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ROMPAMOS UNA LANZA MÁS POR EL IDEAL: LA RECONQUISTA DE CENTRO AMÉRICA

Doctor Julio Enrique Ávila

Lancémonos por los caminos de esta aventura sin par a redimir a las cinco doncellas violadas por la incomprensión y a glorificarlas en el altar de una patria unida y grande.

Nunca es tarde para rectificar. El ansia de nuestros pueblos ha sido fundirse en uno solo

El doctor Julio Enrique Ávila, Ministro de Relaciones Exteriores de El Salvador, pronunció interesantísimo discurso en la convención unionista

“En la convención unionista reunida en Santa Ana, el 18 de los corrientes, el ministro de relaciones exteriores salvadoreño, doctor Julio Enrique Ávila, pronunció el interesante discurso que reproducimos seguidamente:

Señoras, señores:

Quiero agradeceros primeramente, señores directores, el alto honor que me habéis distinguido invitándome a este acto trascendental, tan prometedor para nuestro futuro. Debo anticiparos, sin embargo, que debido a la premura del tiempo, no os he podido complacer leyéndoos el merecido discurso que este selecto auditorio y la causa que aquí lo ha reunido acreditan; solo vengo a deciros unas pocas palabras, pero podéis estar seguros, eso sí, que son sinceras y convencidas.

Hoy hace más de ciento veinte años que se reunió la primera Asamblea Constituyente de nuestra patria -me refiero a Centro América- para plasmar las normas que debían de regir nuestro Estado. En su sesión preliminar aquellos prudentes varones dejaron establecido: “Nosotros los Representantes de la Provincias Unidas del Centro de América, declaramos solemnemente: “Que las Provincias sobredichas representadas en esta Asamblea, se llamarán por ahora, y sin perjuicio de lo que se resuelva en la Constitución que ha de formarse, “Provincias Unidas del Centro de América”.

Casi unánimemente las diversas provincias del antiguo Reino de Guatemala, optaron por la unión. Previsores sus legisladores, quisieron formar un Estado capaz de mantener su soberanía frente a Estados más poderosos, tal como el fenecido Imperio mexicano que intentó ahogarnos en sus brazos.

Sin embargo, qué pronto fueron olvidados la cordura y el buen sentido de nuestros próceres! Los hombres de gobierno cegados por la aureola del poder y ya con las ambiciones desatadas, no vacilaron en destrozar la obra y en repartirse, como un rico botín, los pedazos de nuestra patria. De lo que pudo ser una gran país, han permanecido errando, queriéndose ignorar alguna veces, desangrándose mutuamente otras; dándose las manos y atacándose arteramente; buscándose y repeliéndose, tal como conviniera a los intereses de sus mandatarios, las cinco hermanas desgarradas.

Pero cometeríamos un grave error y una gran injusticia si achacáramos a nuestros pueblos la culpa de este suicidio colectivo. La falta ha sido casi siempre de los Jefes de Estado, que siguiendo las enseñanzas del Maquiavelo, comprendieron que había que dividir para reinar. Y el resultado de esa obra fratricida fue convertir una nación libre y soberana en varios feudos diminutos, lanzados a la lucha cuando le convenía a la insolencia de sus caciques”.

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