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Somos más de lo que nos damos cuenta

 

Somos más de lo que nos damos cuenta

Por Wilfredo Arriola

 

El mundo cambia con nuestra ausencia. Precipitada pudiera parecer esa atrevida idea, pero a más de alguien, le resultamos ser esencial en muchas circunstancias y a veces no en muchas, sino en todo, aunque no les hagamos falta para nada. Sin embargo, los indicios de las relaciones verdaderas están sostenidas bajo esta premisa, apoyarnos en todo, darnos para hacer del mundo algo más habitable, hacer con lo nuestro una estadía que valga la pena vivir.

La memoria viaja de maneras insospechadas y en los momentos más oportunos o inoportunos se abalanzan sobre nosotros, dejando caer el peso de un recuerdo o la necesidad de una ayuda, y es con tan poco. Los momentos que nos marcan la vida en la explosión de la admiración suelen ser en los primeros 25 años de vida, luego uno educa la admiración y somos menos propensos para maravillarnos como lo hicimos en tiempos pasados. Los libros, los autores, las películas, aquellas escenas inolvidables, nuestras amistades, el primer amor de nuestra vida, la música y cosas que a pesar del tiempo se han quedado entre nosotros, inamovibles de nuestra admiración por más que llegue lo novedoso del futuro. Hay un espacio entre sí mismos, que solo lo pudo llenar lo frágil de nuestra inexperiencia, y eso convive en nuestro caminar.

No recuerdo exactamente el nombre de una película, la cual miraba una tarde de juventud, mas si recuerdo una escena: dos viejos, en unas desvencijadas sillas mirando el horizonte. Parcos, en silencio los dos el uno al otro, el silencio cómodo de la amistad, donde uno puede reflexionar sobre algún suceso del pasado y en ese proceso estar a gusto de no ser juzgado por la carencia de palabras. Uno le dice al otro: — Aquel diciembre, que no estuviste, cuando pasaron las 12 de la media noche y el mundo bailaba aun, me senté en este mismo lugar donde estamos y quise conversar contigo. — Acerca de qué: —No lo sé, solo quería conversar contigo. No importa el qué, si no saber que estabas ahí. — Me lo imaginé, allá donde estaba, yo en ese momento pensé lo mismo. La navidad es una conversación con los de siempre, si no es un septiembre más…

Hay momentos donde somos imprescindibles, donde somos urgentes. También lo es una cerveza, un libro, la comida especial de mamá, el consejo de un padre, un café a solas, lo que te ha pasado y solo cobra sentido contarle a una persona en especial, si no es así, es como si no hubiera pasado o qué importa que haya pasado sin saberlo contar a quién uno quisiese. El éxito también es compartirlo con los que han sabido esperar junto a nosotros.

Somos más de lo que nos damos cuenta, quizá, en algunos tramos no lo sabremos, donde fuimos imprescindibles y el mundo siguió y nosotros también. Pedimos la cuenta del restaurante, celebramos un gol sin compañía, escuchamos aquella canción y no cantamos el coro con quien lo sabíamos hacer, no nos comunicamos con la mirada y no estuvimos para decir: me gusta tanto como a vos y solo eso, haga que sea aceptable la compra. Una complicidad hace que la vida sea digna de ser vivida, o como se dijo al final de aquel dialogo: “La navidad es una conversación con los de siempre, si no es un septiembre más…”

 

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