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Aprendiendo de las Jirafas… En lo pequeño está la grandeza de Centroamérica

Los niños disfrutan viendo las jirafas en la televisión, sick en los zoológicos o en las películas. Las jirafas capturan la atención no solo de los niños, sino de todos los jóvenes y de los adultos que las vemos. Entre todas las especies de mamíferos la jirafa es la que al crecer alcanza la mayor altura de todos los animales terrestres que conocemos. Puede lograr una altitud de 5 a 6 metros y un peso entre 750 y 1600 kilogramos. Su nombre proviene de la lengua árabe (ziraafa o zurapha), que significa “alta”. El cuello de las jirafas puede alcanzar hasta dos metros de longitud y constituye la mayor parte de la altura vertical del animal.

Su grandeza es majestuosa e imponente. Al mismo tiempo resulta atractiva, exótica, y en nuestro medio, ni las vemos ni las conocemos. La podemos observar en los programas de televisión de National Geographic, en las revistas, en las enciclopedias, etc. Podemos diferenciar las distintas clases de jirafas por los diferentes estilos de su pelaje: “La jirafa reticulada y la jirafa Masai representan dos extremos por la forma de las manchas de su pelaje. La primera tiene manchas con formas redondeadas, mientras que la segunda las tiene dentadas. La anchura de las líneas que separan las manchas difieren también. La jirafa de África Occidental tiene líneas gruesas, mientras que la jirafa reticulada y la nubiana tienen líneas más delgadas. La jirafa de África Occidental también tiene un pelaje más claro que las demás subespecies” (https://es.wikipedia.org/wiki/Giraffa_camelopardalis). A pesar de la diversidad de sub-especies, todas tienen características comunes, una estructura ósea y física que no cambia.

Los ojos de las jirafas están situados en ambos lados de la cabeza, que le permiten tener una visión integral desde su gran altura. Pueden distinguir la diversidad de colores, y además, tienen oídos y un olfato agudos. Pueden caminar y galopar. Cuando corren alcanzan una velocidad máxima de hasta 60 kilómetros por hora en distancias cortas, y pueden correr a una velocidad de 50 kilómetros en distancias largas.

La jirafa es el animal con el corazón más grande de todas las especies de los animales terrestres. Y por su altura necesita un gran corazón para irrigar la sangre por todo su cuerpo. Su corazón puede pesar más de 11 kg y mide aproximadamente 61 cm de largo, debe generar aproximadamente el doble de la presión sanguínea requerida por un ser humano para mantener el flujo de sangre al cerebro.

Pensemos lo que podemos aprender de las jirafas. Ellas tienen un gran corazón, con una mirada amplia, y su belleza no riñe con sus capacidades para sobrevivir en medio de la selva, aunque siempre corre velozmente ante el riesgo de ser devorada por los depredadores.

Reflexionemos en nuestra niñez aprendiendo de las jirafas. Nuestra niñez es la semilla del ecosistema social en toda la región. Al pensar en nuestra niñez, nos asaltan con frecuencia experiencias tristes y dolorosas. Aunque también bellos recuerdos. Pensemos en nuestra niñez con un corazón grande, con una mirada amplia y en medio de tantos problemas que existen para asumirlos y resolverlos. El P. Adolfo Nicolás, Superior General de los jesuitas, cuando visitó Brasil en el 2013, en la Jornada Mundial de la Juventud, en Salvador de Bahía, invitó a la población a “tener un corazón grande como el de las jirafas, con la cabeza en el cielo y los pies en la tierra”. La jirafa también es un símbolo de la espiritualidad. Vamos a aprender de las jirafas…

1) Tener un corazón grande para trabajar por el pleno reconocimiento moral de la niñez

