Luis Arnoldo Colato Hernández
Educador
Como su nombre lo indica, es la que imparte el estado en cumplimiento del mandato constitucional, suscribiéndola a los grandes intereses de este.
Para poderlo concretar, la formación del que sin duda es el elemento más importante para su ejecución, el educador, es capital.
Observa que lo denominamos educador y no de otra manera, pues a pesar de que en el presente priva como parámetro el principio “…se educa en casa, se instruye en la escuela…”, no debe el educador abandonar el principio rector de transmitir conocimientos, en su rol de formador, pero también de procurar a través de las buenas maneras y dominio efectivo de la norma, conformar en su ejercicio el modelado de verdaderos ciudadanos, que aporten desde su vida productiva, a la realización de la Patria.
Observa además que afirmamos como el completo sistema se debe subrogar a los grandes intereses de la República, porque son los intereses de todos, y no como el proyecto que las reformas emprendidas por el neoliberalismo persigue, supeditados al esquema neoliberal del modelo económico que se nos impuso, manifiesto en el individualismo y la competencia, que el esquema educativo así impulsado reproduce en las aulas.
Impulsada en las aulas porque la construcción de los grandes valores promovidos desde la pedagogía, que en el pasado fueron su propósito último por encima de la memorización, es atajada al privilegiarse en el completo modelo que se promueve desde el neoliberalismo, el fin de favorecer a las élites, por encima del interés común, afirmado en la desigualdad que impone un sistema evaluativo que favorece la nota, la competencia, por encima del aprendizaje, del saber real derivado de la satisfacción a la duda y el desarrollo de una moral supeditada a la ley.
Vamos por partes.
La duda es la que los antiguos establecieron como el gran propósito del saber, la razón de todo el quehacer de la Academia, donde el debate y la puja de posiciones buscaron siempre no el prestigio personal, sino esclarecerla para la satisfacción plena de esa duda, lo que diera como sabemos, paso al siglo de oro en el mundo antiguo, en Atenas, mientras su entorno feneció en la barbarie y el atraso.
La ley, porque legitimada sobre la base de su universalidad, se constituye en el principio rector del completo sistema, lo que no puede ser de otra forma, volviendo posible la convivencia desde las aulas, pues la evidencia apunta, a que cuando falta es sustituida por la violencia social.
Así, si bien estos son los pilares sobre los cuales se erigió la escuela en sus inicios, es el propósito último el infundir entre los educandos la búsqueda del bien común, modelando no a máquinas sin conciencia y obedientes, sino a entes conscientes de su relación y posición ante su entorno, orillándolos en el compromiso educativo al propósito de legar un lugar mejor que el que encontraron, lo que deriva además del orgullo patrio, en el bien de la completa raza humana.
De la que somos hijos.