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Las ‘ciencias jurídicas’: ¿son ciencias? (II)

Luis Armando González

IV

¿Cómo es el vínculo entre (y desde las) ciencias sociales y el derecho? Las distintas disciplinas de las ciencias sociales -economía, ciencia política, historia, sociología, antropología, psicología- se enfocan, de manera creciente, hacia el estudio de problemáticas jurídicas en las distintas sociedades y épocas históricas. Hasta no hace mucho, la filosofía tenía a su cargo buen parte de los estudios sobre el Derecho: su naturaleza, conceptos, lógica y evolución, pero desde la mitad del siglo XX esta situación comenzó a cambiar, cuando so ciólogos, historiadores, psicólogos, economistas y antropólogos dedicaron esfuerzos para comprender las relaciones e interacciones de lo jurídico -entramados legales e institucionales- con el poder político, con el poder económico y con los distintos agrupamientos sociales, por ejemplo sindicales, gremiales o profesionales.

Se abrió la puerta a los análisis científicos de lo jurídico, haciendo de este un objeto de investigaciones de distinta naturaleza, que han venido arrojando más y mejores conocimientos sobre, para el caso, el origen histórico de las primeras normas jurídicas o el funcionamiento del derecho en las sociedades occidentales modernas desde su formulación en la Roma imperial, pasando por la Edad Media hasta llegar a las sociedades capitalistas actuales.

Junto con las conquistas explicativas de los más variados fenómenos jurídicos, las investigaciones científico sociales han forjado un conjunto de herramientas teóricas y metodológicas de gran utilidad para seguir investigando nuevas problemáticas jurídicas. Además, una novedad de nuestro tiempo es que, en el campo jurídico, se están formando profesionales que incorporan a sus capacidades las habilidades para la investigación, y no solo para el ejercicio de su labor como abogados o abogadas.

Es oportuno hacer énfasis algunos aspectos relativos al aporte de las ciencias sociales en el estudio de fenómenos que, con acierto, se ha dado en calificar como socio-jurídicos. En efecto, las ciencias sociales básicas (economía, ciencia política, sociología, antropología e historia) han dedicado esfuerzos crecientes para hacer de determinados fenómenos socio-jurídicos objeto de estudio de algunas de sus áreas de especialización disciplinar.

Es decir, ni toda la economía ni toda la sociología, por ejemplo, se han dedicado en exclusiva a la explicación de problemas socio-jurídicos, pero sí lo han hecho algunas ramas suyas, que incluso -como en la sociología jurídica o la economía del crimen- se ha convertido en campos especializados tanto de la ciencia económica como de la sociología. O sea que hay ramas disciplinares de las ciencias sociales que se ocupan de lo socio-jurídico, lo cual podría dar la pauta a llamarlas “ciencias sociales de lo jurídico” si no fuera porque ello daría pie a la idea equivocada de que lo hacen en exclusiva. Lo correcto es llamarlas “ramas o disciplinas de las ciencias sociales que se ocupan de lo socio-jurídico”, y bajo ese rubro caben los distintos abordajes que, desde las ciencias sociales, se hacen de fenómenos y problemáticas de tipo jurídico y socio-jurídico.

Desde mi punto de vista, considerando que el párrafo anterior puede sostenerse con evidencia empírica, no creo que sea sostenible, con la facilidad con la que se hace, afirmar la existencia de unas “ciencias jurídicas”, es decir, de un conjunto de ciencias jurídicas básicas (equivalentes a las ciencias sociales básicas) que se ocupen de lo jurídico de manera científica, por ende, explicativa. Lo mismo pienso de la (in) existencia de unas “ciencias policiales”, esto es, de un conjunto de ciencias policiales básicas que se encarguen de explicar problemáticas policiales. Lo obvio es que no las veo operantes ni presentes en el quehacer académico estándar que, para comenzar, es público. No me refiero a la existencia de la expresión “ciencias jurídicas” (o “ciencias policiales”), sino a las disciplinas científicas que deberían dar vida a las actividades científicas de esas “ciencias jurídicas”). Pero lo obvio de no ver esas disciplinas actuando y operando en el mundo académico-científico guarda relación con algo más de fondo, es decir, con la constitución de las ciencias sociales (y también de las ciencias naturales) que son operantes y actuantes en el mundo académico-científico.

V

Se suele decir que una ciencia es tal cuando tiene un objeto de estudio propio, no compartido con otras ciencias. En una primera aproximación esa afirmación es correcta, pero hay que añadir que distintas ciencias (o ramas  o disciplinas suyas) pueden cruzarse en sus investigaciones y explicaciones de un determinado ámbito de la realidad y ello ha dado pie al surgimiento de disciplinas científicas que expresan ese cruce (bioquímica, paleoantropología, neuropsicología, etc.).  Asimismo, la otra cara de la moneda es que, además un ámbito de estudio propio, una ciencia se constituye cuando se apodera de (o construye un) conjunto propio de conceptos, marcos de referencia, hábitos, procedimientos y explicaciones (con sostén empírico) sobre el ámbito de la realidad del cual extrae sus problemas y enigmas. Es lo que Thomas Kuhn llamó un paradigma.

La consolidación de una ciencia camina, pues, por el doble carril apuntado, y las que han llegado más lejos (ciencias indiscutibles: física, biología, astronomía y química, todas ellas verdaderas disciplinas formadas por varias ramas o áreas especializadas (como la física atómica, la etología, la microbiología, la biología molecular, la paleontología o la química orgánica) tienen unos sólidos cimientos conceptuales y lógicos y una sólida fundamentación empírica, y ambas dimensiones tejen las explicaciones (teorías) que han elaborado sobre los ámbitos de la realidad de las que se ocupan. En las llamadas ciencias sociales, las disciplinas que más lejos han llegado en el cumplimiento de ambos requisitos son la economía (ciencia económica), la psicología evolucionista y cognitiva (que se ha articulado con la neurología y otras ramas de la biología para dar lugar a las neurociencias), la ciencia política y la historia. La sociología y la antropología todavía no logran afianzarse como ciencias, aunque algunas ramas suyas lo hacen mejor que otras.

Tener un ámbito propio de estudio y tener un marco conceptual (categorial) propio -es decir, no tomado de otras disciplinas o ciencias- van de la mano. El uno es requisito para el otro, y las ciencias naturales y las ciencias sociales (de estas, las más consolidadas) lo lograron poco a poco, luego de un trabajoso desarrollo histórico. No nacieron por decreto, porque a alguien se le ocurrió crear unas “ciencias naturales” o unas “ciencias sociales”. Las ciencias particulares que llegaron, con el paso del tiempo, a agruparse como “sociales” o “naturales” fueron primero, y siguen siendo, ciencias individuales, bien delimitadas en lo conceptual y en lo empírico. Llamarlas ciencias sociales o ciencias naturales no es algo difuso o genérico, sino algo con un perfecto y total significado. Por cierto, hasta tiempos recientes -finales del siglo XIX- la palabra ciencia se comenzó a aplicar a ciertas áreas del conocimiento (que eran parte de la filosofía natural) y se comenzó a llamar científicos (no filósofos naturales) a sus cultivadores. Eso no quiere decir que la ciencia comenzara entonces.

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