La UNICEF en su informe de la situación de la niñez y la adolescencia en El Salvador del año 2014 destacaba lo siguiente: “Entre los años 2005 y 2013, conforme al Instituto de Medicina Legal (IML), se registraron cerca de 6,300 homicidios de menores de edad, y 89% se concentraron en las edades de 15 a 19 años y 87% en varones. En el mismo período, las Juntas de Protección recibieron 15,035 demandas pertinentes, de las cuales 57.4% fueron contra la integridad física y 21.5% por maltrato de niñas, niños y adolescentes. El órgano judicial, por su parte, reporta para 2012 una tasa de violencia intrafamiliar, medida por los casos ingresados al sistema, de 231 por 100,000 habitantes”(http://www.unicef.org/elsalvador/Informe_de_situacion_de_la_NNA_en_El_Salvador.pdf). No obstante esta situación dramática, se ha avanzado teniendo importantes logros en el tema del cuidado y la protección de la niñez. Por ejemplo se ha creado y normado en la ley LEPINA el Sistema Nacional de Protección Integral de la Niñez y Adolescencia (SNPINA), que está constituido por un amplio rango de instituciones que, a nivel nacional y local, aseguran la protección de la niñez y la adolescencia en el país. Sin embargo, todo el sistema de protección tiene una tarea de gran alcance que requiere tanto de recursos financieros y humanos capacitados y comprometidos, como del tiempo necesario para su asentamiento y consolidación. Este es un proceso que ya ha comenzado pero que no debemos descuidar. Más bien hay que fomentarlo para dar lugar a su plena consolidación.

Si comparamos la experiencia de la niñez Salvadoreña, ha mejorado bastante en el término de los últimos 25 años en muchos aspectos, como es la probabilidad de morir antes de cumplir 5 años de edad, la posibilidad de completar la educación básica, la protección frente a abusos, o la habilidad de participar en las decisiones que les afecta. Lamentablemente, el progreso en algunos temas se está desacelerando antes de llegar a la meta, o simplemente no ha llegado a una parte de la población, o se ve afectado por nuevas dinámicas perversas como la violencia. Recordemos los procesos de iniciación y participación de la niñez en las redes de las pandillas, de la violencia delincuencial y criminal. Al igual que las jirafas, necesitamos un gran corazón para hacer todo lo que está a nuestro alcance para cuidar y proteger a la niñez.

2) Tener una mirada con un amplio horizonte dando lugar a la participación socio-cultural y económica de la niñez

El análisis que hace el observatorio de la Unión Europea sobre la niñez en Centroamericana plantea lo siguiente: “Del total de la población centroamericana, alrededor del 42% está conformado por niñas, niños o adolescentes, los cuales representan el presente y el futuro de la región. Los esfuerzos por garantizar los derechos de niños, niñas y adolescentes centroamericanos, además de responder a una obligación de carácter legal y ética, deben comprenderse como la forma más concreta de construir una sociedad justa, equitativa e incluyente, con mayores posibilidades económicas y democráticas” (http://observatoriodelosderechosdelaninezylaadolescencia.org/blogImages/0414Informe%20ejecutivo%20web.pdf).

La mirada a la realidad de la niñez nos debería suscitar una impresión que impacte y que despierte la sensibilidad de la inteligencia humana para diseñar el presente y futuro de Centroamérica con la inversión social necesaria. No podemos ser indiferentes ante las manos abiertas de la niñez que nos interpela.

Por ejemplo, “Durante el período 2011-2012, la Fiscalía General de la República recibió 2,149 denuncias por delitos cometidos contra niñez y adolescencia vinculados al derecho de la integridad personal en el ámbito de las relaciones familiares. Esta institución identifica que las mayores vulneraciones están relacionadas al incumplimiento de los deberes de asistencia económica, el maltrato infantil, el abandono y desamparo de la persona, y violencia intrafamiliar” (Cfr. http://observatoriodelosderechosdelaninezylaadolescencia.org/blogImages/0214E_Situacion_derechos_de_las_NNA_en_ElSalvador.pdf). Hay una gran responsabilidad de los padres de familia, pero también hay una responsabilidad institucional para la atención y el cuidado de la niñez.

Si vivimos en países democráticos, la justicia es un valor fundamental. Lo que significa que los gobiernos deberían tener un reconocimiento moral pleno de los ciudadanos que representan, ejerciendo el poder para garantizar que se tenga la plena participación ciudadana en términos de derechos y obligaciones, pero también en términos de acceso a los recursos para el desarrollo humano.

Por ejemplo, en los casos de solicitudes de alimentos que son atendidos por la Procuraduría General de la República para los padres que abandonan el hogar, buscando que asuman su responsabilidad económica con sus hijos, cuando se ha constatado la capacidad económica de la persona obligada al pago de cuota alimenticia y la misma no acuerda un plan de pago, la institución remite el caso a la Fiscalía General de la República y a los Juzgados de Familia para su ejecución. Muchos padres de familia se desentienden completamente de los hijos del hogar que han abandonado. Además, muchos de estos casos no se denuncian y otros quedan pendientes o irresueltos. En el año 2012 la Fiscalía reportó 512 casos atendidos por incumplimiento de deberes de asistencia económica.

