolo de apertura al prójimo, dejando atrás el egoísmo y promoviendo la solidaridad entre los seres humanos».
Pan y vino como brújula espiritual:
«Monseñor Romero decía que las lecturas de hoy son una brújula puesta en nuestra nave para saber si caminamos bien. Presentamos el pan y el vino, que, convertidos en Cuerpo y Sangre de Cristo, se transforman en la brújula que guía nuestro camino hacia el Reino de Dios», concluyó Cruz.
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