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DE AZTLÁN A CUZCATLÁN

Rafael Lara-Martínez

(New Mexico Tech, [email protected])

Desde Comala siempre…

El sol tras el humo opaco

Algo sucedió.  El llanto no coincidió con el estremecerse de mi madre.  Con el fumar nervioso de mi padre en su caminar en círculos.  Como reloj apurado.  Los tres movimientos se dispersaron.  Como mis nombres esparcidos.  Un nombre hospitalario y trashumante.  Otro nombre imperial y de hacendado distante.  El último nombre de buen agüero y dichoso.  Un sino trazado antes de nacer.

Se produjo una disonancia de sonidos, de nombres y de movimientos.  Un hado irremisible que me impulsaría a la dispersión.  A la falta de enlace de mis nombres y de mis almas.  De Cuzcatlán a Aztlán; de Mejicanos a México, de Comasagua a Comala, de Bastión a la Bastilla…  La disonancia de un trío a cuerdas sin acorde.   Tal discrepancia me habitaba.  Se inoculaba en mi sangre de renacuajo a homúnculo.  Antes de nacer.

Algo sucedió.  Los hados me dictaban la disgregación.  El desmembramiento de cabeza, tronco y extremidades.  El polvo errante de mi cuerpo vivo vagaría.  Vagaría al ritmo de la brisa dispersa.  De los vientos huracanados.  Vagaría hacia varios rumbos.  Vagaría fragmentado antes de nacer, con un cuerpo en fractales, tal cual el destino nacional que los hados me encargaron vivir.  Se marcharía al exilio para completar un fragmento mínimo de la nación.

Mi cuerpo lo veo arraigado en Père Lachaise entre las flores que cubren a Jim Morrison y el olvido de un Job sin vela.  “Sin Leteo que las penas borre”.  Lo veo radicado en el lugar de los ilustres, en un sitio familiar y cómodo, sin mayor mausoleo.  Lo veo avecinado en la calles estrechas, empolvadas de Comala, entre el susurro de las piedras.  Y el abrazo de los nopales.  Siempre despedazado.  Antes y después de nacer.

Mis tres nombres sueltos, mis tres lugares de reposo.  De vagabundeo en vida, en muerte y en existencia perenne, antes de nacer.  Y  después de morir.  De vagabundeo al son de los magueyes, del amate y de los castaños.

Si cambiar de espacio fuese cambiar de cuerpo…  Pero mi cuerpo desiste de toda muda profunda.  La que le imponen las tres almas.  Si desiste reacio al cambio, renuevo día a día mi segundo envoltorio, la ropa.  Me creo ilusiones, esperanzas de cambio.  Mudo el envoltorio del cuerpo como lavaría el atuendo de las almas.  Si  tan sólo pudiera.  En breve cambiaría de cuerpo como cambio de ropa.

Según las tres estaciones de mis nombres, me dotaría de tres cuerpos.  Uno en lino sutil   para el verano caliente.  Otro de algodón para la primavera y el otoño frescos de Comala.  Y un último cuerpo de lana en tweed, resistente, para los inviernos inclementes del altiplano.

De seguro, me cambiaría de cuerpo por temporadas.  Como limpio ropa y me decoro a diario.  Según las inclemencias del tiempo.  Cambiaré con la desenvoltura cirujana que me cortó la placenta.  Como me castraron el cordón umbilical.  Como mi cuerpo quedó mutilado luego del nacer, del llorar y del vivir a la intemperie.  Sin líquido ni cueva.  Despojado de lo vital.  Antes de prepararme a ex-sistir, ya que antes sólo in-sistía.  En el líquido de la cueva uterina.

Ignoro por qué el destino me lo niega.  Me niega que el embalaje de las almas se mude igual que el atuendo del cuerpo.  Igual que lo habitaron las almas que lo animan.  Pero al lograr el cambio.  Al lograr la muda de este accesorio material, afirmaré el libre arbitrio en pleno.  La libertad absoluta de lo corpóreo que me esclaviza.

 

Purificación de tres almas en “Veranasi”, M. F. Husain

Al instante, los hados me dictan la fatalidad sinuosa que me oprime.  De un solo cuerpo perforada y endeble.  Hilvanado a retazos.  Sin la destreza del sastre, el médico lo remienda.  Lo zurce hasta dejarlo a la moda actual en su calva lustrosa.  Lampiño de su abrigo añejo.  Slim fit en su delgadez escuálida.  Para hacer del triunvirato de las almas una sólida piedra en su afán de lama.  De limo y de lino que en su textura invadan el porvenir de mis días.  Que lo pueblen hasta el menguante y el ocaso.  De mis tres almas y vidas en vilo.  Hasta antes de nacer de nuevo.

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