También hay casos en que los padres irresponsables que son demandados por deberes de asistencia económica, aun en el área penal, no se presentan para responder por sus obligaciones económicas con sus hijos, sino que muchas veces van a los juzgados hasta que los hijos han cumplido su mayoría de edad, es decir, cuando ya no necesitan alimentos o haya prescrito dicha obligación. Es una manera de no asumir su responsabilidad económica y financiera con sus hijos.

La LEPINA en su artículo 37, propugna el “Derecho a la integridad personal”, impone como garantía la obligación de protección en casos de maltrato y negligencia y, en su artículo 38, “Protección frente al maltrato”, considera “el descuido en el cumplimiento de las obligaciones relativas a la prestación de alimentación nutritiva y balanceada…”, así como frente al abandono físico y emocional de las niñas, niños y adolescentes (Cfr.http://observatoriodelosderechosdelaninezylaadolescencia.org/blogImages/0214E_Situacion_derechos_de_las_NNA_en_ElSalvador.pdf). ¿Cuál es el presente y el futuro que estamos ofreciendo a estos niños que se descuidan y se abandonan? La eficacia jurídica es esencial para salvaguardar el bienestar de la niñez, ofreciéndole un horizonte con dignidad.

3) Correr con la justa velocidad para enfrentar los problemas de la niñez

Correr con la justa velocidad significa enfrentar el reto de la distribución de los recursos suficientes y necesarios sin demoras ni retrasos para el futuro digno de la niñez.

En la primera década del siglo XXI los datos nos indican que podemos invertir más según los recursos financieros de los que se dispone en el cuidado y la protección de la niñez. En el año 2007, Costa Rica con un PIB per cápita de US $5,895.8 anuales, tenía una inversión pública en niñez y adolescencia de US $1,244.0; mientras, en el otro extremo, Nicaragua tenía un ingreso por persona de US $1,330.9 al año, destinando US $134.8 en niñez. Por otro lado tenemos que Guatemala, con un PIB per cápita de US $2,555.8 en 2007, e invertía en cada niño US $179.5, mientras que El Salvador, ese mismo año, destinaba US $302.4 por cada niño(a), con un PIB per cápita de US $3,296.6. Realmente se podía invertir más en la niñez de lo que se había invertido en ese período.

La inversión directa en la niñez y la adolescencia se destina a la educación en un 75% en los países de Guatemala, Honduras y El Salvador. De los tres países, Honduras es el que más invierte en educación por cada niño, con un total anual de US $257.2; le sigue El Salvador con US $ 247.9, y Guatemala con USD 142.3. No obstante, según el Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) al evaluar el cumplimiento de los Objetivos de Desarrollo del Milenio, recomienda que la inversión pública en niñez y adolescencia de Honduras se enfoque en programas de reducción de la pobreza y la pobreza extrema, promueva la tasa de matriculación en enseñanza primaria y, sobre todo, programas destinados a disminuir la mortalidad infantil y materna. (Cfr.http://observatoriodelosderechosdelaninezylaadolescencia.org/blogImages/0414Informe%20ejecutivo%20web.pdf).

Desde esta perspectiva, si la justicia en la democracia implica el pleno reconocimiento de la persona, en este caso se trata del pleno reconocimiento moral de la niñez. Ante esta realidad una pregunta que nos viene al espíritu es: ¿las prioridades de inversión que se tienen en los presupuestos nacionales responden a esta exigencia misma de la democracia? Realmente se duda que la niñez sea una prioridad en las políticas financieras cuando vemos estos montos de inversión en la niñez.

No hay que subir al boquerón, a la cresta de los volcanes o las montañas de Centroamérica, para darnos cuenta de esta realidad. Hay que entrar en las entrañas del istmo. Así nos enteramos de la realidad precaria de nuestra niñez. ¿Cómo andamos en nuestros presupuestos estatales y las legislaciones regionales para cuidar y proteger a la niñez y, de manera especial, a aquellos que están o sufren una situación de gran vulnerabilidad?

