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«El Toro». Mauricio Vallejo Márquez

Por Mauricio Vallejo Márquez

Aquel personaje puso todas sus pistolas sobre la cama. Mis infantiles ojos estaban asombrados al ver tanto armamento sobre la cama, municiones de todos los calibres. Y yo sin entender que aquello era solo parte de lo que manejaba. En su armario tenía además de pistolas un buen conjunto de armas largas, AK-47, M-1, M-16. Aquello parecía una tienda de armas.

“Tomá”, me dijo al poner en mi mano aquella arma. Era obvio que estaba asombrado y quería tocar aquel instrumento. “Vos no vas a tener que usarla, como dice tu tata, para eso estamos en la lucha”. Yo veía aquello y luego lo veía a él. “Vos vas a ser de libros, corazón y cerebro como tu tata”. Y aquellas palabras me resonaron hasta el día que encontré el poema que me escribió mi papá Nota Urgente para el cipote, en el que se lee: “Y vos hijo, ya no vas a tener que ser subversivo ni nada de eso, por eso hay varios metiéndole a la lucha”.

Yo en mi camiseta pirata y mi calzoneta hawaiana quería quedarme con la pistola calibre 22 creyendo que era un juguete y también con esa conciencia que me inculcaban en casa. Pero mis años de niñez eran tiempos de guerra y la guerra estaba en mí, aunque no quisiera, y a mis siete años en 1987 apenas esperábamos La Ofensiva Final Hasta el Tope.

Faltaba aún para ese once de noviembre de1989. Sin embargo, aquel personaje aún no logro descifrar lo que era, solo sé que era un líder y amigo de mi papá. Estaba cerca de la familia, igual que otros compañeros de mi papá que se refugiaron en nuestra casa o que llegaban a ver cómo estábamos, por lo que era habitual verlo. Era colocho, blanco como mi padre y alto como el porte de mis tíos, andaba entre el metro ochenta y el metro ochenta y ocho. Grande.

A veces confundíamos los cohetes y petardos con balas porque los enfrentamientos eran habituales. Era algo normal en esos años para mí, como ahora es una tarde tranquila. Pero los demás distinguían perfectamente las balas de la pólvora envuelta en papel y me iban enseñando a discriminar el balazo de los cohetes.

Un día ese personaje salió de la reunión que tenían en casa y disparó al aire para vaciar la pistola. Yo escuché extasiado, asombrado, y le decía a los que estaban ahí: “parecen cohetes”. Aquellos tipos sonrieron y me acariciaron la cabeza. Esa noche lo vi planear rutas y acciones señalando un mapa sobre la mesa hasta que me quedé dormido en la sala y uno de ellos me llevó a la cama y me arropó. Después de eso me cuentan que entró alguien y de inmediato aquel escuadrón salió de la casa. Fue la última vez que los vi.

Pasaron los años y aquel compañero que terminó en el Frente Clara del que no sabía su nombre se perdió en nuestra historia como muchos hombres y mujeres valientes, cuando pregunté la última vez por aquel tipo solo supe que le decían El Toro.

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Mtro. Mauricio Vallejo Márquez

 Licenciado en Ciencias Jurídicas

 Maestro en Docencia Universitaria

Escritor y editor

Coordinador Suplemento Cultural 3000

 

 

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