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UNA REALIDAD DIFERENTE A UN DISCURSO DE INDEPENDENCIA

Por: Licenciada Norma Guevara de Ramirios

En el 203 aniversario de la independencia de Centroamérica, se aprecian dos discursos, dos imágenes de un mismo país, completamente contrapuestos, diferentes. El del presidente de la República y el de las organizaciones populares.

El escenario también fue distinto: del Hospital Rosales hacia el oriente, las organizaciones diversas, marchando hacia la Plaza Libertad con carteles, mantas con leyendas alusivas a una realidad sentida y resentida con el régimen político y sus instituciones, señalando la problemática que viven y los reclamos a un gobierno indispuesto a escuchar.

En esa marcha, en una aparente inconexión, se aludió a la persecución política, a las capturas ilegales de inocentes, al incumplimiento del escalafón de maestros, a los despojos de la tierra, a los despidos de trabajadores, a los daños de la minería, a los problemas de agua y, en general, daños al medio ambiente, a la falta de democracia, a la violación de los derechos humanos críticas a la dictadura, que es como se ve al gobierno electo inconstitucionalmente.

Del parque Cuscatlán hacia el poniente, los desfiles y el público observando a estudiantes, militares y policías; al despliegue de helicópteros sobrevolando la ciudad y los aviones. Es de admirar el sentido positivo de los adolescentes y jóvenes que desfilan, en su mente está la libertad ganada hace 203 años, el heroísmo de los proceres y el respeto a los símbolos patrios, algo que los maestros y, en muchos casos, que las familias inculcan a las nuevas generaciones.

Pero a diferencia de años pasados, hasta 2018 los jefes de gobierno hablaban para los estudiantes y el público; ahora el discurso fue en espacio diferente, frente a miles de soldados y militares, para enaltecerles a ellos y a las cuestiones que se presentan como logros de una supuesta transformación “ positiva” del país.

No es casual que el escenario para el discurso del presidente sea ese, el de los militares; no es casual que los nuevos monumentos sean para alabar los instrumentos que usan o usaron los militares; es que, a la manera de ver de muchos, un régimen autoritario necesita enaltecer el poder de la fuerza bruta, la que está lista para acallar las protestas del pueblo.

El centro del discurso presidencial fue el de enaltecer las vidas de las víctimas del accidentado helicóptero, el 8 de septiembre, en el distrito de Pasaquina, departamento La Unión.

El contenido del discurso presidencial fue para auto enaltecerse como gobierno por el desalojo de ventas ambulantes en el centro histórico de San Salvador, por estar construyendo (tarde) el hospital Rosales y de Nejapa, y para explicar que los cambios se logran poco a poco, algo que al parecer se desconocía cuando estaba fuera del cargo que hoy ostenta.

En buenas cuentas, alabar a un El Salvador que todo el mundo mira por los cambios que realiza el gobierno, con el apoyo y sacrificio de la fuerza bruta de los fusiles y la represión que asume diferentes formas, articuladas por el cultivo del odio y el miedo.

Pero, en esos discursos oficiales, no hay explicación de qué gana el país entregando los puertos, qué gana el país con los altísimos salarios de una élite de funcionarios y empleados, no se escucha qué explicación darán al informe de la CIDH, y de la ONU, sobre la manera en que se procede policial, fiscal y judicialmente.

Tampoco se explica si, en los motivos de la mirada de terceros hacia el país, se ve que somos el país donde los datos personales, del DUI, la dirección, de todos los afiliados al Seguro Social, de los empleados de la CSJ y otras instituciones, están a la vista de quien quiera verlos.

Recuerdo que el compañero Schafik Hándal afirmaba de la existencia de un San Salvador de abajo y uno de arriba, ponía de límite el Boulevard de los Héroes; ahora se puede hablar de un El Salvador de arriba, el de los discursos y las acciones del oficialismo, y un El Salvador de abajo, de los pobres, de capas medias venidas a menos, de agricultores abandonados, de migrantes en busca de oportunidades, de empleados despedidos, de ese que tiene calles en mal estado mientras se derrocha en helicópteros de lujo.

Así, el país de abajo va sorteando la vida y, de algún modo, aprendiendo a decir lo que ve, lo que sufre, lo que siente, lo que ha perdido y lo que aspira; en ese país vivo yo y vivimos muchos y muchos que esperamos celebrar de otro modo nuevos aniversarios de la independencia centroamericana.

 

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