Vivimos en una región donde predomina la fe cristiana, vale la pena recordar lo que dijo Jesús de Nazaret: “Dejen que los niños vengan a mí…” (Lc 18,16). Lo dijo no solamente porque amaba, respetaba y quería a los niños. Jesús sabía evidentemente también que los niños son candorosos, tienen un alma pura y transparente, no tienen dolo y siempre tienen una sana ingenuidad. Al decir esta expresión él está manifestando que en la sociedad de su tiempo ellos no tenían ningún reconocimiento social, ni jurídico, no había un derecho expreso sobre la niñez, como si no existieran. Dicho brevemente, no tenían algún tipo de protección legal en la sociedad de su tiempo. Jesús al acoger a los niños expresa con ese gesto un reconocimiento pleno de su dignidad sin discriminación alguna. Hoy existe esa legalidad y un reconocimiento jurídico, pero, ¿está actualizada la legislación sobre la niñez y la cumplimos realmente? O existe formalmente el derecho infantil pero se queda corto porque no lo aplicamos, ni protegemos jurídicamente a nuestra niñez.

Recuerdo una anécdota de hace muchos años, en el período de la posguerra en El Salvador a mediados de la década de los 90´s. Conocí una familia en la frontera de Chalatenango. Tuve una gran experiencia de humanismo en ese período de la historia del país. Fredy era un niño salvadoreño que vivía en esa zona limítrofe con el territorio de Honduras. Su padre era Don Agustín y su madre Doña Olivia, vivían en un hogar integrado, humilde, donde se sentía el afecto, la tranquilidad y la paz. Fredy estudiaba en la escuela y también acompañaba a su papá a las labores de cultivo, cuidaba las vacas y los animales de patio. El niño, al final del día en el momento de la puesta de sol, jugaba en una colina con una cerdita que él tenía. Fredy se sentaba en la cresta de la loma y ahí lo buscaba la cerdita. El niño hablaba con ella, jugaban, le cantaba y se revolcaban como dos pequeños. Me sorprendió la primera vez que lo vi. Luego descubrí que era un rito de amistad. Después me acostumbré a verlos jugar, pero siempre he guardado este grato recuerdo sin comentarlo hasta hoy que lo escribo. Después de todos estos años pienso que era un pequeño campesino que se sentía muy feliz en su familia, en su hogar y con una gran armonía con la naturaleza. Una gran enseñanza para la conservación y el cuidado de los animales y el medio ambiente en general. Una lección profunda de crecer amistosamente con el medioambiente.

Normalmente preferimos siempre lo grande. Una casa grande, un jardín grande, un depósito grande, un almuerzo grande, un gran salario, etc. En la vida confundimos tener y acumular con la felicidad. Acumulamos, acumulamos sin importar si los otros tienen o viven en la miseria. Obviamente, en el caso del salario es más que justificable por el alto costo de la vida, realmente es necesario pedir un salario justo y hay que luchar para que pronto sea una realidad. Muchas cosas pueden ser necesarias, pero otras veces no lo son realmente. Sin embargo, a veces en muchas cosas que hacemos o tenemos en la vida, nos olvidamos de la calidad y nos centramos en la cantidad.

La vida de Fredy era un poema cuando ocurría la puesta de sol, con los colores maravillosos del cielo abierto en Chalatenango, respirando el aire puro en las montañas revestidas de verde. La casa humilde de Fredy recuerdo que se situaba muy cerca del legendario cerro de las mil batallas durante la guerra de los 80’s: “el Chichilco”. Al pensar hoy en Fredy y los niños de Centroamérica, siento que vale la pena regalarle a nuestra niñez lo que se merecen. Pensemos si estamos haciendo lo necesario y lo que debemos hacer para cuidar a los pequeños. Centroamérica es un pequeño pañuelo de tierra, pero su grandeza está en su pequeñez. Y los pequeños son los que la han engrandecido y la seguirán engrandeciendo si los cuidamos y les damos lo que realmente merecen y necesitan para crecer…

Fredy nos hace pensar en el sentido de la felicidad: vivir en un hogar humilde pero digno, vivir con lo justo y lo necesario. Lo justo para la convivencia humana y social, y lo necesario que implica tener el pleno reconocimiento moral de la dignidad humana. Lo justo y necesario para el cuidado y la protección de la creación y la naturaleza, así como para construir una sociedad digna sin los graves problemas de la niñez de los que hemos hablado en este pequeño artículo. Con los pies en la tierra, pero con la cabeza en el cielo, como las jirafas, conociendo la dura realidad de nuestra niñez en el ámbito familiar, social, económico, educativo, en medio de las amenazas y de la violencia, hagamos acopio del gran corazón de los centroamericanos y animémonos a soñar una Centroamérica con una niñez feliz que disfrute viendo la naturaleza, los animales y las jirafas aunque sea en el zoológico o en los medios de comunicación, porque están justamente cuidados y protegidos, mirando con esperanza su futuro…

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