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Partió Carlos Tünnermann Bernheim

Dr. Víctor Manuel Valle Monterrosa

 

Mi coetáneo Sergio Ramírez Mercado escribió el 26 de marzo de 2024 “Un maestro para siempre”, excelente evocación de Carlos Tünnermann Bernheim, fallecido ese día a los 90 años en su querida Nicaragua.

Tengo la privilegiada circunstancia de conocer a ambos desde hace 60 años y mi vida ha tenido puntos de contacto con la destacada y polifacética trayectoria de ambos. Y sí que hay memorias cargadas de anécdotas e historia de estas sufridas tierras que siguen en sus interminables viacrucis.

Conocí a Carlos Tunnerman en el primer trimestre de 1964 cuando él era un dinámico intelectual de 30 años que ocupaba,  desde 1959, el cargo de Secretario General del Consejo Superior Universitario Centroamericano, (CSUCA) con sede  en Costa Rica,  y yo un joven universitario  de 22 años que recibí del Rector de la Universidad de El Salvador,  Fabio Castillo Figueroa, la tarea de  capacitarme en la Universidad de Costa Rica sobre cómo organizar un examen de admisión centralizado que sería  una novedad en la Universidad de El Salvador ese 1964.

El viaje se financió con fondos del CSUCA y yo tenía que saludar su Secretario General que estaba acompañado de su más cercano colaborador, el recientemente graduado como abogado, Sergio Ramírez Mercado que había sido alumno destacado del Dr. Tunnerman en la Universidad Nacional Autónoma de Nicaragua.

Recuerdo a Carlos Tunnerman vestido con sobriedad y elegancia, muy dinámico y perspicaz, al tiempo que cortés con entusiasmo para ayudar.

Sergio no se quedaba a la zaga. Traje completo y corbata bien puesta, tan joven como yo y también haciendo sus primeras armas como relacionista público y coordinador de eventos internacionales del CSUCA. Si no ese era el cargo, era algo parecido.

Cuando en 1959 Carlos Tunnerman fue elegido por los rectores de las universidades nacionales del istmo centroamericano como Secretario General del CSUCA, tenía 26 años. En 1960 la sede del organismo se trasladó de Nicaragua a Costa Rica. Y el CSUCA con su sede principal estuvieron en Costa Rica por 42 años hasta que en el 2002 fue trasladada a Guatemala.

La impronta de Tunnerman en el CSUCA fue palpable y dejó frutos. El organismo pionero de la integración centroamericana hizo avances notables en la regionalización de la educación universitaria centroamericana.

Eran los tiempos heroicos de las universidades nacionales autónomas, cuando aún no se habían generalizado los centros de estudios superiores influidos por credos, confesiones, grandes empresarios o simplemente educadores por lucro.

A principios de los años 1960 prácticamente no había universidades privadas en toda Centroamérica y en El Salvador no hubo ninguna hasta 1965 que se fundó la UCA. En Costa Rica y Honduras tampoco había y el sentido de las universidades públicas autónomas al servicio de una nación, de su estado y sociedad, inspiraba los cambios universitarios en un espíritu de permanente reforma universitaria.

En octubre de 1964 murió repentinamente el Rector Magnífico de la UNAN Mariano Fiallos Gil, mentor de Tunnerman, y éste fue elegido Rector para sucederlo, cargo que ocupó 10 años y en el que también dejó importante legado. Al salir del Rectorado, Carlos Tunnerman apenas pasaba de los 40 años y se dedicó a actividades académicas y políticas. Centroamérica estaba entrando a la antesala de las grandes confrontaciones internas político-militares y la forja de esperanzas.  Así, en la fase final de la lucha contra la dinastía Somoza, Tunnerman fue de los fundadores del llamado “Grupo de los 12”, formado por doce ciudadanos notables de Nicaragua en el que se encontraba también su antiguo discípulo Sergio Ramírez Mercado. El grupo era la conjunción de voluntades de amplio espectro que apoyaba la legítima insurgencia popular liderada por los sandinistas. De su seno surgieron líderes del gobierno que se instaló a partir de la huida de Somoza. Carlos Tunnerman fue nombrado Ministro de Educación y Sergio Ramírez, integró la Junta de Gobierno de Reconstrucción Nacional junto a Daniel Ortega, Violeta de Chamorro, Alfonso Robelo y Moisés Hassan.

