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El ébola ya cotiza en bolsa

Iosu Perales

Los más de mil muertos por ébola en África occidental han generado temor en toda Europa. De ahí que distintos países estén tomando medidas preventivas destinadas a controlar la posible llegada de la enfermedad transportada por emigrantes. En pocos días estamos aprendiendo sobre el  ébola y cómo debemos hacerle frente, sales hablamos de ello y procuramos estar al día de las últimas noticias que nos llegan por los medios de comunicación. Todo esto está muy bien. Pero es curioso que apenas prestemos atención al dato que nos ofrece el Proyecto Hambre de Naciones Unidas que nos indica que 24.000 personas mueren diariamente por hambre o por causas relacionadas con el hambre. Un dato que lo completa la FAO al afirmar que 800 millones de personas sufren hambre y desnutrición. La causa de que no se hable de ello y de que no nos preocupe, es una: el hambre no es contagioso.

Lo que se pone de relieve, una vez más, es que desde Europa miramos a África como amenaza, sea de enfermedades, sea de migraciones, sea de guerras que nos pueden implicar. Lo demás, las epidemias, las sequías, la hambruna crónica y la desnutrición, los conflictos inter-étnicos, son cosa suya. No cabe duda que si alguna vez  lo fue, Europa ya no es un faro de valores humanos y democráticos, sino una sociedad arrastrada cada vez más hacia posiciones cerradas, egoístas, excluyentes, xenófobas. África es una molestia para nuestra sociedad opulenta –aún en medio de la crisis- que no soporta de buen grado un continente vecino fuente de problemas que un día fomentó sin escrúpulos el colonialismo europeo. Hay ejemplos de cómo se han inoculado enfermedades en África para probar la eficacia de determinados fármacos. No es novela.

Volvamos al ébola. Sabemos que aunque surgió en la década de los años setenta del pasado siglo aún no existe vacuna. Sencillamente los laboratorios de la industria farmacéutica no han tenido interés en desarrollar procesos de investigación dado que países habitualmente afectados como Liberia, Sierra Leona, Guinea y Nigeria no son interesantes desde el punto de vista del negocio de empresas occidentales. En contraste, en Europa la oferta de vacunas es tan increíble que muchas de ellas son innecesarias. Hay mercado. Al tiempo que en África falta lo esencial en el campo de la medicina, aquí estamos cautivos del uso y abuso de todo tipo de fármacos y vacunas. Ha hecho falta que tres personas occidentales se contagien del ébola para que de pronto se nos hable de un tratamiento norteamericano –en período de pruebas- que anuncian como prometedor. Cuando la salud de las personas cotiza en el mercado algo se mueve: el ébola promueve a farmacéuticas en bolsa. Son aquellas que presumen de estar a punto de poseer el tratamiento milagroso, como es el caso de Tekmira, cuyas acciones se han disparado, según el índice de nasdaq. En cambio el hambre no cotiza.

La concentración del capital y el poder del mercado en pocas empresas tiene mucho que ver con el drama: Sólo las diez más grandes empresas controlan la mayor parte de las ventas: el 53% del mercado farmacéutico mundial; el 80% del mercado global de pesticidas y del mercado mundial de alimentos; el 54% del beneficio del sector de la biotecnología. En el estado español siete empresas controlan el 75% de los alimentos que compramos. En realidad el libre mercado presentado por el liberalismo como el mercado perfecto donde oferta y demanda se equilibran es pura teoría o puro cuento. La realidad es un mercado imperfecto con el poder absoluto de monopolios y oligopolios. Hoy se produce lo suficiente para alimentar a toda la humanidad de una manera adecuada, pero parece ser más rentable destruir alimentos y dejar perder cosechas con tal de mantener los precios que interesan a la industria. Hoy, los fármacos genéricos podrían llegar a los lugares más remotos de los cinco continentes, pero es algo que no interesa al negocio de las industrias del ramo. Lo que está ocurriendo es un golpe brutal a la democracia.

No son los gobiernos los que deciden. El poder con frecuencia está en otra parte. Los gobiernos obedecen. El capitalismo neoliberal viene debilitando la democracia formal lo que facilita la aparición de los auténticos amos del mundo, grupos todopoderosos que deciden según sus intereses perjudicando al conjunto de la humanidad. Así también el poder monetario privado es tan grande que los gobiernos se mueven en la sumisión, sometidos a la esclavitud de la deuda que es el negocio de los bancos. Es tal el declive moral de los gobiernos que  calculan sus movimientos en función de cómo servir mejor los intereses de los grupos que mandan. ¿Cómo sino explicar su pasividad frente a la tragedia del hambre y de las epidemias? Ha hecho falta que el ébola nos amenace levemente para hacer algunos movimientos preventivos.

Cuando el mercado del ébola sea rentable se le combatirá  más eficazmente. Es terrible ya sólo pensar que a alguien se le ocurra traerlo a Europa para abrir un buen negocio. No creo que eso ocurra, afortunadamente. Pero en ciertos asuntos la locura, quise decir la codicia,  es una de la hipótesis.

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