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César Ramírez
@caralvasalvador
Enfrentar al COVID-19 es una guerra contra un enemigo implacable que posee una enorme capacidad de penetración en todos los niveles sociales, parece que no tiene límites a nivel planetario, así el combate continúa día a día sin fronteras, sin descanso contra la humanidad.
Recuerdo la guerra civil con sus desgarradoras escenas sangrientas, en ese episodio también fallecieron médicos y estudiantes de medicina que ejercieron el deber de salvar vidas, eran tiempos de combate, existieron notables ejemplos heroicos en condiciones extremas, salvar vidas es la divisa eterna, en los campos de batalla igual se curaba a un soldado que a un guerrillero, de eso doy fe en primera línea, no pocos soldados fueron rescatados de la muerte. Ahora el ciclo parece retornar a otra “guerra”, donde no hay balas, ni bombardeos, ni armas de un ejército contra otro, solo un patógeno sigiloso que ataca todas nuestras defensas: médicos, enfermeras, policías, ejercito, abogados etc. Ahora en ese frente de conflicto se repiten las palabras “voluntariado”, “solidaridad”, “amor al pueblo”, porque un médico se distingue por su identificación en salvar vidas, así los médicos acompañan la Historia de la humanidad, cada médico recuerda su Escuela de Medicina, reproduce las enseñanzas de sus maestros, a pesar que ahora la Patria llora el fallecimiento de sus mejores hijos.
Es momento de luto por los médicos y la institución de salud, su historia llega a nuestro encuentro demostrándonos su genuina vocación de salvar vidas, se trata de su responsabilidad del conocimiento adquirido y retornarlo al Estado, a la nación, al pueblo que durante sus “muchos años de formación” contribuyó en sus diversos períodos, ahora observamos día a día la verdad de los cuerpos médicos que no abandonan a sus pacientes, así continúan la tradición irrenunciable y motivo de sus vidas.
El cuerpo médico se encuentra más cercano a nosotros que los héroes olímpicos, son humanos que nos recuerdan la fragilidad de nuestras vidas, a ellos les pertenece el ideal que nos libera de los males que dañan a nuestras familias y su pueblo, podemos sentir como propio el pesar de sus familias ante la pérdida de un ser amado, ellos son tan nuestros como el dolor que sentimos por su ausencia… No soy médico, pero si mi esposa, hermano, hermana y durante la guerra mi casa fue un pequeño hospital, trabaje desde ahí y en el campo… parte de mi familia está en primera línea, nosotros les saludamos con admiración.
