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El Río Lempa agoniza y la Finca El Espino tiene una pistola en la cabeza

Por Leonel Herrera*

El Río Lempa está muriendo, porque gran parte de su superficie ha sido cubierta por una planta invasora que asfixia a toda la vida animal y vegetal que todavía albergan sus aguas. Es una “alga maligna” -resultante de la contaminación por residuos orgánicos e industriales- que absorbe el oxígeno del agua.

El problema inició hace algunas semanas en el mal llamado “Lago” Suchitlán y se ha extendido por todo el trayecto lempino que toca parte de los departamentos de Chalatenango, Cuscatlán y Cabañas. Debajo de la mancha verde -que exhiben fotos y videos difundidos en redes sociales- mueren miles de peces y otras especies.

El Río Lempa tiene una importancia vital para el país: abastece de agua potable a 1.5 millones de personas del área metropolitana de San Salvador, a través de la Planta Potabilizadora El Torogoz (antes “Las Pavas”) Sus cuatro centrales hidroeléctricas cubren el 33% de la demanda energética nacional; y sus cuencas albergan diversos ecosistemas y especies.

La existencia del Río Lempa también es fundamental para la agricultura, la pesca, el turismo y otras actividades de sobrevivencia de la población en 162 municipios que están en sus riberas. El principal río salvadoreño, además, beneficia a 15 municipios de Guatemala y 22 de Honduras.

A pesar de esta enorme importancia, el Río Lempa sufre un acelerado proceso de degradación que pone en riesgo el abastecimiento de agua, la generación de electricidad, la producción agropecuaria y demás actividades que se realizan en sus cuencas.

Esto se debe a la sobre explotación de sus recursos, al deterioro de sus ríos tributarios, la degradación de los bosques y humedales, mal manejo de desechos sólidos en toda su cuenca, la descarga de aguas negras provenientes de centros urbanos, manejo inadecuado de desechos industriales y agroindustriales, la explotación minera en Guatemala y el cambio climático.

De esto resultan plagas de “lechugas malas” que se propagan rápidamente por el caudal lempino, frente a la desidia gubernamental y la indiferencia de la sociedad (incluidas las ONGS ambientalistas). A las “algas malignas” y toda la contaminación actual se suma la terrible amenaza de la reactivación de la minería metálica en las cuencas lempinas.

La explotación de la franja minera que atraviesa la zona norte del país sería el “tiro de gracia” en esta muerte lenta del Río Lempa: sus cuencas serían destruidas por la tala de bosques y la remoción de millones de toneladas de roca en las montañas.

Sus zonas de recarga hídrica serían extinguidas por el uso intensivo de agua para la separación de los metales y su caudal se convertiría en un charco de desechos con cianuro, drenaje ácido de metales pesados y otros materiales tóxicos que son mortíferos.

Mientra el Río Lempa agoniza por la contaminación y la espada del “Damocles minero” también pende sobre su cuello, la Finca El Espino siente el helado cañón de una pistola empuñada por el gobierno y la embajada china que quieren destruirla para hacer un nuevo Centro Internacional de Ferias y Convenciones (CIFCO).

La Finca El Espino es un ecosistema de enorme importancia para la ciudad de San Salvador y para el resto del país, ya que es un espacio natural de mucha biodiversidad que alberga a centenares de especies animales y vegetales, incluidas algunas que ya están en peligro de extinción y otras para las cuales éste es un hábitat único.

En cuanto a fauna, la UES y el Ministerio de Medioambiente registran unas 180 especies, entre las que destacan mapaches, cotuzas, armadillos, tacuazines, garrobos, lagartijas y decenas de especies de aves, residentes y migratorias; además de insectos y otras especies.

Y en relación a la flora, se registran más de 500 especies que incluyen árboles, arbustos, bejucos, hierbas y helechos.

La Finca El Espino es una vital zona de recarga hídrica para el Área Metropolitana de San Salvador, gracias a que el terreno boscoso permite la filtración de agua que alimenta a los acuíferos subterráneos. Esa filtración también evita mayores inundaciones en barrios y colonias del sur de San Salvador, como La Málaga, donde hace 17 años murieron trágicamente 33 personas arrastradas por el Río Arenal de Monserrat.

Desde hace tres décadas la zona boscosa de la Finca El Espino viene reduciéndose, debido a la construcción de centros comerciales y edificios residenciales. Si continúa su destrucción no solo se quedarían sin hogar y podría morir centenares de especies animales y vegetales, sino que también se agravaría el agotamiento del acuífero subterráneo y habría mayores desastres por inundaciones.

Ojalá que la población reaccione y exija al gobierno que actúe para detener estas barbaries ambientales: la muerte del Río Lempa y la depredación de la Finca El Espino.

Con respecto al Lempa, urge un plan nacional de salvación del principal río del país que incluya restablecer la prohibición de la minería metálica y desarrollar procesos de descontaminación. Y con respecto a El Espino, el nuevo CIFCO (en caso de ser necesaria dicha obra) debe construirse en otro lugar donde no cause daños ambientales.

Ojalá que así sea.

*Periodista y activista ambiental.

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