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Trump ganó la presidencia, ¿que sigue ahora?

Luis Arnoldo Colato Hernández*

Primero habrá que considerarse como lo logró, reflexionando sobre el papel de algunos actores en el proceso.

El propio Trump es un demagogo narcisista que recurrió a la llana inconformidad de desempleados y marginales a través del incendiario discurso populista, que conectó a relegados, además de ultra religiosos que agotaron sus expectativas con el modelo político, así como de minorías migrantes provenientes de países y regiones con arraigada tradición autoritaria.

Se suman a la ecuación los grandes medios así como las encuestas dirigidas con marcada orientación política, que ejercen la manipulación profesionista de los datos que ofrecen al público, que además menospreciaron el papel jugado por las redes sociales y su impacto acumulativo. La más cruda evidencia de éste rol jugado en esta trama por los grandes medios y sus díscolos lo constituye la revista Newsweek, que ya había entregado la edición del día miércoles siguiente a las votaciones, en cuya portada saludaba a la nueva presidenta, la señora Clinton, sin duda aun desconocedora de los resultados oficiales, los cuales al conocerse provocó una rápida recuperación de los ejemplares repartidos.

Solo 6 revistas fueron adquiridas por transeúntes y paisanos en la madrugada de ese día, ellas constituyen la flagrante evidencia de los compromisos y la carencia de objetividad de los medios y en general del periodismo tradicional.

Por último el establishment mismo, que no ha parado de favorecer en lo más difícil de la crisis, a la élite financista, así como a la banca, responsables de ésta y rescatados con fondos públicos mientras se perdieron millones de puestos de trabajo así como las pensiones de otros tantos. Es el establishment responsable de la acumulación de riqueza desmedida entre los sectores acomodados mientras los más desfavorecidos se empobrecieron aún más.

Su colmo es el actual ejecutivo estadounidense quién accedió a tal cargo con la promesa de cambio que jamás sucedió en sus dos períodos, traicionando las expectativas y esperanzas en el giro requerido para rescatar el modelo, que en cambio profundizó de hecho la polarización social ya existente a su llegada, pero además agravándola al no atacar los motores generadores de la exclusión y del inconformismo, además de fortalecer las políticas tradicionales internas como externas de la nación.

Es sin duda el señor Obama el mayor aliado que el nuevo inquilino de la casa blanca tuvo durante la contienda electorera pasada, quién habiéndose reunido ya con el nuevo presidente electo, logró asegurar que sobreviva al menos una fracción del Obamacare, comprometiendo su ayuda en la transición y garantizando su legado, cuando menos mutilado.

Podríamos inferir de ello y observando un súbito suavisamiento del discurso del señor Trump, que lo dicho y prometido por él, incluso los disparates, no son sino un mero recurso electoral y que de cara a su triunfo ahora veremos emerger gradualmente al verdadero Trump, con la moderación derivada de la obligación presidencial.

Por otro lado, podrá suceder que aprendida la lección que suponen las promesas electorales incumplidas, de hecho procure acercarse a las tales considerando el juicio del soberano.

Ahora bien, ¿en que se traduce esto y como nos afecta?

Bien la personalidad prepotente pero carismática del señor Trump nos ofrece algunas pistas en su discurso disperso:

No valida el tratado de Paris por lo que anunció que no cumplirá las obligaciones contraídas por su país con el mismo.

Anunció una rebaja de impuestos en general a ambos extremos de la balanza, sin explicar como financiará las obligaciones del estado para con sus ciudadanos.

Ha insinuado una revisión de la política militar transatlántica, sugiriendo una probable retirada del personal estadounidense en Europa, provocando que Jens Stoltenberg, secretario general de la Otan y por la incertidumbre barajada ante tal posibilidad “reclame” públicamente se defina la posición objetiva que tendrá el nuevo mandatario, así como adelantando que la alianza contempla abiertamente el recurso nuclear como alternativa para rellenar tal vacío y de cara a la incapacidad europea de atender su defensa territorial por medios convencionales.

Tampoco los tratados de libre comercio, al menos los del norte o la relación comercial y arancelaria con China son de su parecer, los que anuncia revisar en el primer caso, y tasar proteccionistamente en el segundo, sin consideraciones de los efectos que ello tendrá.

Podemos adivinar partiendo de ello que habrá un marcado retroceso en los avances logrados con Cuba, así como una agudización de la política hacia Venezuela, lo que tensará aún más las relaciones con América Latina, abrasando in extremis la doctrina Monroe y su visión del patio trasero, allende el río Bravo.

Sus efectos son ya visibles en la conducta de la mayoría de los miembros del Mercosur, quienes desconocen ilegalmente la presidencia de Venezuela, buscando su expulsión del organismo y yendo más allá, favoreciendo al golpismo y los procesos desestabilizadores adelantados desde la oposición a la que abiertamente apoyan, violentando descarnadamente el marco legal internacional, estimulados y envalentonados por lo que creen es una tácita aprobación derivada de la sola personalidad del señor Trump.

Estas condiciones provocan la obligada reflexión:

¿Resolverá el señor Trump la problemática que hereda y que explotó para favorecerse electoralmente?

No.

No es capaz ni él ni nadie.

La razón principal reside en la impagable deuda total de 14 trillones de dólares y que se agrava en el hecho de que desde 1971 el dinero circulante carece de respaldo en metálico, lo que se traduce en que simplemente administrará la crisis del modelo, evidenciada en las espontáneas protestas y marchas surgidas de modo disperso tras el anuncio del triunfo del señor Trump, ilegítimas pues se componen mayoritariamente de personas que no votaron, que expresan así su inconformidad con los resultados de la elección, pero que además carecen de precedentes en la historia reciente de ése país, y que primero fueron pacíficas y dispersas, pero gradualmente se han tornado cada vez más violentas, extendidas y organizadas; relativizadas y hasta minimizadas por los grandes medios, en su rol de herramientas políticas del modelo.

Ya ellas y desde su segundo día, han gradualmente extendido la posibilidad de un “Calexit” o separación mediante plebiscito de California del resto de la unión y como consecuencia del desconocimiento de la autoridad o legitimidad del nuevo presidente.

Son éste fenómeno nuevo en el seno de la sociedad estadounidense, la expresión viva del agotamiento del modelo, que de no ser abordadas debidamente podrían transformarse en una poética, también irónica e inesperada al modo electoral reciente, primavera estadounidense.

* Educador

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