Masferrerismo
Rafael Lara-Martínez
Professor Emeritus, New Mexico Tech
Desde Comala siempre…
Sin embargo, bajo el silencio de Salarrué, esa reconciliación no considera otra alternativa política vecina. La siguiente ilustración muestra ese contrapunto melódico que se ignora, ya que su proyecto de sociedad queda acallado durante ese diálogo íntimo entre la Iglesia Católica y uno de los herederos legítimos del vitalismo masferreriano. Se trata del marxismo cuyas corrientes clásicas connotadas en el «Repertorio Americano» se llaman clásica, leninista, estalinista, trotskista y sus variantes latinoamericanas como la de J. C. Mariátegui, W. Frank («Profesión de fe comunista», 28 de abril de 1934), etc.
Esta omisión afecta a todos los miembros del Partido Comunista Salvadoreño, los del Socorro Rojo Internacional y de las agrupaciones indígenas. Aparte de Miguel Mármol (1905-1993), casi todas las figuras de la revuelta permanecen ocultas bajo el canon literario que se consagra en su reemplazo.
Tampoco el testimonio del emblema contemporáneo del feminismo —Prudencia Ayala (1885-1936)— deja huella en ese legado intelectual salvadoreño, ya que no clasifica dentro de la esfera de «la literatura femenina de América» como «Claudia Lars» (10 de octubre de 1936), Además, su deceso en julio lo oculta el homenaje a Arturo Ambrogi (1875-1936) en noviembre, como verdadero exponente de la crítica política y literaria (28 de noviembre y 12 de diciembre de 1936). De las verdaderas líderes sólo quedan los huesos —»UMIT» (2019) lo reconoce Luis Borja— cuya huella la recubren las publicaciones artísticas, esto es, la de una teoría sin impacto directo en la praxis política de izquierda.
El recuerdo de Masferrer lo redobla el de Sandino, cuyo asesinato lo denuncia N. Viera Altamirano (17 de marzo de 1934) y —al distinguirlo del «comunismo» de Farabundo Martí— su propio discurso le sirve a Enrique Sorel para legitimar la «entereza moral y la pureza cívica de este gran soldado».
Esta clara distinción —»Sandino…libertador»; «Martí…comunista»— diseñan fronteras entre el apoyo al héroe nicaragüense y la falta de casi toda mención a los hechos de enero de 1932. Falta rastrear el enlace teosófico y político entre la inteligencia salvadoreña —Napoleón Viera Altamirano, entre otros— y el sandinismo original.

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