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2019-2020: Un camino recorrido y otro por recorrer

Carlos Girón S.

La humanidad ha terminado el recorrido de un año, un trayecto de 365 kilómetros representados por igual número de días; ahora abre la puerta hacia un nuevo camino por el cual debe ir, seguir adelante, teniendo una bifurcación del mismo: o evolucionar, o involucionar…

La Tierra que habitamos ha hecho también un recorrido siguiendo el trayecto del Sol, que se va desplazando a través de los doce signos del zodiaco, tardando en cada uno de ellos 2.148 años, y en todo el circulo zodiacal en aproximadamente unos 25.776 años, que se ha llamado el Año de Platón.

La Tierra gira alrededor del Sol, describiendo una órbita elíptica, a una velocidad media de 29.8 km/s, velocidad de la cual no nos damos cuenta, excepto si observamos la oscilación de un péndulo. Tiene nuestro planeta un eje con un movimiento giratorio, lento y oscilante, similar al de un trompo, describiendo así un círculo en el espacio, viajando en un borde dentro de la Vía Láctea. El Sol se mueve dentro de la galaxia a una velocidad media de 220 km/s y la Tierra le acompaña al igual que el resto del Sistema Solar. El Sol tarda 250 millones en dar una vuelta en la galaxia, junto con los demás planetas del Sistema Solar.

Allí vamos, pues -nosotros los humanos- tramo por tramo en el recorrido de lo que dura un año; vamos todos con nuestras vidas, bien aprovechadas por unos, desperdiciadas por un montón, que no solo la desperdician sino que la ocupan para dañarse a sí mismos y para causar daño a otros, segándole incluso sus vidas, a menudo hasta con saña. Debido a esto, las ergástulas se llenan a reventar de criminales y delincuentes de toda laya, obligando al Estado, que somos todos los ciudadanos, a efectuar onerosos gastos en su manutención y restauración de la salud cuando la han perdido –todo por respetarles, eso sí, sus “derechos humanos”-, aunque ellos se los violen a cada paso y cada momento, a los demás.

Desperdician el preciado Don de la Vida también quienes se abandonan a los vicios, a la degradación, la drogadicción, la prostitución, lacerando sus cuerpos con horribles y tontos tatuajes, que degeneran los tejidos de la piel y los músculos, tendiendo a producir cáncer. Lo que ignoran esas gentes es que, tomando en cuenta la ley de la reencarnación, cuando mueran y con el tiempo retornen a este mundo, traerán esa herencia y vendrán con diversas taras de difícil curación. Tal clase de individuos no merecerían siquiera vivir…

Toda esa ralea vive sin Dios, sin acordarse ni un momento de él, menos alabarle y glorificarlo, como tampoco agradecerle por todos los dones que acaso inmerecidamente reciben, pero que él derrama sobre todos sus hijos. Como el Sol, que alumbra a buenos y malos hombres y mujeres.

Por el otro lado están o estamos quienes se preocupan, nos preocupamos por aprovechar lo mejor posible nuestras vidas, lo hacemos tratando de vivir una vida no solo digna y honorable, sino también útil, sirviendo a nuestros semejantes, atendiendo sus necesidades, compartiendo lo poco o mucho que tengamos, que Dios nos ha dado. También la aprovechan y aprovechamos educándonos, culturizándonos, instruyéndonos en tanto conocimiento que hay.

Esta clase de seres son los que edifican noblemente sus vidas, y además construyen grandes obras para empujar y elevar nuestra civilización a niveles mejores que lo hicieron nuestros ancestros. Están los ingenieros y arquitectos que construyen edificios monumentales y eficientes; tienden puentes sobre grandes ríos y lagos o en medio del mar. Y no solo eso, sino que también exploran y se adentran en mundos lejanos, como las expediciones de astronautas que han llegado a la Luna y se disponen a aterrizar pronto en Marte buscando indicios de vida, con la idea de volverlo un hábitat a donde pueda refugiarse la humanidad ante la eventualidad de que nuestro planeta fuera destruido por guerras nucleares, de las cuales, por cierto se salvarían tal vez solo algunos miles de los millones de habitantes que hoy tiene la Tierra.

Dijimos antes que al iniciar un nuevo recorrido en el tiempo, el camino se abre en dos senderos: uno a la derecha, otro a la izquierda. Digamos que el primero representa un sendero de luz, de saber, de paz, amor, de progreso y evolución, en tanto que el segundo es un sendero de obscuridad, tinieblas, guerra consigo mismo y con los demás; odio en vez de amor, y retrogradación e involución.

Así, el trayecto de la evolución trata de espiritualizar, es decir, traer el plano superior al mundo en el que estamos; convertir la materia al modo del plano superior ideal, luminoso, lleno de amor, bondad, caridad, conmiseración, consolación. La involución es lo inverso, donde se trata de opacar, silenciar la voz interior, que es la voz del propio Dios. O sea, se trata en este plano de aherrojar, aprisionar y materializar al espíritu; o sea convertir el espíritu en materia, densificarlo.

Escoger la opción correcta y mejor de los dos caminos es potestad de cada uno. Y muchos no se percatan de que es más fácil tomar el sendero recto que el torcido.

Bueno es -entonces- agradecer por todo lo que Dios y la vida nos han dado en el tramo del tiempo que dejamos atrás, el año que termina y pasa, y frente al tramo que se presenta ante nosotros, elevar el corazón y la mente en oración y meditación rogando por inspiración, iluminación y el fortalecimiento de la voluntad para construirnos una vida feliz para nosotros mismos y para los demás, comenzando con los miembros de la familia, y luego con el vecino, el compañero de trabajo, y demás.

Arranquemos, pues la marcha en el nuevo camino, comenzando por bendecir y agradecer a Dios prestarnos por un tiempo más el milagro de la vida y la alegría de vivirla degustando los innúmeros dones que trae la cornucopia que nos extiende con su amorosa mano. Celebremos también en el plano físico, de regalos intercambiados entre familiares y amigos, y de las humildes u opíparas cenas que se acostumbran en estas épocas, a las que bien podemos invitar al vecino o incluso al forastero que se cruza por el umbral de la puerta de nuestra casa. Con los regalos, démoslos en forma de abundante amor, cariño, sonrisas, abrazos sinceros y efusivos, así como también de muestras de comprensión, perdón, tolerancia

Avancemos en el nuevo camino con fe, confianza, esperanzas, entusiasmo y alegría. Al final, sepamos que Dios nos aguarda con su corazón abierto, lleno de indulgencias…

Deseemos pues a los lectores de Diario Co-Latino, un venturoso y próspero Año Nuevo 2020, con paz, amor y prosperidad…

¡FELIZ AÑO 2020!

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