Página de inicio » Suplemento Tres Mil | 3000 » Palabras de Camilo Minero

Palabras de Camilo Minero

El maestro pintor Camilo Minero, medicine Premio Nacional de Cultura de El Salvador en 1996, fue uno de los máximos representantes de la pintura salvadoreña de la segunda mitad del siglo XX por su personalísimo estilo expresionista social. Discípulo en su juventud de Diego Rivera, la suya fue una vida ejemplar dedicada al arte y profundamente ligada a sus convicciones políticas de izquierda. El otoño de 1998, cuando dirigíamos la plataforma cultural Proyecto Cultural Encuentros, en California, los artistas Romeo Gilberto Osorio, Martivón Galindo y quien esto escribe, lo invitamos a brindar una serie de conferencias sobre su vida y su obra en varias instituciones de San Francisco, entre ellas el Mission Cultural Center for Latino Arts, el City College of San Francisco y la San Francisco State University. El texto que sigue a continuación fue un manuscrito que me entregó el maestro Minero luego de que preparábamos una entrevista suya para ser publicada en la revista VOCES que yo dirigía en aquel entonces. Escrito de su puño y letra, el manuscrito descansa ahora en los archivos que ahora maneja el artista Romeo Gilberto Osorio en San Francisco. Incluyo también unas imágenes del maestro Minero en las distintas conferencias que impartió durante esa estadía en California.

— Armando Molina

Palabras de 

Camilo Minero

El mundo ha sufrido en los últimos años profundos cambios. Los avances de la ciencia y la técnica han transformado los parámetros del hombre en nuestra tierra y en la naturaleza, en sus relaciones sociales y políticas.

La educación y la cultura, cuyo significado y alcance se han ampliado considerablemente en la actualidad, son esenciales para el verdadero desarrollo del hombre, la sociedad, el arte y la cultura.

Los artistas del mundo entero debemos luchar como ciudadanos humanistas, amantes de la libertad, por una paz, pero una paz verdadera y por un arte cada vez más humano, es decir, un arte que esté más cerca del hombre, vinculado con las mayorías, sus aspiraciones y el trabajo. El arte es un medio de contacto espiritual y social. Dicho de otro modo, la pintura es un vínculo para conocer otros pueblos y transmitir la experiencia del hombre en su entorno.

Al decir social, cuyo significado es amplio, no queremos decir  que el hombre camine del brazo en compañía de otros o que el hombre se una en agrupaciones gremiales.  Queremos decir que el artista socialice su arte (no socialista, pues este término significa otra cosa), que refleje al hombre en los múltiples aspectos de su vida material, espiritual: sus alegrías, sus paseos, su trabajo, los muchos y variados motivos que están en la calle, en la vida cotidiana, en los hogares marginados, etc. Sin embargo, sobre todo la pintura, antes de ser social deber ser buena. Los que no pueden dar su mensaje social en la buena pintura, que vayan y hablen en la plaza pública.

El artista es libre de expresar sus sentimientos personales, sin depender de nadie, y reflejar cualquier escuela que sea afín a su temperamento. El gran poeta José Santos Chocano dijo: “En el arte caben todas las escuelas, así como en un rayo de luz caben todos los colores.”

Por otra parte, lastimosamente en estos tiempos existe un impulso en el artista de aislarse del pueblo –su pueblo–; dicho de otra manera: de apartarse de las masas. Según algunos, el buen gusto y lo bello es para la clase privilegiada: la élite.

El artista, individual o asociado, es el más allegado a posiciones aristocráticas, por no decir son los que se acercan a la aristocracia con el interés de negociar sus cuadros, sean abstractos o de temas alusivos al costumbrismo, indigenismo, o de nuestro ambiente popular. Pero lo más frecuente es negociar obras que reflejen los estilos de moda aunque estos sean de mala calidad.

El Salvador ha sufrido casi doce años de guerra civil. Aunque no fue una revolución en el verdadero sentido, se luchó fuerte por mejorar las condiciones de vida, combatiendo la injusticia social y el férreo militarismo.

La guerra dejó huellas y heridas que no sanarán jamás. Sin embargo, aunque la lucha fue dura, el arte no se detuvo, ni se ha detenido. No se desarrolló con fuerza social; lo que se plasmó fueron unos grafitis a la ligera, realizados por buenas manos, de gran fuerza ideológica, pero carentes de calidad y estructura. No cabe duda que hubo excepciones, como varios artistas del bachillerato en Artes que trabajaron en un estilo de mural efímero. Tampoco se desarrolló un tipo de arte que reflejase un estilo revolucionario social en forma permanente. Todo lo que se desarrolló en la plástica durante la guerra fue temporal.

Siendo los pintores apolíticos, no obstante son políticos para negociar sus cuadros al mejor comprador. No cabe duda que la venta del cuadro es necesaria e imprescindible, porque es el medio de subsistencia del artista.

Lo importante no es vender el cuadro, sino la calidad de la obra. Que la obra esté impregnada de belleza. En este caso no se vende el cuadro sino la belleza. La belleza es la madre del verdadero artista.

El artista que sabe que sabe que existe un público y trabaja para él, no es artista, es un artesano. Hay muchísimos artistas que trabajan para vender, pero son pocos. Lo más honrados trabajan para aprender a pintar.

El gran Tiziano, poco antes de morir, con noventa y tantos años, decía que por fin acababa de dominar el dibujo.

Por otro lado, existe un concepto muy divulgado entre algunos pintores mayores, y de la nueva generación: piensan que para ser buen pintor hay que estar al día imitando los estilos europeos, aunque sea de un mal pintor. ¡Qué barbaridad!

Empezando por el hecho de que el arte moderno terminó su tiempo. El arte sólo tiene dos posiciones: es bueno o malo. El arte en sí mismo es un oficio, una expresión propia que no necesita de muletas. El pintor que no tiene ideales en el arte, declina en las modas.

En El Salvador se tienen escasas noticias de que hubo un arte precolombino, o colonial. Tal vez se conociera más de la pintura náhuatl o maya, si los españoles conquistadores  no hubieran quemado los códices, destruido las figurillas de terracota símbolos de sus creencias cosmogónicas y pictografías. Destruyeron murales pintados al fresco, como los que se encontraron en Bonampak, Chiapas, con tal de imponer por la fuerza la religión cristiana; pocos ejemplos  se han conservado de la civilizaciones náhuatl, maya, quiché, etc.

Antes de la conquista los indígenas practicaban un arte sin especulaciones estéticas, fabricaban figurillas no sólo para admirarlas como un goce espiritual, sino fundamentalmente para que sirviesen culto a sus dioses.

En el mundo precolombino el arte fue colectivo, se levantaban pirámides, los artistas esculpían estelas, la danza y la música eran los elementos para practicar el culto y estrechar la comunidad. Tal fue el sentido social de las artes.

La cerámica era quizás la artesanía más desarrollada en su aspecto utilitario en la vida cotidiana de los indígenas. En vasos y ollas encontrados en diferentes sitios de El Salvador se conservan algunos dibujos lineales y coloridos de ocre amarillo, negro y blanco. Es probable, según los indicios, que emplearon el almagre para obtener los colores rojos.

El procedimiento de estas pinturas era el temple, a base de goma calentada, y otras al encausto, por ser la arcilla policromada con fuego. También se encuentran petrograbados que no han sido tan fáciles descifrar, quizá por su simbología teogónica.

San Francisco, California

Otoño 1998

 

Ver también

«Orquídea». Fotografía de Gabriel Quintanilla. Suplemento Cultural TresMil, 20 abril 2024.