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CARTA Y VERSOS PÓSTUMOS A MARIO LOPEZ Nombre de Guerra Venancio Salvatierra

Inicie esta carta con sentido de urgencia, ask escribiendo en el espacio claro de una vieja revista, malady continúe en la contraportada interna del libro que llevo oculto en el bolsillo y termine manuscribiendo sobre textos impresos de cualquier revista comercial.

En fin, sale te escribo mi carta sobre cualquier papel que estuvo a mi alcance, para enviarte desde el mundo de los sobrevivientes mis recuerdos, recuerdos que te sigan dando vida, porque sé que vivo seguirás, mientras haya siempre quien te recuerde. Desde donde no soy nada, ni nadie, donde no soy más que un solitario inmigrante, te escribo estos párrafos a 21 años de tu asesinato.

Algunos dirán que al dirigirte esta carta, es carta de panfletario, pero confieso que me es difícil evitarlo, cuando se trata de escribir de ti, de personas que como tú, fueron humanos y al mismo tiempo líderes intachables en tiempos de miles de héroes y mártires, en tiempos de unos pocos traidores que hicieron más dificultosa, la epopeyica lucha de tu pueblo, de nuestro pueblo, en busca de su libertad y de su primera etapa de república de incipiente democracia.

Venancio, te pido disculpas a ti y a los lectores por estos párrafos, porque sé que nunca fuiste amante del culto a la personalidad, ni del fanatismo ideologizado, que en aquellos tiempos fue visto como consecuente y normal. Tú preferías el razonamiento, la persuasión y el convencimiento.

Aunque fuiste nuestro comandante Venancio Salvatierra, tus órdenes siempre fueron razonadas. Enfatizabas en el consenso y la democracia interna, por sobre el autoritarismo y el centralismo. Tu autoridad provenía de tu experiencia de lucha junto al pueblo, provenía de tu ejemplo de vida, porque aunque estuviste en la comandancia de la guerra y al frente del puesto de mando, nunca te vimos con los sumos subido a la cabeza.    

Mario, que ironía las de la vida, cuando todos creíamos que ya no habría más muertes por causas ideológicas, nos llegó la noticia de tu asesinato. Me resisto y me resistiré a creer que la muerte te encontró como un acto de delincuencia común. Ahora tú como yo sabemos que tu muerte fue planificada y realizada por expertos provocadores de asesinatos políticos; ellos conocían exactamente cuál sería tu reacción y tu debilidad ante un acto de injusticia: Nunca ser indiferente a la injusticia de los abusadores del poder y los opresores, cuando la usan contra los débiles, fueran ancianos, niños, minusválidos, mujeres, pueblo indefenso, pueblo, pueblo.

Los convulsionados acontecimientos políticos de aquellos primeros días de diciembre del año de 1993, el trabajo de hormiga por la esperanza de reconstruir el país, no me permitieron estar en tu funeral. Discúlpame por no haber asistido para despedir tu cuerpo, porque tu espíritu y tú recuerdo siempre se quedó con nosotros y conmigo. Probablemente estuve acompañando a los desplazados de guerra que repoblaron los cantones de Pepeishtenango y Agua Caliente, que como muchos campesinos y repoblaciones, intentaban reconstruir sus vidas de las cenizas y las heridas dejadas por la guerra.

Mario y Venancio perdóname que aún no te deje en paz en tu lecho de muerte, pero es que quiero seguir consultándote  mis inquietudes que últimamente han estado dando vueltas en mi cabeza. Y, como creo en tu vocación natural de maestro, quiero dejarte mis preguntas, que también se las dejo a los que lean tu carta.

¿Te sientes orgulloso y satisfecho por el país que hoy tenemos? Cualquiera que fuera tu respuesta, de algo estoy seguro. Sería  creativa, prudente, de contenido humanitario, desde una posición revolucionaria, anti-dogmática, libre de ataduras económicas. Los retos que tenemos como nación, que viene de una guerra ideológica, pero que ahora padece de una guerra irracional, requieren de una organización que estimule discrepar con argumentos, que estimule la democracia interna, la transparencia, para evitar un partido anquilosado y acomodado en el poder, envuelto, revuelto y tentado por la corrupción. Requiere de una nueva forma de ser y ejercer el liderazgo.

