Raúl Palacios
En El Salvador vivimos bajo una dictadura aplaudida por quienes carecen de educación cívica o anteponen sus propios intereses sin considerar el legado que dejaremos a futuras generaciones, su bienestar está amenazado por el dictador en funciones.
Este mensaje va dirigido a quienes han sido hipnotizados por su discurso y a quienes, por conveniencia o ingenuidad, respaldan su administración. Bukele no habría sido candidato presidencial si no hubiera sido expulsado del FMLN; su ambición extrema lo llevó a conspirar con miembros del PCS para lograr esa expulsión, pues sin ella no habría podido postularse legalmente hasta cinco años después.
Tras su salida, encontró respaldo en el partido GANA, un partido de derecha, aunque engañó al pueblo salvadoreño afirmando que su ideología era de izquierda. Su lealtad al FMLN no fue más que una estrategia para asegurar su candidatura y mantener la apariencia de un proyecto progresista diseñado previamente por su padre Armando Bukele Kattan de origen palestino.
Hoy, Bukele no solo admite cínicamente ser un dictador, sino que se jacta de ello, escudándose en una popularidad construida a través de una multimillonaria campaña financiada con dinero del Estado. Su estrategia ha sido clara: utilizar recursos públicos para construir y reforzar su imagen atacando a quienes no lo respaldaron dentro del FMLN, mientras protege a figuras clave José Luis Merino, quien le garantizó apoyo político en 2018 y le proporcionó dinero para financiar su primera campaña política a la alc aldíí de san salvador y posteriormente a la presidencia en el 2018 para el período 2019 – 2024.-
LA JUSTICIA SECUESTRADA POR BUKELE: UN ESTADO MARIONETA
La administración de Nayib Bukele ha quebrantado los principios fundamentales de la democracia, sometiendo los otros poderes del Estado a su voluntad. La separación de poderes establecida en la Constitución ha sido reemplazada por un sistema donde diputados y magistrados no legislan ni juzgan, sino obedecen tal marionetas que sostienen sus lazos en los dedos de las manos de Nayib Bukele..
En la Asamblea Legislativa, los diputados han sido seleccionados no por su capacidad, sino por su lealtad a Bukele. Su falta de preparación intelectual y profesional los convierte en piezas fácilmente manipulables dentro de su estructura autoritaria. En lugar de representar los intereses del pueblo, ejecutan sus órdenes sin cuestionamientos.
El golpe más grave a la justicia ocurrió con la destitución ilegal de los magistrados de la Sala de lo Constitucional. Los jueces que deberían defender el marco jurídico fueron reemplazados por quienes aceptaron someterse al dictador. En lugar de garantizar el respeto a la Constitución, permiten que Bukele gobierne sin límites.
La Corte Suprema de Justicia no es un contrapeso, sino una herramienta de persecución. Su misión no es impartir justicia, sino perseguir a quienes se atreven a desafiar el régimen. Aquellos que en otro momento pudieron haber defendido la institucionalidad prefirieron la comodidad del sometimiento antes que el deber de enfrentar al autócrata.
Los derechos humanos han sido pisoteados de manera sistemática. La implementación del Régimen de Excepción en marzo de 2022 consolidó la represión estatal, permitiendo detenciones arbitrarias de abogados y activistas bajo acusaciones fabricadas. El encarcelamiento de opositores no solo silencia voces críticas, sino que envía un mensaje de terror a quienes piensan diferente.
El Salvador ya no vive bajo un Estado de Derecho. La justicia no emana de la independencia judicial, sino de los caprichos de un gobernante que se proclama dictador cínicamente y sin vergüenza.
A LA RESPONSABILIDAD DE LA COMUNIDAD INTERNACIONAL: ¡NO MÁS SILENCIO ANTE LA DICTADURA¡
La situación en El Salvador no solo afecta a los salvadoreños, sino que representa una amenaza para la estabilidad regional. La comunidad internacional ha observado el deterioro democrático bajo la administración de Nayib Bukele, pero su respuesta ha sido tibia y ambigua.
Es hora de que actores globales como la Unión Europea, la ONU y la OEA abandonen la pasividad y actúen con la misma firmeza con la que han condenado regímenes autoritarios en otras regiones. La contradicción de organismos como la OEA, que bajo Luis Almagro condenó a Nicolás Maduro, pero ha guardado silencio ante la reelección inconstitucional de Bukele, revela un doble estándar que debe corregirse.
El Salvador no puede recuperar la democracia sin presión externa que detenga la consolidación del régimen autoritario. La intervención internacional no debe limitarse a declaraciones diplomáticas; debe traducirse en acciones concretas que garanticen la restauración de los derechos humanos y la independencia judicial.
La justicia no debe ser manipulada ni ejecutada por un gobernante que se proclama dictador, sino por un sistema independiente que garantice la legalidad y el respeto a los derechos fundamentales. Es imperativo que el mundo reconozca que la crisis salvadoreña no es un problema interno, sino una amenaza a los principios democráticos que sustentan la comunidad internacional.
POR NUESTRA DEMOCRACIA Y NUESTRA LIBERTAD: UN LLAMADO A LA ACCIÓN
El Salvador enfrenta una encrucijada histórica. No podemos quedarnos de brazos cruzados mientras el país cae en la oscuridad de la dictadura. La generación actual tiene el deber de levantarse y rechazar el autoritarismo antes de que sea demasiado tarde.
Este llamado es para todos los salvadoreños, sin excepción. Para quienes aún respaldan a Bukele, les invito a reflexionar:
¿Vale la pena sacrificar la democracia por una ilusión? ¿Estamos dispuestos a entregar nuestro futuro y el de nuestras próximas generaciones a un régimen que se alimenta de la manipulación y represión al sector del pueblo salvadoreño que usa su libertad de expresión para denunciar a su malévola administración?
La verdadera lealtad no es hacia un hombre, sino hacia un país. El Salvador no necesita ídolos, necesita ciudadanos valientes que defiendan la justicia, la libertad y el Estado de Derecho.
La lucha por la democracia no puede esperar porque de hacerlo es permitir la confirmación de la dictadura bukeliana… Debemos unirnos todos si excepción, sin miramientos de color e ideología política o perecemos todos por mezquinos intereses políticos.
Unámonos en una resistencia firme, en defensa de los valores fundamentales que nos definen. No permitamos que el engaño y el miedo dicten nuestro destin
Es hora de actuar. Es hora de recuperar el país que nos pertenece. Es hora precisa de sentar un precedente para que nadie más a futuro pretenda convertirse en nuevo dictador de El Salvador…
Actuamos ahora o entregamos nuestro país al dictador Nayib Bukele…
Si eso hacemos, nuestros hijos y sus descendientes, nunca nos perdonaran por nuestra falta de valentía y espíritu rebelde ante quien pisotea y roba nuestra libertad y democracia.