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Dura batalla por nombramiento del próximo jefe de la diplomacia de Estados Unidos

Por Mandel Ngan/Nicolas Revise

Palm Beach/Washington/AFP

La incertidumbre se mantiene sobre el nombramiento del próximo jefe de la diplomacia estadounidense, dado que quienes apoyan fervientemente al presidente electo Donald Trump se niegan a que sea el republicano moderado Mitt Romney.

Tercera persona más importante del Estado según el protocolo, el puesto estratégico de secretario de Estado despierta una intensa puja política por la sucesión del demócrata John Jerry.

El Departamento de Estado cuenta con 70.000 funcionarios que manejan la red diplomática y consular más importante del planeta.

Según el diario The New York Times, que cita fuentes del equipo de transición, el entorno de Trump se divide entre quienes prefieren al exalcalde de Nueva York Rudolph Giuliani y los que quieren al candidato republicano que perdió en la presidencial de 2012, Mitt Romney, crítico del millonario durante la campaña presidencial.

¿Qué postura ante Rusia?

Giuliani, que desde el primer momento apoyó a Trump pero no tiene experiencia en política exterior, expresó desde el principio su deseo de dirigir la diplomacia de la primera potencia mundial.

Exfiscal y mundialmente conocido tras su gestión como alcalde de Nueva York entre 1994 y 2001, «Rudy» Giuliani, 72 años, considera incluso que este puesto debería ser naturalmente para él, según el NYT.

Frente a él está Romney, de 69 años, un republicano moderado y derrotado por el presidente saliente Barack Obama en 2012. Su designación permitiría a Trump trasmitir seguridad al sector de los moderados y a los aliados que se preocupan por un eventual salto a lo desconocido de su política exterior.

Pero Romney, exempresario de Utah, exgobernador de Massachussets, cuyo estilo es frecuentemente comparado con el de John Kerry, no tiene pedigrí diplomático y durante la campaña presidencial trató a Trump de «charlatán» e «impostor».

Trump y Romney tampoco están de acuerdo sobre la postura a tener ante Rusia, reto número uno de las relaciones internacionales: mientras que el presidente electo quiere acercarse al jefe del Kremlin, Vladimir Putin, Romney había dicho en 2012 que Moscú era el primer enemigo geopolítico de Washington.

Los caciques descontentos

Desde el miércoles, los caciques republicanos fieles desde la primera hora al 45° presidente de Estados Unidos, critican sin tapujos la posibilidad de que Romney dirija la diplomacia.

«Me vienen a la mente 20 personas que serían naturalmente más compatibles con la visión de la política exterior de Trump», atacó en FoxNews, Newt Gingrich, uno de los duros que también había sido mencionado como posible secretario de Estado.

La muy cercana consejera del presidente electo Kellyanne Conway admitió incluso en un tweet este jueves que recibía una «catarata de comentarios privados y también en las redes sociales (contra) Romney».

Trump nombró en su entorno a hombres blancos, de cierta edad y, en su mayoría, muy rígidos sobre la inmigración o la lucha contra el fundamentalismo islámico. Entre ellos, Jeff Sessions, como fiscal general; el general retirado Mike Flynn, asesor de seguridad nacional, y el editor de extrema derecha Steve Bannon, como jefe de estrategia.

El miércoles, sin embargo, el futuro presidente inyectó una dosis de diversidad al nombrar embajadora ante Naciones Unidas a Nikki Haley, gobernadora de Carolina del Sur e hija de inmigrantes indios, aunque sin experiencia internacional, y a otra mujer, Betsy DeVos, para Educación, ambas conservadoras.

 El general James Mattis, militar respetado, es el favorito para el Pentágono y Steve Mnuchin, exbanquero en Goldman Sachs, podría dirigir el Departamento del Tesoro.

Y, según el Financial Times, el multimillonario Wilbur Ross podría ser designado en el estratégico cargo de secretario de Comercio. Este jueves no se esperan nuevos anuncios.

Impugnaciones

La excandidata a la Casa Blanca por el Partido Verde, Jill Stein, logró reunir los 1,1 millones de dólares necesarios para pedir un recuento de votos en el Estado de Wisconsin, norte de Estados Unidos.

Los resultados de Wisconsin, considerado como uno de los Estados clave durante la elección presidencial del 8 de noviembre, ayudaron a la sorpresiva victoria de Donald Trump frente a la demócrata Hillary Clinton.

El equipo de campaña de Stein evoca «anomalías» que justificarían un recuento de los votos en Wisconsin, así como también en Pensilvania (este) y Michigan (norte), donde Trump reivindica una victoria por escasísimo margen según resultados no oficiales difundidos el miércoles.

Su exdirector de campaña explicó en la página de Facebook de Stein que «expertos en ciberseguridad nos dieron en estas últimas 48-72 horas informaciones muy perturbadoras sobre la posibilidad de fallas en materia de seguridad en los resultados electorales en el país».

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