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ESCASEZ ESTRUCTURAL DE AGUA: LA AMENAZA IGNORADA

Por David Alfaro
23/09/2025

–La escasez estructural de agua no es un problema de sequías temporales, sino la falta crónica y permanente de acceso al agua causada por fallas en el modelo de gestión, infraestructura insuficiente y explotación desigual del recurso.–

En San Salvador basta una falla en una tubería para que cientos de miles de familias se queden sin agua. Esa vulnerabilidad revela lo frágil que es nuestro sistema hídrico. Ahora imaginemos un escenario más grave: una escasez estructural de agua. No sería un problema pasajero, sino un déficit permanente provocado por la sobreexplotación de los acuíferos debido a la deforestación, la falta de inversión en infraestructura y la prioridad que se da a los negocios sobre la vida.

Un ejemplo claro es el Gran San Salvador: en la capital y su área metropolitana vive más de un tercio de la población del país, pero no hay suficiente infraestructura para captar, potabilizar y distribuir agua. El sistema Las Pavas, en el río Lempa, funciona con equipos renovados, pero la red de tuberías es obsoleta y sufre fallas constantes.

Mientras tanto, las urbanizadoras y la agroindustria cañera extraen enormes volúmenes de agua de los mantos acuíferos para riego o para abastecer proyectos privados, reduciendo la disponibilidad para las comunidades. Así, muchas colonias reciben agua sólo unas horas por semana y otras dependen de pipas o de comprar barriles, lo cual encarece el acceso.

Este problema no se resuelve con una lluvia abundante ni con un buen invierno: es un déficit de fondo, resultado de cómo está organizado el sistema de gestión del agua, de quién controla el recurso y cómo se invierte en infraestructura.

El impacto de una escasez estructural sería devastador: afectaría la salud, la economía, la alimentación y, en última instancia, la estabilidad social del país. Aun así, se sigue privilegiando a la industria cañera y otros intereses que contaminan o acaparan el recurso, olvidando lo esencial: sin agua no hay vida, ni futuro posible.

El agua no es mercancía, es un derecho humano. Defenderla es una tarea urgente y colectiva. Comunidades, organizaciones y ciudadanía debemos alzar la voz y exigir políticas que garanticen su protección y acceso justo. Si permitimos que el agua se agote o se privatice, estaremos hipotecando la vida misma.

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