Caralvá
Intimissimun
San Salvador de los deportados
¿Nadie te espera en San Salvador? – Sarno-
No necesito a nadie, solo el dinero puede esperarme afirmó – El Cachas –
Esas fueron las únicas palabras que cruzaron en el avión de los deportados, custodiados por alguaciles y bajo fuerte vigilancia de los federales gringos.
La vida de aquellos seres deseosos de continuar con su cadena de violencia apenas iniciaba, con sed de cobrarse la mala pasada que el destino les jugó en Estados Unidos, regresar a San Salvador era comenzar de nuevo.
El Cachas se reunió con viejos amigos, algunos con muchos años de trabajo y muy bien orientados, en su caso era a la inversa. Se reunió con quienes aún pasaban por ahí, gente marginada por la economía, sin recursos, pero honrada. Visitó todos los antiguos lugares ahora solitarios de amigos infantiles, aquellos llenos de inspiración y esperanza, cuando el Cachas era el “cachitas” que no era tan malo, sino apenas un niño travieso e inquieto; recordó las correrías de juventud, sus malandanzas, las borracheras, pero no olvidaba sus inicios en los ilícitos, fue aquella ocasión cuando el padre de un amigo del barrio, que era un motorista de transporte colectivo pero con rutas entre fronteras, realizaba largos recorridos por muchos pueblos y ciudades, él le ofreció marihuana, aquella hierba chistosa fue su bautismo en drogas, por ella lograba distorsión de sonidos, lentitud de movimientos, mucha sed y ojos rojos, recordó su primera fumada con esa que sería su experiencia juvenil al compartir cierta sociabilidad con otros, de esa forma “aprendió el negocio” , primero comprar “el monte” hasta consumirlo, luego el juego del ilícito; el padre de su amigo distribuía la marihuana traficada desde otras naciones, la cual era contrabandeada por otros transportistas en autobuses internacionales, era un comercio ilegal, pero en aquellos tiempos aún no tenía una legislación estricta, apenas era una hierba exótica de manera que su negociación fue más o menos permitida, no obstante con el transcurso del tiempo las leyes y la policía endurecieron el control, fue sancionada y declarada droga proscrita; el honorable transportista había trascendido la barrera del barrio obrero y para ese momento ya vivía en otro sitio cambiando su residencia hacia un barrio “de nuevos ricos y políticos”; el Cachas recordó aquella prodigiosa metamorfosis y esa fue su epifanía infernal. Se dedicaría a imitar ese ejemplo y luego a un negocio legal, el clásico ejemplo del pirata: chico marginal, antisocial, adolescente delincuente con antecedentes penales, escala la sociedad con dinero sucio, adquiere negocios legales y se convierte por milagro en “sectas cristianas” en ciudadano honorable.
El Cachas aún refugiado en casa de antiguos familiares, los cuales comprendieron que esa persona apodada el “Cachas” ya no era el mismo, pasaba el día con gente marginal buscando contactos con los antiguos amigos de parranda, los cuales le propusieron “trabajos sucios”, entre otros servir de: mula, sicariato, extorsiones, secuestros o receptación de objetos robados, todos comprendían problemas mayores con la justicia, pero ninguno de ellos pareció adecuado para sus capacidades adquiridas en Estados Unidos, de todas aquellas propuestas eligió una “segura”… como en los viejos tiempos, el recuerdo de aquél transportista convertido en pocos años en honorable empresario fue su mejor sueño satánico, así eligió comerciar en los puntos ciegos fronterizos, era difícil el objetivo, pero significaba comerciar en el mercado negro de Nicaragua, llevar armas y drogas por la frontera para luego pasarlas a El Salvador, con este propósito contaba con cierta organización de camioneros que detenían sus vehículos en puntos de reabastecimientos o reposo, de esa forma ellos por la noche desmontaban pequeñas cajas instaladas en dobles fondos de las cabinas, en otras ocasiones en los artificios de los techos, el piso de las estructuras de los autos etc., los cómplices tenían la excusa de mantenimiento del auto, así se detenían por reparaciones menores, ellos rápidamente llegaban con sus equipos tomaban las “especies” a la velocidad de los mecánicos de Fórmula 1 para desaparecer en la oscuridad de la madrugada, luego en otro punto de relevo se internaban en campo abierto fronterizo, evitando los controles aduanales. Todo transcurrió bien durante un tiempo, hasta que su grupo fue emboscado en un enfrentamiento con una banda rival y por poco pierde la vida, solo él sobrevivió, los cuerpos de sus amigos fueron dispersados por aves de rapiña entre los ríos fronterizos a la visita de nadie, por pura suerte el dinero de la operación quedó en su mochila de modo que… todos muertos, todos calladitos. Continuará amazon.com/author/csarcaralv

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