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Por Leonel Herrera*
“El Salvador es el país más seguro de América Latina”, dijo el presidente Nayib Bukele durante su intervención en la última Asamblea General de las Naciones Unidas. “Tan seguro como Canadá”, remató el mandatario, sin citar ningún estudio, institución u otra fuente que acreditara su afirmación.
Sin embargo, los hechos desmienten al farsante y demagógico discurso del gobernante autócrata salvadoreño: a finales de septiembre uno de sus soldados (a los que presenta como héroes y hasta “instrumentos de Dios”) violó a una niña de 13 años en Mizata, La Libertad.
El agresor sexual, un sargento de la Fuerza Naval, amenazó a la menor con capturarla bajo el régimen de excepción si no se dejaba abusar; y mientras él perpetraba el crimen sus cómplices golpeaban y también amenazaban con el régimen a los jóvenes que acompañaban a la víctima para que no pudieran defenderla.
Esta semana fue desaparecida y luego encontrada asesinada otra niña en La Campanera, Soyapango: Diana Melissa Hernández, de sólo siete años de edad y estudiante de primer grado de educación básica.
En rueda de prensa, el flamante ministro de Seguridad de Bukele, Gustavo Villatoro, se adelantó a decir -sin ninguna investigación previa- que el crimen no tiene relación con las pandillas. Claramente lo hace con el objetivo de evitar que se caiga la narrativa gubernamental de que se acabaron las pandillas.
Pero eso no es todo: en las primeras capturas, las autoridades detuvieron a la madre de la niña asesinada, acusándola de “descuido y desamparo”.
A estos crímenes se suma una serie de vejaciones cometidas por militares, que poco a poco van saliendo a la luz, en la medida en que la gente va perdiendo el miedo a denunciar.
Se suman también alrededor de 200 asesinatos en las cárceles durante el régimen de excepción y 7,000 detenciones arbitrarias de personas que han sido liberadas porque no les encontraron nexos con maras. Además, las torturas y demás abusos en los centros penales descritos en relatos espeluznantes de quienes logran salir de prisión.
Finalmente se agregan los delitos que no conocemos porque el gobierno oculta la información de la situación real de seguridad pública que vive el país.
Ojalá más temprano que tarde el país despierte y se revele contra la mentira, las soluciones falsas y las violaciones a derechos humanos que caracterizan a este gobierno.
Dios quiera que así sea.
*Periodista y activista social.
