La cólera

–No es posible que me haya hecho eso, no rx hoy que venga lo cuadricularé.

Yanci había estallado en cólera, ed crispaba los dedos con sus uñas afiladas, lo rayaré sin piedad, se decía. Entró su hermana, se acercó con temor: ¿Por qué estás enojada Yanci? Ni la volvió a ver, sus ojos brillaban como dos brasas. ¿Quieres un vaso de agua?  Se lo dejó en la mesa.

Yanci se paseaba de un extremo a otro de la sala. ¿Qué maquinaba? ¿Contra quién vociferaba? ¿Será contra su hermano o contra su esposo? Llegó su hermano y no le respondió el saludo. No pasó a más, no era el sujeto de su enojo.

Apareció Armando, su esposo, con su ataché en la mano, lucía cansado. Se aproximó a Yanci para saludarla, ella dejó que se le acercara y cuando sonó el chasquido del beso, con intenso grito le clavó sus uñas en el cuello, el tórax, la espalda, los brazos. No podía detenerla con buenas maneras hasta que le descargó un sopapo y cayó de espaldas. Pero ella, al instante dio un brinco y se le abalanzó con triple furia: puntapiés, mordidas y ultrajes.

Lo apabulló con tal fuerza que salió bamboleante mientras ella le lanzaba lo que encontraba en la sala. Quedó sola en su campo de batalla.

Armando se refugió en la bodega, aquí lo visitó su cuñado: ¿Qué le has hecho?, le preguntó.

–Nada, que yo sepa.

–¿Te has conseguido alguna chica?

–Para nada, he sido feliz con ella, no necesito buscar más.

–¿Qué piensas hacer?

–Conocer el motivo de su enojo. Me puede matar sin saber el porqué. Antes de casarme no advertí que era supercolérica, rayano en la locura.

Armando improvisó un dormitorio en la bodega y dejó pasar algunos días mientras bajaban las aguas turbias.

Cierto día vistió su indumentaria de motociclista: pantalón y chumpa, ambos de cuero, guantes, lentes y casco que protegía su cráneo y rostro. Se sintió seguro con este traje, podría soportar cualquier tipo de ataque de su consorte. Ingresó a la sala y encontró a Yanci tranquila, viendo televisión.

–¿Por qué me agrediste como loca? – la interrogó de frente.

–Me engañas, tienes otra – lo afirmaba con certeza.

–Falso. Es producto de tu imaginación.

–Andas con una tal Jacky, tomado de la mano.

–No te confundas. Ella es la novia de mi hermano y no se separan.

–Pero también tú andas con ella.

–Imposible, Jacky es una chica honesta y pronto se va a casar.

Yanci advirtió que se había equivocado, pero no quería aceptar su error y siguió con su acusación.

–Pero te gusta esa Jacky.

–Sí, me gusta para mi hermano.

–Pero…

–No sigas, soy un hombre serio y no te iba a fallar. Te agradezco, no me diste muerte.

–Agradece a mi hermana, ella me escondió la pistola, por lo contrario no estarías averiguando cosas.

–De todos modos hoy me iré de aquí huyendo de mi futuro contigo.

–¿Cuál futuro?

–Aquí me puedes asesinar como a un gato. Busca a otro a quien matar.

–¡No me acuses! –comenzó a subir su enojo.

–Vivir aquí es vivir en el patíbulo, esperando que me ejecutes, y no soy suicida.

Armando salió con su traje de motociclista como astronauta para un nuevo destino, en el ambiente percibió un lejano eco: Noo…no te vayas…no… Aceleró su motocicleta y desapareció como un flash bañado por los últimos rayos de la tarde.

 

Carlos Burgos

Fundador

Televisión educativa

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«Orquídea». Fotografía de Gabriel Quintanilla. Suplemento Cultural TresMil, 20 abril 2024.