Por David Alfaro
29/06/2025
La dictadura de Nayib Bukele ha reinventado la esclavitud en pleno siglo XXI. Lo que vende como “rehabilitación” no es más que explotación humana a gran escala. Miles de personas privadas de libertad —muchas de ellas ni siquiera condenadas, sólo acusadas bajo un régimen de excepción arbitrario— están siendo forzadas a trabajar sin salario, sin derechos laborales, sin ninguna garantía jurídica.
Es trabajo forzado, es esclavitud moderna. Punto.
Los obligan a construir escuelas, hospitales, obras públicas y privadas, en contratos oscuros que benefician tanto al gobierno como a constructoras aliadas del régimen. No sólo eso: los Bukele, herederos de una larga tradición de maquileros explotadores, también utilizan a los reos como mano de obra esclava en maquilas instaladas dentro de las cárceles, produciendo textiles que luego venden en el mercado nacional e internacional.
El artículo 27 de la Constitución salvadoreña es claro: las actividades que realizan los privados de libertad deben tener una vocación eminentemente resocializadora. Pero en la dictadura de Bukele, la Constitución es papel higiénico. No existe Estado de derecho, no hay Corte Constitucional que defienda garantías, no hay jueces independientes. Hay una maquinaria de represión y explotación humana operando a plena luz del día.
Lo peor: la mayoría de estos presos ni siquiera han sido condenados. Son procesados, acusados, etiquetados arbitrariamente bajo la paranoia del régimen. Y aunque sean inocentes, mientras esperan juicio —o lo que sea que este régimen llame “juicio”— son obligados a trabajar como esclavos para enriquecer a la dictadura y a sus socios empresarios.
Bukele ha convertido las cárceles en maquilas y los derechos humanos en chatarra. Ha demostrado que su modelo no es de seguridad, sino de opresión, explotación y humillación contra los pobres.
Esto no es un modelo exitoso. Esto es fascismo tropical disfrazado de modernidad. Esto es esclavitud, sin eufemismos.