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Humillación

Orlando De Sola W.

No es lo mismo ser humilde que humillado. Lo primero implica una actitud de aceptación voluntaria, and lo segundo, check una imposición. No se puede ser humilde y humillado a la vez.

Ser humilde es apropiarse de la verdad con dignidad; ser humillado significa someterse a la realidad ajena, con sentido de culpa, o vergüenza.

Quien dice no avergonzarse de nada en su vida es un sinvergüenza, porque es imposible que alguien jamás haya experimentado esos sentimientos de culpa y vergüenza, que son inherentes a nuestra cultura greco-romana y judeo-cristiana.  Nuestro sistema judicial, diseñado para juzgar, castigar y corregir, se basa en esos sentimientos de culpa y vergüenza, a veces inducidos con artificio. Pero la humildad es un proceso voluntario que no depende de la soberbia, altanería, o arrogancia de los juzgadores, sino de la sabiduría, que implica conocimiento y verdadera justicia, no justicialismo.

Las penas, o castigos infamantes han quedado supuestamente en el pasado, pero no del todo, porque muchos procesos judiciales, ampliados por los formadores de opinión pública, cumplen ese propósito infamante, en el sentido que destruyen la imagen, el prestigio y autoestima del procesado, muchas veces inocente.

No se valora el propósito regenerativo, o de enmienda, cuando la pretensión es juzgar y castigar a ciegas (con los ojos “vendados”) mientras alevosamente se instalan teleobjetivos para enfocar en ciertos casos que confirman la hegemonía del sistema imperante, que no es muy justo. Uno de esos casos es el mío, que fui juzgado y condenado por delitos que no cometí. En este atropello fueron involucradas la Policía, la Fiscalía, el Órgano Judicial y el sistema carcelario, que no cumple con los fines para los cuales ha sido establecido.

Otro caso fue el de unos militares que tuvieron que retirarse de importantes cargos públicos por el hecho de haber pertenecido a la Fuerza Armada.

Pero, ¿que es un militar, sino un civil entrenado en armas? En el fondo, todos somos civiles y militares a la vez, ya que en casos extremos, cuando defendemos nuestra vida ante peligro inminente, todos tenemos el derecho a la autodefensa con armas, no solo de fuego, sino de cualquier tipo, incluyendo extremidades y cabeza, siempre y cuando su uso defensivo sea proporcional a la fuerza del agresor, o atacante.

La cabeza es nuestra principal arma, no por su contundencia frontal, sino porque simboliza nuestra inteligencia, que combina información y análisis para conocer nuestro entorno, riesgos y amenazas, tanto colectivas como individuales.

No siempre la inteligencia sirve para fines lícitos, sobre todo cuando la parte inquisitiva es desviada, manipulada, o confundida para fines aviesos, como sucedió en mi caso. Por eso se cita y se acomoda jurisprudencia para justificar sentencias opuestas a la verdad.

La constitución de 1983 y los cambios que le  hicieron para ajustarla al Pacto de Chapultepec son producto de la guerra fría. Quienes por elección secundaria, o partidaria, se consideran intérpretes de la voluntad de esos constituyentes ignoran que el espíritu de esa época y la voluntad del pueblo han cambiado, pues han cambiado las circunstancias.

Mal hacen esos intérpretes de voluntades marchitas, casi siempre manipuladas, en tratar de mantener el espíritu de la guerra fría, tan bien plasmado en la Constitución y sus  enmiendas.

Olvidan que el Muro de Berlín fue derribado en 1989 y la URSS colapsó en 1991. Pero todavía hay quienes pretenden levantar nuevos muros, o reconstruirlos sobre antiguos prejuicios, cuando en realidad necesitamos nuevos puentes de concordia y fraternidad sobre los caudales de discordia y confrontación, que nos arrastran hacia el caos y la anarquía.

¿O será que agentes del mercantilismo, infiltrados en los órganos del estado, con atrevidas interpretaciones de la voluntad de los constituyentes, pretenden sobreponer la ventaja y el privilegio al bienestar general y el bien común?

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