En julio de 1979 triunfó la revolución popular sandinista y Tunnerman era un entusiasta partidario. En octubre de ese año cayó en El Salvador el tiranuelo Carlos Humberto Romero y llegaron amigos a la Junta Revolucionaria de Gobierno. Guillermo Ungo era miembro de la pentarquía junto a los otros civiles Mario Andino y Román Mayorga y los militares Abdul Gutiérez y Adolfo Majano. Héctor Oquelí era el subsecretario de Relaciones Exteriores. A memo Ungo y Hector Oquelí se les ocurrió que yo podía ser el embajador de la Junta Revolucionaria de El Salvador ante el gobierno de la Junta sandinista y, según me contó Memo Ungo, habló con Sergio Ramírez y él mostró anuencia. No era todavía la solicitud del beneplácito como aconseja el ritual diplomático.

Pero surgió un inconveniente, el coronel Guillermo García, ministro de defensa, dijo que él no aprobaba esa nominación, y que en su lugar debía ir un coronel que el final fue el designado. En esos tiempos, que algunos añoran como años felices, había predominio militar sobre la acción política. También Memo Ungo me contó que, en una reunión entre la Junta de Gobierno y el alto mando militar, el coronel Eugenio Vides Casanova les dijo a los civiles “ustedes están en la Junta porque nosotros los hemos puesto”. Esa sutil advertencia hizo que los 3 civiles Ungo, Mayorga y Andino, renunciaran a la Junta y se diera el pacto alto mando militar-dirigencia del PDC-representación de la embajada de Estados Unidos en gobierno de Carter, para instalar la segunda Junta en enero de 1980.

En 1984 el gobierno sandinista, ya con Daniel Ortega como coordinador de la Junta de Gobierno, nombró a Tunnerman como embajador en Estados Unidos, durante el apogeo de Reagan y su “Contra”.

En 1988, el gobierno de Reagan lo expulsó en reciprocidad a lo hecho por el presidente Daniel Ortega, que había ganado elecciones en 1985, de expulsar al embajador estadounidense Richard Huntington Melton y otros diplomáticos. Huntington duró pocos meses en el cargo y, desde un principio, fue señalado por personeros del gobierno sandinista de ser un agente de la CIA.

Cuando Tunnermann fue embajador en Estados Unidos, yo vivía en Washington D.C. como funcionario de la OEA. En ese período tuvimos frecuentes encuentros con él y su esposa Rosa Carlota Pereira, pues ella era la encargada de las relaciones con la OEA en su embajada. El otro punto de contacto era mi participación en el colectivo que hacía cabildeo político-diplomático en nombre del FMLN insurgente armado.

Antes, en los años 1970 y cuando Tunnerman dejó la rectoría de la UNAN, fuimos vecinos en la cercanía del campus principal de la Universidad de Costa Rica, pues yo estaba en ese país donde me refugié después del zarpazo de lesa cultura que le dio el gobierno militar del coronel Molina a la UES, del que aún no se repone.

Al regresar de su salida forzosa de Estados Unidos en 1988, fue elegido diputado nacional. A partir de 1990 se desvinculó del Frente Sandinista y llegó a ser un abierto opositor al régimen de Ortega-Murillo. A sus 90 años, pocos meses antes de su deceso, dio una entrevista sobre las ilegalidades y arbitrariedad en las que incurre Ortega para enraizarse en el poder.

 

Con todo y lo fecundo y polifacético de la  vida intelectual que tuvo Carlos Tunnerman Berheim, lo evoco como un respetuoso amigo, disciplinado y brillante intelectual y demócrata a carta cabal y como colofón al título que le otorga Sergio Ramírez de “Un Maestro para Siempre”, le declaro como “Un Universitario por los 32 costados”, hecho de una madera que ya no se da en Centroamérica, donde la deforestación moral y la sequía intelectual  han hecho que árboles de sabiduría no se desarrollen y solamente queda recordar y aplicar enseñanzas de grandes universitarios como Rodrigo Facio Brenes, Mariano Fiallos Gil, Rafael Cuevas del Cid, Fabio Castillo Figueroa y, el más joven de esa estirpe de fina y sólida madera,  Carlos Tunnerman Berheim.

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