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El fútbol y los retos 

Mauricio Vallejo Márquez 

La verdad es que el fútbol no me interesaba. Sin embargo, estábamos ahí en medio de aquel cardumen de niños para formar equipos de fútbol.

Creo que estaba en segundo grado y la temática de los dichosos intramuros era el fútbol nacional. Muchos estaban emocionados, mientras que yo observaba aquel confuso caos de voces emocionadas. De pronto Billy, el profesor de educación física, sacó del tumulto a los niños que consideraba idóneos para capitanear los equipos. No sé qué criterios usó para ello, pero intuyo que fue algún conocimiento en el balompié.  Entre los que comenzaron a seleccionar elementos para sus equipos estaba Juan Carlos Carreño (a él le perdí la pista) que era hijo de un jugador de futbol que había llegado de Chile. Él me escogió para engrosar sus filas.

Mi mamá, que en esos años era toda una entusiasta, me llevó a comprar tacos y otros enseres para enfrentar aquella campaña. Después nos acompañaba a los partidos y me compraba agua. Por lo general ahí estaba ella presente viendo aquellos niños correteando tras una pelota durante el tiempo que nos reglaban.

Como escenario partían las canchas grandes en diez o más canchitas donde le dábamos patadas al aire por dárselas a un balón que pocos lograban dominar. Pero sin importar el resultado final, la tranquilidad que se sentía al terminar el partido era suficiente recompensa.

Lo mejor de esos años era que no importaba si usaba o no mis lentes. Porque me resultaban imprescindibles. Así que mientras estuve en el Externado pude ver dentro de la cancha. El detalle fue que al estar en el Cristóbal Colón la cosa fue diferente. Y ver se me volvió más complicado, así como jugar y apuntar al marco. Pero a pesar de aquellas adversidades no me amilané y seguí intentando jugar con mi alto grado de miopía y astigmatismo que no me dejaba distinguir más allá de un metro de mi nariz. Pero sin lentes era otra cosa, no fallaba tantos goles y lograba cazar las bolas.

Una vez tuve la oportunidad de jugar en un amistoso entre el Concho de Tecapán y otro equipo de California. Gracias a Christian Mejía, que me reclutó. Sin embargo, aquello fue complicado debido a mi escasa visibilidad, así que mi aventura con el fútbol se dio por terminada. Creo que tenía 17 años.

Aquellas aventuras me ayudaron a buscar otras alternativas de vida y a ser obstinado con los sueños. Al final de cuentas las dificultades están para ser superadas. Ahora no juego fútbol, pero sigo en la aventura de enfrentar los retos. No siempre logró los resultados que quiero, pero no soy de los que se rinden fácil.

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