Otra pregunta más: ¿Qué piensas de nuestros compañeros de lucha que han tomado al pie da la letra la frase del chinito Deng Xiaoping de que “Enriquecerse es glorioso”?  De aquellos convertidos en eternos funcionarios del Estado, que buscan el poder, por el poder mismo. Los irremplazables, los imprescindibles. ¿Qué piensas de los que siguen creyendo que la riqueza y la fortuna les pertenece por destino? Los que se desviven por el lujo y el despilfarro, amasando fortunas para sí, para sus herederos y su acólito grupo de aduladores.

Lo único que sé, es que tú, Mario y Venancio, no serias uno de ellos. Parafraseando a Carlos Fuentes solo me resta decirte que solo tenemos héroes muertos y tú eres uno de los muertos que viven y vivirán entre nosotros. Tus compañeros.


VERSOS PÓSTUMOS PARA MARIO LÓPEZ BAJAS DESPUÉS DE LA GUERRA

Mario López fue asesinado en una calle de mi barrio

El 11 de diciembre de 1993. Un crimen aún no esclarecido, que

las investigaciones y el sistema jurídico

tipificaron como delincuencia común.

Los jueces concluyeron que: Mario López había sido asesinado

por intentar ayudar a una anciana que estaba siendo asaltada

a plena calle y luz del día por supuestos “delincuentes comunes”.

Mario López,  Darol Francisco Veliz (Manuel Hernández) Heleno Castro y

Oscar Grimaldi son cuatro muertes que permanecen impunes

de una veintena de miembros del FMLN que fueron asesinados después

de finalizada la guerra de El Salvador.

Doce años atrás, el 11 de diciembre de 1981, en el Cantón El Mozote de Morazán,

el batallón Atlacatl entrenado y financiado por el Gobierno de Estados Unidos

asesinaba a más 600 inocentes personas: entre niños, ancianos, mujeres y hombres campesinos.

      

Yo no me la trago

aunque me la den de bocado.

A ti te asesinaron,

a ti te mandaron a matar,

aquello estaba planificado

¿Dónde? ¿Quiénes? ¿Por qué?…

Los que lo hicieron

conocían tu debilidad:

No podías permanecer indiferente

a la injusticia.

Tu debilidad te llevo a la muerte

pero fue tu fortaleza, tu muralla,

entre nosotros y tu pueblo.

Qué ironía las de la vida

cuando la guerra había terminado,

te asesinaron, ellos sabían tu debilidad,

te provocaron con un acto de injusticia

y caíste en su trampa.

agazapadas fieras traicioneras, te mataron.   

En mi memoria caleidoscópica

te nombro, te veo en imágenes

a lo largo de tu corta vida.

Imágenes que me producen

un entendimiento completo

de lo que fuiste y seguirás siendo.

Mario y Venancio.

Mario, fundador del gremio de educadores,

Mario, en las dos gloriosas huelgas del magisterio.

Mario, fundador del Frente de Acción Popular Unificada.

Mario, con campesinos desplazados del embalse del Cerrón Grande,

Venancio, fundador del Partido Revolucionario de Los Trabajadores Centroamericanos.

Mario, en reunión con campesinos del Cerro de Guazapa, en la casa Parroquial de Suchitoto.

Venancio, el propagandista y organizador.

Mario, educando en el Colegio Cristóbal Colon.

Venancio, argumentando con voz pausada y firme en la Comisión Política.

Mario, en los cubículos y pasillos del sótano de la Facultad de Derecho.

Mario, impartiendo la clase de economía política en la Facultad de Derecho.

Mario, intolerado por los intolerantes.

Mario, apabullado por las barras móviles, porque con argumentos no te podían doblegar.

Mario, fichado y perseguido por el aparato de seguridad estatal (ANSESAL)

Venancio, el clandestino que sobrevivió a los escuadrones de la muerte.

Venancio, entrando y saliendo del país enmascarado para no ser reconocido.

Venancio, en el puesto de mando y la comandancia.

Venancio, resolviendo las intríngulis de la gente en Managua.

Venancio, el simpático y campechano comandante.

Venancio, con la barba del tío Ho.

Venancio en Guazapa, en Cerros de San Pedro, en Las Nubes, en los frentes.

Mario y Venancio, en Managua, en el DF, en la Habana, por el mundo donde fuera necesario.

Mario, con sus hijos, su familia, sus amores.

Venancio, cantando un bolero.

Mario y Venancio en todas partes, entre nosotros y por siempre.

          

Beto Sánchez

Orlando, 2 de Diciembre de 2014

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