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“Premios de resistencia”

Por Leonel Herrera*

En toda su historia, el pueblo salvadoreño ha sobrevivido y resistido a las peores adversidades: genocidios, dictaduras, guerras civiles, pandillas.

En el plano cotidiano, la mayoría de la población sobrevive sin un trabajo formal, con ingresos insuficientes o adaptando sus “hábitos alimenticios” a la precaria capacidad adquisitiva. Todas y todos, casi siempre, están bajo alguna amenaza: de desalojo, de quedar desempleado, de que deporten al familiar y no vengan más remesas o -la más novedosa y actual- ser capturado por criticar al gobierno, procesado bajo el régimen de excepción y morir en una cárcel.

Esta condición salvadoreña, de vivir siempre en resistencia, la resumió el poeta Roque Dalton en una de sus frases más célebres en Las Historias Prohibidas del Pulgarcito: “deberían dar premios de resistencia por ser salvadoreño”.

Me hizo pensar en esa frase, la actual escalada de represión estatal contra la sociedad civil organizada y el periodismo independiente, los dos actores que -en la práctica- constituyen la última trinchera democrática que resiste a la consolidación dictatorial. Esta ofensiva, como he planteado en textos anteriores, se realiza con dos estrategias: perseguir judicialmente a voces incómodas y terminar de cerrar el espacio cívico mediante la aplicación de la Ley de Agentes Extranjeros (LAEX).

La oleada represiva ha tenido el efecto esperado por sus promotores: muchas personas, por el temor natural a ser el “siguiente capturado”, se han callado o exiliado. Y las amenazas de más detenciones no hacen más que incrementar el pánico.

Por otro lado, cientos de ONGs hacen fila para inscribirse en el Registro de Agentes Extranjeros para someterse a la LAEX, porque -de lo contrario- caerían en ilegalidad y cerrarían automáticamente. La comunidad internacional, ninguneada de manera irrespetuosa y ofensiva, apenas ha expresado su rechazo a la ominosa normativa.

En Nicaragua, la comunidad internacional tampoco hizo algo más que expresar su desacuerdo contra una ley similar. Y el resultado ha sido más de 5,000 organizaciones eliminadas, universidades cerradas (incluida la UCA de Managua) y encarcelamiento, destierro o exilio de opositores (incluyendo obispos y otros líderes religiosos).

Si el régimen salvadoreño sigue fiel el guion de la pareja dictatorial nicaragüense Daniel Ortega-Rosario Murillo, lo que seguirá en nuestro país es una ley para declarar apátridas y desterrar a personas consideradas disidentes y opositoras.

Declararte “agente extranjero” ya es como ponerte la estrella insignia de judío y después podrías ir a alguna versión moderna o light de campo de exterminio: la cárcel o el exilio, si te despojan de la nacionalidad. ¡No es broma, la dictadura ya demostró que no tiene límites: puede asesinar a su ex asesor de seguridad nacional, capturar a un pastor evangélico o meter presa a una de las 100 mujeres más influyentes del mundo según la BBC!

Aclaro que no juzgo ni condeno a quienes se callan, se exilian o han inscrito a su ONG; cada quien es libre de definir lo que considera posible, conveniente o correcto. Sólo describo objetivamente la situación real, con el propósito de apelar al sentido de resistencia frente a las adversidades cotidianas y a la perspectiva histórica de resistir a los autoritarismos que han sometido al país durante siglos.

Pienso que la ciudadanía crítica, las organizaciones y el periodismo independente no deben renunciar al sentido de resistencia. Replantear estrategias, sí; hacer pausas necesarias, sí; asumir los cuidados correspondientes, sí. Pero nunca abandonar la perspectiva de resistir y trabajar, cada quien desde su rol y sus posibilidades, por el país realmente democrático, justo, incluyente, equitativo, pacífico y sustentable que queremos.

La lógica de resistir, hay que reivindicarla hasta en los momentos más oscuros, como ahora. Dejaríamos de ser salvadoreñas y salvadoreños si no lo hacemos, si no resistimos.

*Periodista y activista social.

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