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Los tres delanteros del Barcelona, Luis Suárez, Lionel Messi y Neymar, posan con el trofeo durante la ceremonia de premiación de la Liga de Campeones de la UEFA. Foto Diario Co Latino/Xinhua/Hollandse-Hoogte/ZUMAPRESS

Triplete al ritmo de trío

Santiago Leiva
@DiarioCoLatino

Se bajó el telón en el ´90+6, salve y envolvió una noche gris para la Juventus y negra para la hinchada merengue que vio cómo Messi, buy viagra Neymar, Suárez y compañía tocaban el firmamento una vez más. Noche estrellada para el Barcelona que escogió el Olímpico de Berlín para festejar su tercer título de la temporada y levantar su quinta “orejona” de Europa.

Fue Neymar quien acabó con los nervios y puso punto final a un partido en constante convulsión. El brasileño puso el sprint final, una contra que él mismo se encargó de clausurar para dejar tendido sobre la lona a Gianluigi Buffon y sepultar las intenciones de la Juve.

Y no hubo para más porque el árbitro turco, Cuneyt Cakir, entendió que el juego había acabado. Había festejo en las butacas y todo el Barcelona celebraba, extasiado, a un lado de la cancha. No era para menos, demasiados problemas les había acarreado una Juventus de la que se pensaba se acalambraría y terminaría atorada de goles.

No fue así y una gran parte de culpa la tuvo el Barcelona, que despreció finiquitar el duelo en el primer acto y acabó tambaleándose, necesitando “enalapril” para bajar la presión generada por “Vecchia Signora” en la etapa complementaria.

No fue, precisamente, un juego de ajedrez la final de la Champions. Ni Massimiliano Allegri ni Luis Enrique necesitaron quemar tantas neuronas para dar indicaciones. Ambos estrategas tienen planteles que cazan los dictados al vuelo y cumplen la orden al pie de la letra.

Luis Enrique apostó por su acostumbrado 4-3-3 y, con Messi como abanderado, puso su once de gala. Allegri, por su parte, a excepción de Giorgio Chiellini, que no jugó por lesión, también colocó sobre la grama a sus mejores figuras para darle vida a un gladiador 4-4-2.

A partir de su rombo en la media cancha y sus dos puntas lanza, la Juventus arrancó el partido ejerciendo presión alta, lo que activó los nervios de Mascherano, quien se vio torpe en las primeras dos acciones donde tocó pelota.

Superado el nervio inicial, el Barça encontró su fútbol y, más importante aún, el gol que destapó la olla de presión. Fue tan contundente el golpe que el equipo italiano se desarmó, lució confundido durante más de 20 minutos, pero fue incapaz el cuadro culé de lograr el nocaut.

El champán lo abrió Iván Rakitic al cachetear de zurda un balón servido por Iniesta, pero este fue solo el final de una jugada colectiva que arrancó con un trazo de Messi y que bajó Alba para que Neymar, después de un par de regates, depositara perfecto en los botines del “fantasmita”.

Transcurrían cuatro minutos y, con un mundo por jugarse, el partido pintaba para goleada. Pudo Alves liquidar el partido en el ´13, pero se topó con Buffón y sus milagrosas tapadas. El balón y el control del juego fueron gobernados por los catalanes, hasta que la Juve volvió del letargo y comenzó a insinuarse.

Morata era el hombre más insistente en ataque, pero no pudo más que sacar un remate tibio y colocar otro balón para Vidal que lo sacó del Olímpico. Evra también era un constante peligro con sus subidas por la izquierda, pero sus centros no encontraron destinatario.

Hasta ahí, del tridente ofensivo del Barcelona solo Neymar había dado señales de vida, Messi jugaba muy retrasado y Luis Suárez fue hasta al ´40 que confirmó su presencia. Primero con un remate que se marchó pegado al poste y, luego, sacó un disparo que Buffón se encargó de tapar. Por la Juventus, Marchisio, con un misil sobre la portería de Ter Stengen, bajó las persianas para irse al descanso.

A la vuelta a la cancha, Messi regresó con su acostumbrado juego encarador y consiguió su primer remate. No obstante, fue nuevamente Suárez quien probó las habilidades de Buffón. La Juventus tampoco fue el manso cordero de la etapa inicial y, como producto de su nueva disposición, consiguió el empate en los botines de Morata, al ´55.

El ex merengue, certero como “9”, solo tuvo que empujar un balón que quedó en sus botines después de que Ter Stengen le atajara a Carlos Tevez. A partir de ahí, el partido cambió. Barcelona sufrió un ataque de esquizofrenia y el cuadro italiano pudo cobrarles cara la atención médica. Pogba, Pirlo y Vidal comenzaron a manejar mejor la media cancha. Lichsteiner descubrió que podía también atacar y la zaga culé se la pasó mal.

En ese tiempo, probaron a puerta Tevez y Pogba y todo indicaba que la Juventus estaba decidida a buscar el triunfo. Pero, cuando mejor jugaban los italianos, apareció el ingrediente nuevo que ha inyectado Luis Enrique a la plantilla: el contragolpe.

Messi enfiló, remató a marco y el balón rechazado por Buffon acabó en los pies de Suárez, que no tuvo más que soplarlo al fondo de la red. El tanto, sin embargo, no inmutó a la Juve, pues siguió llegando y creándose opciones claras. Tanto que el Barça y su hinchada rezaban para que el cronómetro se devorara el tiempo agregado. Fue hasta el último, hasta la contra de Neymar que los catalanes botaron los nervios y vieron suya la “orejona”.

La Liga de Campeones se convierte en el tercer título que llevan a la vitrina esta temporada. Ya guardan ahí la Liga y la Copa del Rey. Festejo merecido para los culés y su hinchada, y sal en herida para los merengues.

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