Por David Alfaro
15/07/2025
En los últimos días, Bukele ha afirmado que los bitcoins comprados con préstamos forman parte de la “reserva estratégica” del país. A simple vista, la frase puede parecer sólo otra pirueta retórica del dictadorzuelo. Pero si uno la toma en serio (como corresponde con los asuntos de Estado) conviene preguntarse: ¿es técnicamente correcto hablar de una “reserva estratégica” en este caso? Spoiler: no lo es. Pero vayamos paso a paso…
¿Qué es, en serio, una “reserva estratégica”?
En términos económicos, una reserva estratégica es un conjunto de activos que un país resguarda para situaciones críticas o para fortalecer su posición financiera internacional. Pueden ser reservas de divisas (como dólares o euros), oro, bonos del Tesoro estadounidense o incluso recursos físicos como petróleo y granos, almacenados con fines de seguridad nacional.
Estas reservas cumplen funciones claras: respaldar la moneda local, responder a crisis externas, pagar deuda soberana, o simplemente mantener la confianza del mercado. Por esa razón, están bajo custodia de instituciones con mandato legal (normalmente el banco central) y son manejadas con criterios de transparencia, liquidez y estabilidad. No se almacenan en una cartera digital.
¿Y qué hay del “tesoro” bitcoin de Bukele?
El “Tesoro Bitcoin” de El Salvador, contiene más de 5,700 BTC adquiridos con fondos públicos desde 2021. Las compras (a menudo anunciadas vía Twitter como quien comparte un cupón de supermercado) fueron realizadas, en parte, con dinero proveniente de préstamos multilaterales como el del BCIE, originalmente destinados a reactivar pequeñas y medianas empresas tras la pandemia.
La cartera en cuestión no está bajo el control del Banco Central de Reserva de El Salvador. Tampoco responde a la Corte de Cuentas ni al Ministerio de Hacienda. ¿Quién la administra? El dictador, directamente. ¿Quién tiene las claves? No lo sabemos. ¿Dónde están los bitcoins? En una cartera digital (no sujeta a control institucional alguno) manejada desde el círculo presidencial. Una especie de cofre del tesoro donde solo entra quien tiene la llave mágica.
Pero… ¿acaso no han crecido las ganancias?
Es cierto que, con el reciente aumento del precio del bitcoin, el portafolio muestra ganancias teóricas. Pero incluso si multiplicaran su valor por diez, no cambiaría el hecho de que estas criptomonedas no cumplen ninguno de los criterios técnicos de una reserva estratégica: no son líquidas a gran escala sin impacto en el mercado, no están bajo control institucional, no tienen respaldo legal como reserva oficial del Estado y son, extremadamente, volátiles.
¿Y si mañana Bukele desaparece?
Un pequeño e importante detalle: si quien controla la wallet pierde el acceso, muere o simplemente no quiere entregarla a su sucesor, el Estado salvadoreño no tiene cómo recuperar esos fondos. No hay contraseña de respaldo, ni marco legal, ni procedimientos institucionales. La “reserva” desaparecería como desaparecen los castillos en la arena cuando sube la marea.
Ironía aparte, el problema es real
El verdadero problema es el uso personalista y opaco de recursos públicos, la ausencia de controles institucionales y la peligrosa costumbre de confundir el Estado con una cuenta privada en Binance. Convertir una apuesta financiera de alto riesgo en supuesta “reserva estratégica” es, en el mejor de los casos, una frivolidad peligrosa; en el peor, un acto de propaganda revestido de tecnofetichismo.
Porque si El Salvador tiene una reserva estratégica, debería estar en una bóveda del Estado. No en el bolsillo digital de un dictador que vive en las nubes!
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